“Son al parecer patrullas clonadas de la Guardia Nacional (...) varios grupos armados dirigidos por una persona identificada como "Poncho" Arellanes en San Francisco (de los Salgueiro), Palmito y Dolores”, dice el extracto de un reporte reciente de la inteligencia militar.
Presuntamente enviado al alto mando castrense al que están subordinadas las zonas Quinta y 42 del Ejército en Chihuahua, el despacho está fechado desde el 19 de julio pasado y se refiere a llamadas anónimas de pobladores de dichas comunidades del municipio de Guadalupe y Calvo.
Posteriormente, surgieron en redes publicaciones con imágenes de sicarios y un mensaje generalizado: "¡Desplazan, despojan y se toman fotos La Línea con el botín en #GuadalupeyCalvo! (sic)", así como a manera de tibia denuncia de quienes prefieren a los malos por conocidos, de apellido Salgueiro, que a los Arellanes por conocer, con orígenes familiares en la comunidad de Saucito de los Araujo.
Esta fue una de varias alertas por la abierta y violenta incursión de “La Línea” en el corazón del territorio de “Los Salgueiro”, grupo criminal que domina (¿o dominaba?) gran parte del Triángulo Dorado de las drogas entre Guadalupe y Calvo y los municipios vecinos de Sinaloa.
Casi dos semanas antes de que pudiera conocerse, el pasado jueves 31 de julio, la toma de la tierra del grupo integrante del Cártel de Sinaloa, había señales de esta invasión; en realidad desde meses antes era evidente una estrategia de la organización alineada al Cártel de Juárez para arrebatarle el control territorial a sus viejos rivales, ante una autoridad -en todos sus niveles, incluida la militar- pintada o reducida a espectadora de la narcoguerra.
El arribo hasta la cuna de los grandes capos rivales es el último episodio de una prolongada confrontación de “Los Salgueiro” con uno de sus más grandes y peligrosos rivales, “Los Arellanes” de Camargo, que parecen en camino a consolidarse como uno de los más fuertes puntales de “La Línea”, junto con la facción de “El Piporro”, de Jiménez.
Alfonso “Poncho” Arellanes, ese que ahora presuntamente encabeza la invasión a Guadalupe y Calvo, era aliado de “Los Salgueiro” en aquellos lejanos años que, bajo la conducción de Joaquín “El Chapo” Guzmán, fueron enviados varios comandos desde Sinaloa para controlar las plazas de Chihuahua.
Algo rompió la relación y “Los Arellanes” quedaron confinados a una zona fuera de la región de influencia de “Los Salgueiro” -Parral, Balleza, Valle de Allende, Zaragoza y otros además de Guadalupe y Calvo- pero en 2020 volvieron a toparse en condiciones más delicadas.

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En junio de 2020, varias jovencitas de la familia Arellanes, junto con otros dos menores y un piloto, murieron en un accidente de avioneta cerca de Balleza, cuando viajaban a algún poblado de la sierra de Sinaloa, lo que detonó uno de los más fuertes episodios de la guerra hasta ahora vigente.
La historia de rivalidades y venganzas viene desde entonces, aunque fue poco lo que trascendió del incidente, salvo que la aeronave había despegado sin problema alguno y viajaba a velocidad de crucero por la peligrosa región serrana cuando dejó de tener contacto vía radio y fue considerada desaparecida.
Horas después fue encontrada hecha pedazos y con todos los tripulantes muertos, lo que debió generar las sospechas de “Los Arellanes” sobre los que alguna vez fueron sus aliados; en aquel entonces, el grupo de Camargo no se consideraba de “La Línea”, pero había visos de coqueteo y coordinación con esa organización.
A finales de julio de 2023, una violenta incursión hasta uno de los asientos de Gente Nueva-Cártel de Sinaloa-Salgueiro en su tierra de origen, pegó en varios de sus lugartenientes, en lo que se vio como la determinación formal de “Los Arellanes” por pelear un territorio que también consideran propio, pues allá están sus orígenes e incluso familiares que se mueven entre ambos estados vecinos.
En aquel entonces pareció una bravuconada infructuosa, pero a la vuelta de dos años y tras una estrategia de alianzas entre grupos del Cártel de Juárez, “Los Salgueiro” terminaron arrinconados, desplazados de su propio terruño antes impenetrable.
Por “La Línea”, “Los Arrellanes” resurgen ahora como poderoso grupo capaz de establecer alianzas con otros que forman parte de la estructura del cártel, como el de César Manjarrez, alias “El H2” y sus familiares que son muchos -con dominio de Uruachi, Guerrero, parte de Bocoyna y otros municipios- considerados como los responsables de la irrupción en la cabecera municipal de Guadalupe y Calvo durante las últimas semanas.
Esa apartada región de la sierra no es un pequeño punto independiente de la operación de los cárteles en Chihuahua, sino que es parte de un engranaje que alcanza hasta las grandes ciudades de Chihuahua y Juárez, por lo que hablamos de un problema de seguridad y violencia de mayor escala, no reducido a esa pequeña y apartada porción del estado.

