Ciudad de México.-"¿Irás de luna de miel?" -le preguntaron a un novio en la víspera de su boda. "De luna solamente -respondió-. La miel ya me la chingué". De luna de miel fue cierta parejita a un pequeño pueblo que conservaba costumbres antañonas, entre ellas la del sereno, quien a lo largo de la noche hacía sonar su campana cada hora. Los recién casados acordaron, divertidos, que cada vez que se oyera la campana harían el amor. Tres campanadas resistió el novio, pero supo que la cuarta sería empresa superior a sus menguadas fuerzas. Así, después de un breve sueño salió de la habitación con pretexto de ir a tomar una copa, y en la calle habló con el sereno: "Le ofrezco 500 pesos si en vez de tocar su campana cada hora la toca cada tres horas". "Tendrá que perdonarme, señor -contestó el hombre-. Hace un rato vino una hermosa joven y me dio mil pesos para que toque la campana cada media hora". Mi memoria es muy mala: no me permite olvidar nada. Soy memorioso, aunque lejos estoy de compararme con Álvaro Obregón, dueño de una retentiva prodigiosa. Al final de un banquete el michoacano José Rubén Romero, creador del Pito Pérez, leyó un largo poema de su autoría. Al final de la lectura le dijo el Manco de Celaya: "Hermosos versos, Pepe, pero no son suyos". "¿Cómo, general? -se turbó el escritor-. El poema es mío. Anoche terminé de escribirlo". "Perdóneme -ripostó Obregón-, pero ese poema lo conozco desde hace mucho tiempo. Me gustó tanto que me lo aprendí". Y repitió de principio a fin los versos, sin omitir ninguno. Romero, confuso, balbuceaba protestas: el poema lo había escrito él. "Claro que lo escribió, usted, amigo Pepe -lo tranquilizó el sonorense-. Es esta maldita memoria mía, que graba todo lo que escucho o leo". Imposible igualar ese prodigio, pero diré sin vanagloria que ahora mismo podría recitar completa "La Suave Patria" de Ramón López Velarde; todos los sonetos del "Idilio Salvaje", de Manuel José Othón; el Nocturno a Rosario, de Acuña, y una veintena más de poemas de igual larga extensión. Cosecho aplausos de mis nietos cuando digo sin equivocarme la relación de los ríos de Europa aprendida en el sexto año de primaria: Guadalquivir, Guadiana, Tajo, Duero, Ebro, Garona, Loira, Sena. Rhin, Elba, Vístula, Niemen, Oder. Este último aprendizaje hizo que me aficionara a la Geografía. Tengo como un tesoro el Merriam-Webster´s Geographical Dictionary, que registra innumerables datos de los seis continentes en que se divide el mundo: África, América, Asia, Europa, Oceanía y Saltillo. Los cito por orden alfabético, no de importancia. En ese profuso lexicón aprendí que Timbuctú se encuentra en Mali, África, cerca del río Niger. La ciudad fue fundada por tuaregs en el siglo XI, y era punto obligado de paso para las caravanas que comerciaban en la región del Sahara. Actualmente es atractivo turístico por sus interesantes ruinas, restos de la cultura islámica. Pienso que a ese remoto sitio debería irse López Obrador junto con Andy, Pío, Noroña, Adán Augusto y otros miembros de su cercano círculo familiar y político. ¡Qué bien tan grande le haría AMLO a México al avecindarse en Timbuctú! Ese patriótico ostracismo disiparía la amenaza de un maximato, régimen dinástico que se avizora ya, y -lo más importante- permitiría a la Presidenta Sheinbaum gobernar sin la sombra del caudillo. Ofrezco no protestar si los del grupo hacen el viaje en business class, se hospedan en hotel de lujo y disfrutan cenas de 47 mil pesos por piocha. Para todos los efectos La Chingada está demasiado cerca del Palacio Nacional. Nuestro país ganaría mucho si López Obrador se fuera a Timbuctú. FIN.
MIRADOR.
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
Anoche vi por cuarta o quinta vez The rainmaker, en español "El Farsante" o "El hombre que hacía llover", película de Joseph Anthony con actuaciones quizá un poco teatrales -el film se basa en una obra de teatro- de Burt Lancaster y Katharine Hepburn.
La obra trata de un simpático timador -no hay pillo que no sea simpático- que engaña a la gente haciéndola creer que puede alejar los tornados y provocar la lluvia.
Cada vez que veo esa película recuerdo cómo iba de niño a los viñedos Álamo, de don Nazario S. Ortiz Garza, a ver y oír un tremendo cañón cuyos disparos, se decía, alejaban las nubes de granizo y en su lugar hacían caer una bonancible lluvia.
Años después hubo una prolongada sequía en Monterrey y zonas aledañas. Fue contratado -entiendo que a alto costo- un matachín supuestamente indígena cuyas danzas atraían nubes que descargaban su agua. Al menos eso afirmaba el matachín. De sobra está decir que la sequía continuó, y anda vete el danzante con su lana.
Un cierto meteorólogo se ufanó una vez: "Por fin ayer cayó la lluvia que venía yo pronosticando desde hace cuatro meses". Piden las voces campesinas: "San Isidro Labrador, pon el agua y quita el sol". En mi ciudad ha llovido tanto últimamente que se han inundado colonias enteras. La casa de un amigo mío tiene una gotera que forma parte ya de la familia. Secretamente reza él: "San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol".
Qué pena. Diosito a nadie le da gusto.
¡Hasta mañana!...
MANGANITAS.
Por AFA.
". La Presidenta de México les tiene miedo a los cárteles, afirma Trump.".
Guárdese Trump su opinión,
y ponga en su boca un dedo.
Lo que siente ella no es miedo,
es tan sólo precaución.
Opinión
Sábado 06 Sep 2025, 06:30
AMLO a Timbuctú
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Armando Fuentes
