Buenas noticias para las personas mayores con alto riesgo de desarrollar demencia: medidas sencillas para mantenerse activos mental y físicamente mejoraron la función cerebral y ayudaron a mantener a raya el mal de Alzheimer.
Además, estos cambios tienen un efecto rápido.
Según un amplio ensayo clínico publicado este lunes, cambios en el estilo de vida, como el ejercicio, una mejor alimentación y una mayor actividad mental y social, proporcionaron una protección significativa en un lapso de apenas dos años.
Para participar en el estudio, las personas debían presentar diversos factores de riesgo de deterioro cerebral, como una dieta deficiente y falta de ejercicio regular. Otros tenían una mutación genética relacionada con la enfermedad de Alzheimer.
Aunque la función cerebral comienza a deteriorarse a partir de los 60 años, los resultados indican que cambiar los hábitos, incluso en edades avanzadas, puede retrasar la aparición de la demencia.
Hacer estos cambios pareció retrasar el reloj del envejecimiento cognitivo entre uno y dos años, según Laura Baker, profesora de medicina interna en la Universidad de Wake Forest y una de las responsables de la investigación.
Las conclusiones principales son "moverse más, sentarse menos, añadir variedad al plato, aprender algo nuevo y mantenerse conectado", afirmó Baker en la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer en Toronto, donde se presentaron los resultados.
"Hay que desafiarse a hacerlo de forma regular".
Los hallazgos se publicaron simultáneamente en la publicación Journal of the American Medical Association.
El estudio en Estados Unidos para proteger la salud cerebral mediante la intervención en el estilo de vida para reducir el riesgo, conocido como Pointer por sus siglas en inglés, es el mayor ensayo de intervención en el estilo de vida para la enfermedad de Alzheimer realizado en el país.
Participaron más de 2 mil adultos de entre 60 y 79 años en grupos de intervención estructurados y autoguiados.
La función cognitiva mejoró en ambos, pero los que recibieron apoyo estructurado obtuvieron un beneficio significativamente mayor que los del grupo autoguiado.
El programa recomendaba hacer ejercicio cardiovascular durante 30 minutos, cuatro días a la semana, y seguir una dieta baja en sal, centrada en alimentos saludables para el cerebro, como vegetales, frutos rojos, cereales integrales y pescado de agua fría.
Los participantes del grupo estructurado completaron juegos de computadora de "entrenamiento cerebral" tres veces por semana.
El grupo estructurado tuvo 38 reuniones con sus compañeros durante los dos años que duró el estudio para establecer objetivos y responsabilizarse mutuamente. El grupo autoguiado se reunió con menos frecuencia, seis veces en dos años, pero recibió la misma información.
El ensayo Pointer replicó el estudio denominado Finger de 2015, o Estudio Finlandés de Intervención Geriátrica para Prevenir el Deterioro Cognitivo, para evaluar si esos hallazgos se aplicaban a la población más numerosa y a menudo menos saludable de Estados Unidos.