Ciudad de México.- Aunque Claudia Sheinbaum y Donald Trump tienen posturas ideológicas diametralmente opuests, hay algo que los une: ambos son gobernantes populistas.
El populismo no es una ideología o tampoco es un postulado político, se trata simplemente de una herramienta para llegar y consolidarse en el poder. Los populistas tienen todo un catálogo de acciones que los identifican y uno de estos es la relación con la prensa, por la general la convierten en un enemigo que busca desestabilizar.
En México, la presidente Sheinbaum Pardo y un buen número de sus principales aliados, funcionarios, gobernadores, alcaldes y diputados, manifiestan en público un respeto a la Libertad de Expresión, pero en sus acciones denotan un ataque frontal contra la información que se difunde.
Esta es una estrategia que puso de moda el expresidente Andrés Manuel López Obrador, le sirvió para convertirse en la víctima de un presunto boicot permanente de los medios de comunicación; ahora, con Claudia Sheinbaum la situación no es diferente y la constante es descalificar a quienes critican al gobierno o exhiben actos de corrupción, ligas de políticos con grupos criminales.
Las investigaciones que publican los periodistas mexicanos, por lo general son descalificadas desde la parte gubernamental y siempre se aduce que esa información es producto de una inquina de la prensa para con la Cuarta Trasformación, sin importar los documentos probatorios que se presenten, las declaraciones públicas obtenidas, incluso cuando el trabajo informativo se sustenta en datos emanados directamente de fuentes oficiales.
El gobierno federal siempre acude a su lugar seguro: descalificar a los periodistas que publican esa información y acusarlos de ser parte de un boicot para desprestigiar al régimen.
Esta actitud asumida por la parte gubernamental termina por no atender la denuncia, por no castigar a los corruptos y por mantener el estado de las cosas sin importar lo lesivo que eso pueda resultar en lo político o en la imagen gubernamental.
El razonamiento se reduce a: Como la información publicada es producto de un complot para desprestigiar al gobierno, no le vamos a dar importancia.
Eso determina que por más denuncias documentadas que presenten los medios, al final no pasa nada.
En Estados Unidos, la situación no es diferente a México; el presidente Donald Trump viene diciendo desde hace tiempo que es objeto de una persecución mediática, incluso presentó una demanda contra el periódico “New York Times”.
Pero la mala relación escaló a una nueva etapa luego de que el Pentágono anunció el viernes pasado que solo permitirá el acceso de periodistas a sus instalaciones si aceptan publicar determinada información y firman un documento donde se comprometen a guardar reserva sobre cierto tipo de información.
La medida es inédita pues le otorga al Departamento de Defensa un amplio control sobre los contenidos difundidos o por difundir.
En el documento que deben firmar los periodistas se comprometen a no divulgar información clasificada, se les prohíbe publicar documentos considerados “sensibles”, incluso su no están marcados oficialmente como “secretos”.
La medida no agradó para nada a los medios de comunicación y a los reporteros que cubren el Departamento de Defensa de Estados Unidos, por eso todos a una se sumaron al rechazo de esa nueva política de prensa del Pentágono y en masa abandonaron las instalaciones de ese edificio militar.
A los medios impresos como “The New York Times”, “Associated Press”, “Newsmax”, “Washington Post” y “Los Angeles Times” se sumaron las cadenas noticiosas “ABC News”, “CBS News”, “CNN”, “Fox News Media” –aliada de Donald Trump—, “The Atlantic” y “NBC News”.
Las organizaciones periodísticas y sus reporteros rechazaron los nuevos requisitos del Pentágono para generar coberturas informativas pues consideran que esas determinaciones gubernamentales restringirían la capacidad de los periodistas para mantener informados a los ciudadanos de Estados Unidos y al mundo sobre cuestiones importantes en materia de seguridad nacional.
Los reporteros de esos medios de Comunicación se niegan a aceptar los filtros militares por los cuales debe pasar la información que pueden publicar, pero además al firmar el documento que les presenta el Departamento de Defensa, implica otorgarles el derecho a decidir cual información sí y cual no puede ser conocida por el pueblo de Estados Unidos y por el mundo.
La medida es inédita, no tiene parangón en la historia del país y ni siquiera en tiempos de guerra se pretendió aplicar una medida de censura que fuera admitida, mediante la firma, de los propios periodistas.
Claudia Sheinbaum y Donald Trump se mueven con ideas diferenciadas, sus postulados políticos no son los mismos, su visión económica es contrastadamente diferente, pero en cualquier caso termina por unirlos un deseo permanente por controlar la información; instalar filtros que permitan un manejo informativo acorde a sus intereses y aplicar las medidas de censura que garanticen información conveniente y acorde a sus deseos.
Son tan diferentes, que terminan pareciéndose tanto, aunque los fines que buscan con el control de medios conlleva obtener control total y no importa pasar por encima del derecho inalienable que todos los hombres tienen: la Libertad de Expresión.