Chihuahua.- Con profundo sentimiento y entre plegarias llenas de esperanza, cinco niños que enfrentaron largos y duros tratamientos contra el cáncer acudieron ayer al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe para dar gracias por la vida, por su salud y por la oportunidad de dejar atrás una de las batallas más difíciles de su infancia.

La emotiva visita forma parte de la primera edición de la Peregrinación de AMANC, iniciativa que nació de manera espontánea dentro de la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (AMANC) Chihuahua. Según explicó Juan Carlos Guerra, director de la asociación, la idea surgió al conversar con los propios pequeños, quienes expresaron su deseo de acudir a la Virgen para agradecer el milagro de seguir aquí.

“Esto nació de la nada, de la necesidad de agradecer”, relató Guerra. “Platicando con los niños, Aquileo, quien termina su tratamiento, pidió venir. De ahí empezamos a compartirlo con los demás, y varios dijeron: nosotros también queremos ir”.

A la peregrinación se unieron familiares, donantes, colaboradores y personal de AMANC, formando una caravana de cerca de 20 personas que caminaron juntos con flores, imágenes religiosas y, sobre todo, con el corazón lleno de gratitud.

Los pequeños participantes, entre ellos Esmeralda y Aquileo, han pasado entre dos y tres años en tratamiento, viviendo lejos de sus comunidades de origen. La mayoría proviene de Guadalupe y Calvo, Baborigame y otras zonas de la Sierra, lo que hace imposible viajar cada semana para las quimioterapias. Por ello, durante meses su hogar ha sido la Casa de AMANC; el refugio está ubicado en la avenida Zarco, donde conviven diariamente entre 15 y 20 personas.

“Para ellos, la Casa de AMANC es su segundo hogar”, explicó Guerra. “Ahí toman clases, conviven, juegan, hacen comunidad; cuando termina el tratamiento están felices de volver a sus casas, pero también sienten nostalgia por los amigos y por todo lo que vivieron aquí”.

A pesar de los procedimientos médicos, el cansancio y la incertidumbre, los pequeños mantienen una alegría contagiosa. “Ellos muchas veces no comprenden la magnitud de su enfermedad, pero tienen una enorme actitud de vida, sufrimos más los adultos al ver el proceso, ellos siempre encuentran motivos para sonreír”, añadió.

Durante la ofrenda, los niños llevaron flores, veladoras encendidas y una imagen de la Virgen, agradeciendo el regalo más grande: despertar cada día con vida. Para las familias y para la asociación, el acto representó también un cierre simbólico a años de tratamientos, miedos y sacrificios.

“Para nosotros, lo más importante es la salud, el poder abrir los ojos cada mañana y decir ‘estoy vivo’, eso es ya un agradecimiento inmenso”, expresó el director de AMANC.

La peregrinación finalizó entre abrazos, lágrimas contenidas y la certeza de que, para estos pequeños guerreros, cada paso dado en el Santuario es un recordatorio de la fuerza con la que han enfrentado su enfermedad y de la esperanza que los impulsa hacia una nueva etapa de sus vidas.