La humilde soya se encuentra en medio de una maraña geopolítica que abarca tres continentes y amenaza con devorar la mayor sabana tropical del mundo.

El punto en cuestión es el enorme apetito de China por la soya, millones de toneladas al año, principalmente para aceite de cocina y pienso para el ganado.

Saciar esa demanda ha pasado una grave factura en los últimos años a los bosques y praderas de Brasil, el mayor proveedor de China. Eso empeorará en los próximos meses, porque China prácticamente ha dejado de comprar soya estadounidense, lo que da a los agricultores brasileños mayores incentivos para expandirse a nuevas zonas para cultivar soya.

A principios de este año, el gobierno de Pekín impuso un fuerte arancel a la soya estadounidense en represalia por los elevados aranceles de Estados Unidos a los productos chinos. Hasta entonces, este había sido el segundo mayor proveedor de China. Pero ahora, los agricultores estadounidenses no han vendido ni una sola fanega a China de la cosecha de este otoño. Las esperanzas de un paquete de alivio por parte de la Casa Blanca se han visto retrasadas por el cierre del gobierno.

Lo mismo ocurrió en Argentina, cuyo presidente, Javier Milei, se reunió el martes con el presidente Donald Trump. Argentina vendió una montaña de soya a China este año después de que los agricultores estadounidenses se quedaran fuera.

Pero ningún país gana tanto como Brasil, el mayor exportador de soya del mundo. No sorprende entonces que su poderoso lobby agrícola presione para desmantelar una de las medidas más importantes del sector, conocida como la Moratoria de la soya y diseñada para limitar la deforestación en el bioma más famoso de Brasil, la Amazonia.

Todo esto resulta incómodo para el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. Él será el anfitrión de la próxima ronda de negociaciones internacionales sobre el clima en noviembre, en la ciudad amazónica de Belém. Su gobierno se ha comprometido a controlar la deforestación.

“El gobierno se enfrenta a una situación muy difícil”, dijo en una entrevista Cristiane Mazzetti, activista forestal de Greenpeace Brasil. “Hay un ataque contra uno de los mecanismos más importantes para la deforestación cero”.

La soya es la mayor exportación agrícola de Brasil. Su producción de soya ha aumentado de forma constante en las últimas décadas. Pero realmente se aceleró en los últimos 10 años, cuando las relaciones entre Pekín y Washington se agriaron, y China fue en busca de soya más allá del Medio Oeste estadounidense. En 2017, al inicio del primer mandato de Trump, Brasil había superado a Estados Unidos como primer productor mundial de soya.

Granos de soya importados de Brasil en unas instalaciones de procesamiento de la provincia china de Shandong.Credit...Agence France-Presse — Getty Images
Granos de soya importados de Brasil en unas instalaciones de procesamiento de la provincia china de Shandong.Credit...Agence France-Presse — Getty Images

Ahora, las relaciones entre Pekín y Washington han llegado a su punto más bajo, y los agricultores estadounidenses corren el riesgo de perder a su mayor cliente mundial. Durante gran parte del año pasado, los precios se han situado en torno a los 10 dólares por fanega, por debajo de los 13 dólares, más o menos, de principios de 2024.

“Hemos tenido un fuerte crecimiento en los últimos años, en un inicio con la primera guerra comercial entre Estados Unidos y China. Y ahora, con la segunda”, dijo esta semana Lucas Costa Beber, vicepresidente de Aprosoya, la Asociación Brasileña de Productores de soya. “A largo plazo, si esta situación continúa, aumentarán las oportunidades para Brasil”.

El pronóstico para la biosfera brasileña es menos halagüeño.

Las plantaciones de soya tienden a surgir en tierras que antes habían sido taladas y desbrozadas para el pastoreo de ganado.

En la actualidad, las plantaciones de soya cubren 40 millones de hectáreas, alrededor del 14 por ciento de las tierras agrícolas del país, según MapBiomas, un grupo independiente que utiliza datos de satélite. La mayor parte se encuentra en el Cerrado, una vasta región de sabana tropical y corredores forestales que, aunque menos conocida a nivel mundial que la Amazonia, sigue siendo un ecosistema crítico para Brasil.

En el Cerrado se encuentran las cabeceras de las mayores cuencas fluviales del país, y es vital para regular los patrones de precipitaciones y las temperaturas. La deforestación ha disminuido en el último año, ya que el gobierno de Lula ha reforzado la aplicación de la ley. Pero casi la mitad de la vegetación autóctona del Cerrado ha desaparecido, lo que ha dejado paso al pastoreo de ganado y a las plantaciones de soya.

“El Cerrado está desapareciendo”, dijo Luciana Gatti, investigadora del cambio climático en el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil. Y ahora, dijo, “la presión para producir soya para exportar a China será mayor”.

Solo en 2023, se cosechó soya en más de 460.000 hectáreas de tierras recientemente deforestadas en el Cerrado, según Trase, un grupo sin fines de lucro que hace un seguimiento de la deforestación en las cadenas de suministro agrícola. Se trata de una superficie mayor que Rhode Island.

El Cerrado no forma parte de la Amazonia. La deforestación relacionada con la soya no se ha erradicado por completo en la Amazonia propiamente dicha, afirman investigadores independientes, pero se ha ralentizado considerablemente gracias a la Moratoria de la soya. En virtud de ese pacto industrial, que solo se aplica en la región amazónica, los principales comerciantes de materias primas del mundo acordaron conjuntamente no comprar ni financiar soya cultivada en tierras que hubieran sido deforestadas después de 2008.

En parte como resultado de esto, en 2023, la cosecha de soya en la Amazonia procedía de 150.000 hectáreas de tierras recientemente deforestadas, según las cifras de Trase, una superficie mucho menor que en el Cerrado.

Ahora, aumenta la presión para que se suspenda la moratoria de la soya en la Amazonia. En agosto, el regulador nacional antimonopolio de Brasil la suspendió brevemente mientras el organismo abría una investigación sobre una supuesta colusión entre comerciantes. Un tribunal federal restableció inmediatamente la moratoria, pero su futuro aún es incierto.

La asociación de productores de soya encabeza la carga contra la moratoria. Beber, vicepresidente del grupo, la calificó de “barrera comercial disfrazada de protección medioambiental”. Dijo que la moratoria de hecho favorecía a otros países al regular qué soya brasileña puede comercializarse en el mercado mundial.

Beber dijo que los agricultores podrían ampliar enormemente la producción de soya en zonas del Cerrado que actualmente son pastizales. “Todas esas regiones tienen pastizales degradados con potencial para ser convertidos en tierras de cultivo”, dijo. “Realmente solo depende de la viabilidad económica y de mercado”.

La viabilidad del mercado para los agricultores de soya estadounidenses es incierta.

La soya es la principal exportación agrícola estadounidense. La Asociación Estadounidense de la soya ha dicho que los agricultores estadounidenses corren el riesgo de perder a su principal cliente, China, que les aportó más de 12.600 millones de dólares el año pasado, si continúa la disputa comercial. Mientras tanto, los aranceles a China han hecho subir los costos de los fertilizantes y los equipos en Estados Unidos.

Trump ha oscilado drásticamente sobre si tiene intención de reunirse con Xi a finales de mes en una cumbre comercial en Corea del Sur. Si se reúnen, es seguro que la soya estará en la agenda.