Chihuahua.- En un ambiente de solidaridad, esperanza y fraternidad, la Casa de Migrantes San Agustín realizó una posada dirigida a personas migrantes que se encuentran en tránsito, como parte de las actividades de acompañamiento y apoyo que brinda este espacio humanitario.

Durante el encuentro, los organizadores destacaron que con esta celebración se cumple un año más de trabajo dedicado a acoger, proteger, promover e integrar a quienes pasan por este lugar, enfrentando nuevos retos y sumando historias de vida que fortalecen su labor diaria.

“Aquí somos familia: un mismo creador, un solo corazón, una sola alma”, expresó Linda Flores, directora del lugar.

La posada navideña fue organizada por la Pastoral de Movilidad Humana de la Arquidiócesis de Chihuahua, con el objetivo de brindar un momento de acompañamiento, esperanza y calidez a personas en situación de movilidad que han tenido que abandonar sus hogares a causa de la violencia y la necesidad.

Durante el festejo, los migrantes participaron en las tradiciones propias de la temporada decembrina, como la petición de posada, la ruptura de la piñata y la convivencia comunitaria.

Posteriormente, seminaristas que colaboran de manera voluntaria en esta obra de caridad realizaron la bendición de los alimentos, agradeciendo a Dios por el don de compartir y por las personas que hacen posible este espacio de apoyo.

La directora de la Casa del Migrante San Agustín, Linda Flores, dio la bienvenida a los asistentes, acompañada por representantes de distintas instituciones que colaboran con esta labor humanitaria, entre ellas Geli, representante del pueblo Pima, y personal de la Secretaría de Pueblos y Comunidades Indígenas, quien transmitió un mensaje de buenos deseos a nombre de la gobernadora Maru Campos y del secretario Enrique Rascón.

Seminaristas que participan activamente en la atención a migrantes compartieron su experiencia dentro de esta pastoral, la cual, aseguraron, nace del compromiso personal y del deseo de servir, más allá de una asignación formal.

Destacaron que el contacto cercano con personas migrantes les ha permitido conocer una realidad compleja y dolorosa, marcada por el desplazamiento forzado, la incertidumbre y la búsqueda de mejores condiciones de vida.

Señalaron que, además del apoyo material, la labor pastoral se enfoca en devolver la dignidad a cada persona, acompañarlos desde la escucha, la oración y la presencia solidaria, incluso saliendo a buscarlos en zonas cercanas donde esperan el paso del tren o carecen de alimento.

Finalmente, coincidieron en que estas vivencias han dejado una huella profunda en su formación humana y espiritual, fortaleciendo su vocación y su deseo de servir a quienes más lo necesitan, reafirmando que la Casa San Agustín es un espacio de esperanza para quienes transitan por la ciudad en busca de un futuro mejor.