El banquero convertido en primer ministro de Canadá logró un milagro político al llevar a su partido desde el abismo de las encuestas a un cuarto mandato en el poder, algo poco habitual, y al asegurarse el máximo cargo del gobierno tras entrar en la política electoral hace apenas tres meses.
Mark Carney, el nuevo líder del país, dijo a los canadienses que era la persona adecuada para enfrentarse al presidente Trump y que, con su experiencia en economía, sabía cómo impulsar la apagada economía del país y fortalecerla en tiempos turbulentos.
Ahora tiene que hacer todo eso, y rápido, mientras su país sale de un prolongado periodo de agitación política y se enfrenta a las consecuencias de una guerra comercial con su aliado y socio económico más cercano: Estados Unidos.
Desorden en casa
Cuando el predecesor de Carney, Justin Trudeau, anunció en enero que dimitiría tras 10 años al frente de Canadá, creó una rara oportunidad que Carney aprovechó.
Pero después de que en marzo Carney ganara la contienda para sustituir a Trudeau como primer ministro y líder del Partido Liberal, también heredó una situación nacional desordenada que ahora debe afrontar con urgencia.
El Parlamento canadiense no se ha reunido desde antes de Navidad, después de que Trudeau suspendiera sus actividades para poder celebrar la elección del liderazgo liberal que encumbró a Carney.
Como consecuencia, el país lleva meses en un estado de inestabilidad política, sin capacidad para impulsar una agenda legislativa.
Y Carney aún no tiene su propio gabinete; hizo pequeños cambios en el que heredó de Trudeau, pero ahora que ha ganado las elecciones nacionales es probable que ponga su sello personal en el gobierno eligiendo a los principales ministros.

Además, los Liberales no consiguieron una mayoría de escaños en la Cámara de los Comunes, y tendrán que cortejar a tres miembros de partidos más pequeños para conseguir que se aprueben sus políticas en la cámara de 343 escaños.
Carney tendrá que actuar con rapidez para conseguir los aliados parlamentarios necesarios y garantizar la estabilidad de su partido mientras evita que se vuelva vulnerable a una moción de censura, lo que desencadenaría nuevas elecciones.
“Lo primero es formar un gabinete y recuperar el Parlamento lo antes posible”, dijo Matthew Holmes, alto ejecutivo de la Cámara de Comercio de Canadá, que representa los intereses empresariales.
“Necesitamos que el primer ministro entre en funciones y se ponga rápidamente a legislar”, dijo Holmes. “No hay luna de miel para este primer ministro”.
Estabilidad ya
Un argumento clave para los canadienses que benefició a Carney en las urnas fue que era el líder adecuado para enfrentar la reorganización del comercio y la seguridad mundiales impulsado por Trump.
La experiencia previa de Carney al frente de grandes instituciones en tiempos de agitación, incluido el Banco de Inglaterra durante el brexit, fue clave para convencer a muchos canadienses que lo respaldaron de que sus credenciales se alineaban con los desafíos que enfrenta Canadá.
Las empresas canadienses esperan que Carney restablezca el orden en el comercio con Estados Unidos. Los aranceles de Trump sobre los productos canadienses han sido un blanco móvil, en el que la administración ha retirado algunos gravámenes, al tiempo que aplicaba otros nuevos, sin una lógica económica coherente. El resultado ha sido la paralización de las inversiones del sector privado en Canadá, dijo Holmes. Carney debería ocuparse de ello inmediatamente, señaló.
“El capital está congelado y paralizado, viendo cómo se desarrolla la guerra comercial y sin saber qué depara el futuro”, dijo Holmes. “Necesita inyectar certidumbre en eso”.
Contra Trump
El hecho de que Carney enmarcara su campaña en torno a las amenazas de Trump a Canadá lo ha elevado a la categoría de figura anti-Trump a nivel mundial. Es el primer dirigente importante elegido con una campaña explícitamente anti-Trump desde la reelección de este.
“Como vengo advirtiendo desde hace meses, Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, nuestra agua”, dijo Carney a sus partidarios reunidos en Ottawa, capital de Canadá, en las primeras horas del martes para celebrar su victoria. “El presidente Trump está intentando doblegarnos para poder adueñarse de nosotros. Eso nunca ocurrirá”, añadió mientras la multitud abucheaba.
Más tarde, el martes, los dos hombres hablaron por teléfono, dijeron sus oficinas, y acordaron reunirse pronto.
La encendida retórica de Carney podría ser un problema si los dos líderes hablan en persona. Carney ha dicho que quiere ganarse el respeto de Trump, al tiempo que se muestra abierto a debatir cómo será la futura relación entre ambos países en diversas cuestiones, como el comercio y la seguridad.
“En Occidente existe el deseo de encontrar una figura anti-Trump que asuma el papel de líder del mundo libre”, dijo Stephen Wertheim, investigador principal de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. “Creo que es una propuesta arriesgada”.
“En el momento en que los medios de comunicación empiecen a promocionar a un líder extranjero como el abanderado de la resistencia mundial contra Trump, eso pondrá un blanco en la espalda de ese líder”, añadió Wertheim.
Es probable que Carney adopte un tono más matizado a puerta cerrada con Trump, pero el público canadiense buscará el desafío y el orgullo que prometió en campaña.
Y el hecho sigue siendo que Estados Unidos ha impuesto aranceles a sectores canadienses clave, como la industria automovilística, y que Trump sigue diciendo regularmente que quiere que Canadá se convierta en el estado 51, incluso el día de las elecciones canadienses.
Wertheim dijo que Carney debería ignorar las amenazas y enfocarse en llegar a un acuerdo. “Creo que Carney no debería obsesionarse demasiado con la amenaza de anexión”, dijo. “Si Trump hace alguna, probablemente será medio en broma, y Carney debería devolvérsela y sonreír”.
Hacer de anfitrión
Una primera prueba de la capacidad de Carney para gestionar el trato con Trump tendrá lugar cuando sea anfitrión de la cumbre de líderes del grupo de las 7 economías industrializadas, G7, que se celebrará en Kananaskis, Alberta, en junio.
Se espera que Trump asista, y se encontrará entre los aliados más cercanos de Estados Unidos, los cuales se han visto afectados por los aranceles estadounidenses.
Carney, por el contrario, estará entre amigos, en su propio patio trasero. Él mantiene una relación personal con el presidente Emmanuel Macron de Francia y con el primer ministro Keir Starmer del Reino Unido, e intenta negociar un acuerdo sobre gasto militar con Ursula von der Leyen, la máxima responsable de la Unión Europea.
No está claro qué se decidirá en la cumbre, si es que se decide algo, ya que las reuniones mundiales de este tipo suelen consistir en coordinar la política a un nivel superior más que en producir algo concreto.
Aun así, existe un pequeño margen de error. La última vez que Trump asistió a una cumbre del G7 en Canadá, tuvo una riña con Trudeau, se marchó sin firmar un inofensivo comunicado conjunto y luego llamó a Trudeau “dos caras”.
Carney tendrá que gestionar de cerca el acontecimiento para tratar de evitar cualquier disgusto.
“La cumbre de líderes del G7 de junio determinará realmente la primera evaluación de su éxito”, dijo Holmes. “Esto es con lo que hizo campaña, el poder manejar una situación geopolítica internacional muy compleja”.