Ciudad de México.- "Voy a romper la relación con mi pareja". Eso le dijo el joven Terebinto a su compañero de copas en el Bar Ahúnda. Preguntó el amigo: "¿Por qué vas a terminar con tu chica?". Explicó Terebinto: "Todas las noches lleva su trabajo a nuestro departamento". "¿Y eso te molesta? -dijo el otro-. Antes bien deberías estar orgulloso por su sentido de responsabilidad". "No lo estoy -respondió Terebinto-. Ella es call girl". Los recién casados pasaron su noche nupcial en un hotel. Al día siguiente hicieron el check out, pues debían ir al aeropuerto a comenzar su viaje de bodas. El feliz novio le preguntó al encargado de la recepción: "¿Cuánto debemos?". Respondió el empleado: "Mil pesos por cada uno". El muchacho sacó de la cartera dos billetes de mil pesos. Acotó tímidamente su flamante mujercita: "Fueron tres, mi amor". En el Ensalivadero, umbrío y solitario paraje en las afueras de la ciudad al que acuden por la noche las parejitas en plan húmedo, el galán le dijo a su dulcinea, con quien estaba ya en el asiento trasero del vehículo: "¡Qué oscuridad! ¡Ni siquiera alcanzo a ver mi mano!". Respondió ella: "No te preocupes, Yo sé dónde está". El mal fario, esto es decir la mala suerte, persigue con encono al actor de cine Alec Baldwin. Fue señalado por haber cometido homicidio involuntario, lo cual afectó gravemente su carrera, y ahora su esposa afronta en España una extraña demanda difundida ampliamente por las redes sociales. Se le acusa de "apropiación cultural". Sucede que a la señora, norteamericana de origen -nació en Boston, Massachusetts-, le fascina todo lo español, y se siente española hasta el punto de hacerse llamar Hilaria, de haber puesto a sus seis hijos nombres hispanos, y de asegurar que su lengua nativa no es el inglés, sino el castellano. En una entrevista por televisión que le fue hecha en Estados Unidos simuló -eso afirman sus detractores- no recordar cómo se dice en inglés la palabra "pepino" (cucumber, feo vocablo). Perdonarán mis cuatro lectores que traiga a cuento este chisme de actualidad, recogido en las publicaciones llamadas "del corazón", que generalmente abordan temas de más abajo. La noticia me sirve de limen, introducción o prolegómeno para recordar el caso de aquella señora que cultivaba en su jardín rosas rojas y hortalizas. Más que rojas las rosas se veían rosas, pues su color era incoloro, pálido, esfumado. Contrariamente, las que veía en el jardín de su vecino mostraban un encendido rojo púrpura, un vivo tono grana, magenta, escarlata o carmesí. Un buen día la señora fue con el tal vecino y le preguntó qué hacía para lograr que sus rosas fueran tan rojas. El hombre se turbó ante la pregunta. Sin poder ocultar su azoro respondió: "Me apenará decirle mi secreto, vecina, pero ya que me lo pide se lo revelaré. Cada mañana me presento desnudo ante mis rosas. Como son del sexo femenino, al verme así, sin ropa, se ruborizan intensamente. Eso explica su coloración". A la señora no dejó de parecerle raro aquel método tan singular. Aun así le dijo a su vecino que lo pondría en práctica. El tipo le ofreció estar presente en la ocasión para observar el resultado del experimento, pero la bien formada mujer declinó su gentil proposición. Transcurrió un par de semanas, y el hombre le preguntó a su vecina si había aplicado la medida. "Sí -respondió ella-. Todas las mañanas salgo al jardín completamente desnuda". "Visión celestial ha de ser ésa -ponderó el sujeto-. Y dígame: sus rosas ¿ya se pusieron más rojas?". "No -replicó la mujer-. Siguen igual de pálidas. ¡Pero viera usted cómo han crecido mis pepinos!". (No le entendí). FIN.

MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Dice el antiguo proverbio que el vino alegra el corazón del hombre.
En el rancho del Potrero la lluvia lo alegra mucho más.
Está lloviendo ahora mansamente, franciscanamente, tanto que no se escucha el pespunte de las gotas en el techo. Tras la cena se alarga la tertulia en la cocina de la antigua casona de la hacienda. Relata doña Rosa, la mujer de don Abundio:
-Llegó a la casa un misionero americano en el momento en que Abundio se tomaba una copa de mezcal. Le dijo el misionero:
-Usted no beber, señor Abundio. En Estados Unidos 50 mil personas morir cada año por causa del alcohol.
Respondió él:
-Pos eso será allá, mister, pero yo soy puro mexicano.
Reímos todos, menos don Abundio. Dice atufado:
-Vieja habladora.
Doña Rosa figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...

MANGANITAS
Por AFA.
". 'No le tenemos miedo a los cárteles de la droga', declara Claudia Sheinbaum.".
Haré una precisión,
y la haré en términos parcos:
en relación con los narcos
no es miedo, es precaución.