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Es algo más que una simple mala racha la que padecen los grupos y subdivisiones del Cártel de Sinaloa (CDS) en Chihuahua, entre ellos “La Mayiza” y “La Chapiza”, formados a partir de la caída en desgracia de Joaquín “El Chapo” Guzmán primero y luego de Ismael “El Mayo” Zambada, hace apenas un año.
Lo que hemos visto a partir de las dos últimas semanas es un notable avance de los grupos dominantes del Cártel de Juárez o el Nuevo Cártel de Juárez (NCDJ), por varias regiones del estado, ante células rivales debilitadas por sus pugnas internas.
La captura de Salvador Humberto S.V.M, alias “El Verín”, mandón en gran parte de la capital, fue obra de la Guardia Nacional y la Fiscalía General de la República, en una sorpresiva intervención que puso los nervios de punta a los cuidadores locales del capo más arraigado en Chihuahua durante los últimos años.
Tras esa sacudida, llegó la de “Los Cabrera”, seis hombres del grupo encabezados por Gerardo G.H, hermano del cabecilla de la organización, Roberto G.H, que intenta disputarle el corredor Aldama-Ojinaga a “La Línea”, con un saldo negativo desde sus primeras irrupciones en la entidad entre septiembre y octubre del año pasado.
Tanto "Los Cabrera” como los jefes de "El Verín” están acomodados entre las facciones de “Chapos” y “Mayos”, de acuerdo a diversas versiones. Ambos habrían quedado en medio, y a la vez desamparados, en esa narcoguerra del viejo cártel que nació y creció en las costas del Pacífico.
Esos golpes a la organización fueron acciones de autoridad no del todo explicadas ni suficientemente claras, al menos no por ahora, pero sin duda abonaron al debilitamiento de todas sus células.
De forma paralela, “La Línea” concretó su invasión hasta la mera cuna de los capos de Sinaloa, de donde hizo huir a los mandos del grupo rival con un ejército que fue haciéndose el control poco a poco de diversos territorios clave.
La crisis en la cabecera municipal de Guadalupe y Calvo, medio controlada apenas por el Ejército, la Guardia Nacional y la Fiscalía del Estado, al parecer fue la antesala de la serie de ataques que vendrían después.
A esta realidad, deben añadirse las penas acumuladas esta semana, ahora por delitos federales, contra Efrén “El Maniaco” Salgueiro y José Bryan Salgueiro, alias “El 90” o “El Noventilla”, de los menores del grupo, condenados a prisión prácticamente de por vida, mientras una de las grandes cabezas, Noel “El Flaco” Salgueiro, sigue preso en Estados Unidos, con expectativas inciertas de libertad para 2026.

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A la mala fortuna de las leyendas de Guadalupe y Calvo, hay que sumarle confrontaciones en Madera, de “La Línea” contra “Los Pumas”, sucesores del grupo de “El Jaguar”, cuyo control territorial y de autoridades quedó en duda con un reciente ataque, de implicaciones políticas graves, contra la Policía Municipal.
También está el foco rojo de Moris, exhibido como un grandísimo narcolaboratorio de metanfetaminas y territorio bajo fuego de una célula de “Los Salazar” y sus rivales que ni siquiera son de Chihuahua, pero son aliados del Cártel de Juárez en Sonora.
Y hay todavía más confrontaciones que pueden sumarse, desde territorios apartados del estado hasta las colonias urbanas de las grandes ciudades del estado. Así, la visión de conjunto de los hechos más notables del último mes no deja un balance favorable a los grupos del CDS, debilitados por sí mismos, antes que por cualquier otro factor, y presas del oportunismo criminal de sus rivales.
El gobierno del crimen y la violencia en los vastos territorios del estado imponen un reto de urgente atención para las autoridades federales y estatales; también para las municipales, pero estas son más problema que solución en la delicada materia de la seguridad pública y el combate a la delincuencia.
La debilidad del CDS plantea un peligroso escenario por el riesgo de que se mantengan sus pugnas internas, a veces más cruentas que los enfrentamientos con otros grupos.
El avance, resurgimiento y empoderamiento de “La Línea” o el NCDJ en varias regiones, por otra parte, puede traer una percepción de paz, pero altamente riesgosa, pues cuando el crimen organizado logra hegemonía comienza penetrar todas las estructuras sociales y gubernamentales, como está en la genética y naturaleza de las grandes mafias.
¿Dónde está la autoridad, el gobierno, el poder público legítimo en esta era de la narcoguerra? ¿Qué papel está jugando? ¿Cuál es su balance y sus resultados ante esta realidad que azota al estado?