Hemos dado el triple salto
mortal de textear a sextear…
Decíamos apenas ayer que cuándo nos enamorábamos era como sentir mariposas en el estómago, con la sensación de un lento y agradable aleteo multicolor como una molestia agradable que nos daba felicidad y la transmitíamos por la vista, la expresión de la cara y nuestra actitud positiva.
Esas mariposas se han convertido en dragones que con fuertes bocanadas de fuego incendian el interior y las vísceras por la pasión que los griegos consideraban el nivel más bajo y primario de nuestro organismo. La pasión por encima de la emoción y la emoción trepada a la razón. Antes de la incursión de internet, Sigmund Freud había definido la mente humana como pansexista o sexualizada y no propiamente por una relación sexual normal, sino de cualquier práctica que estuviese investida de líbido que tuviera una carga erótica para la persona. Si para Aristóteles éramos animales políticos o animales sociales, Freud nos consideró como animales sexuales, para destacar que el lívido o lujuria son las principales motivaciones de los seres humanos para actuar.
Y las empresas globales dueñas de las redes sociales lo saben y explotan y sobreexplotan el tema porque es negocio que representa miles de millones de dólares.
¿Ha llegado a imaginar que por internet se puede tener sexo?, ¿hasta qué punto hemos reducido el intercambio gráfico de nuestro cuerpo como intercambio de estampitas, sin mayor trascendencia que atender el lívido?
El mayor auge de la pornografía se debe a internet.
El acceso libre y total de internet a todos los sectores implica un serio reto que no solo por ser adolescentes estarían expuestos, sino por los peligros que conlleva al saltar de lo intimo y privado a lo público que se transforma en extorsión que aparte de un delito, vulnera la dignidad de los seres humanos.
Y esa práctica de “sextear” a través de las redes sociales y con aplicaciones específicas, también ha arrasado a personas adultas que suponen que están ocultos tras el anonimato, sin pensar que todo dato que sube a la red queda en los registros de las propias empresas que los suman a sus listas de clientes frecuentes. Y pueden ser los padres o abuelos que antaño se espantaban por el despertar hormonal o concupiscente de jovencitos, pero ahora también ellos han invadido las redes en buscar del “sexo electrónico” o virtual, pero que por la tecnología transmite videos en tiempo real, intercambio de fotos de desnudos e interacción sorprendente.
El término sextear está considerado como la acción de enviar o intercambiar mensajes de texto, fotos o videos con contenido sexual explícito a través de dispositivos electrónicos, como teléfonos celulares o computadoras. La palabra procede del inglés sexting, que es la combinación de las palabras sex (sexo) y texting (enviar mensajes de texto).
Entre las características de sextear está la categoría de ser una acción voluntaria porque el contenido es creado (grabado, filmado o fotografiado) conscientemente por sus protagonistas como por ejemplo por parejas que de forma consensuada puede iniciar con la experiencia a distancia pero que por lo general no termina en buenos términos, porque está viciada de origen. Quien pide fotografías de desnudo por teléfono es porque no tiene la posibilidad de lograrlo de manera presencial.
Por eso, la característica es que se da en el contexto digital, ya que se usan herramientas o dispositivos de mensajería, redes sociales y correo electrónico.
Y el gran peligro que se abre es que la práctica conlleva el riesgo de perder el control sobre el contenido una vez enviado, lo que puede dar lugar a ciberacoso, chantaje (sextorsión) y la difusión sin consentimiento, con graves consecuencias para la víctima. Es una de las venganzas actuales cuando se termina una relación sentimental que estuvieron practicando el sexting y al romper, vienen los chantajes y amenazas se subir esas fotos a las redes de familiares y amigos.
México es uno de los países que más practica el sexting en Latinoamérica, según datos de un estudio reciente realizado por JAMA Pediatrics reveló que aproximadamente “el 14.8 % de las y los jóvenes menores de 18 años practican el envío de contenido sexual, mientras que el 27.4 % lo recibe” (Alas tensas, 2023)[1].
La Gaceta de la Universidad Nacional Autónoma de México publica que el sexting o sextear es una práctica sexual comúnmente realizada entre personas jóvenes, debido a la cercanía que tienen con el uso de las tecnologías y plataformas que les permiten enviar mensajes de texto, ya sea por redes sociales o apps de mensajería. Esta práctica consiste en el intercambio de mensajes de índole sexual, en las cuales incluyen videos y fotografías explícitas; éstas suelen compartirse desde la intimidad, cercanía, confianza, el descubrimiento y el goce de la sexualidad y derechos sexuales con la pareja o cualquier persona con la que se haya decidido establecer un vínculo sexoafectivo previo.
Pero también esa es una de las razones de la existencia de una violencia digital y de una violencia sexual contra las mujeres. Facebook está en los grupos públicos y privados donde usuarios anónimos ofrecen a intercambiar fotos íntimas de esposas y familiares. Como con la pornografía habitual, es difícil saber de donde surgen las fotos, aunque muchos dicen que son propias, otras parecen modificadas con inteligencia artificial[2] .
Este fenómeno toma mayor relieve cuando menores de edad resultan víctimas de esa pornografía, disfrazada de sexo voluntario, con jovencitos entre 14 y 15 años que se proyectará en consecuencias de cuadros depresivos, ansiedad, aislamiento y estrés postraumático.
Cuando tomó auge el uso del teléfono celular, se modificaron conductos y hábitos que a la postre generó consecuencias y con aplicaciones de mensajería nos convertimos, según nosotros, en multifuncionales, con la nueva capacidad de hacer varias acciones al mismo tiempo desde un dispositivo electrónico, pero como todo en la vida, en el pecado llevamos la penitencia.
Abusamos de intercambiar mensajes mientras conducimos el auto, lo que dio nacimiento al verbo de mensajear: escribir y leer mensajes que terminó en “textear”, como acción de elaborar textos.
Con el incremento de accidentes viales por ir “texteando” mientras se conducía, surgieron campañas en todo el mundo advirtiendo del peligro y por supuesto anunciando de considerables multas. En el fondo, esto también les ha dado un nuevo “respiro” a muchas agentes viales que solo se dedican a cazar conductores que van hablando por celular, aunque la circulación en las calles sea un caos.
Lemas como “no te enREDES manejando”, “textear y conducir puede esperar”, “si texteas no manejes”, “no textear mientras manejas o conduces”, “textear al volante es fatal”, y asi existen muchas alertas y advertencias de esa nueva acción y verbo de tener en nuestras manos un teléfono y tercamente querer usarlo a toda hora y en todo momento.
Son los nuevos hábitos, vicios y dependencias o adicciones.
Sin embargo, una acciones llevan a otras. De “inocentemente” textear o escribir mensajes en nuestros teléfonos, las aplicaciones han descubierto que por ahí mismo funciona de manera invasiva y global otra acción que reditúa y representa uno de los mejores negocios en el mundo que es el sexo.
Sigmund Freud se hubiera desquiciado más si hubiera sometido a su famoso psicoanálisis a un teléfono celular, para extraerle todos los secretos, misterios y entresijos para fortalecer su teoría que todo en este mundo es sexo y por supuesto, jamás se hubiera imaginado que por una pequeña maquina o dispositivos electrónico se pudieran intercambiar los sentimientos y emociones del lívido que tanto le impactaban.
Pues sí, hemos “trascendido”, si así le podemos llamar, de textear en un celular a sextear en ese mismo celular.
[1] ESCALONA, Sofia (2024) ¿Sextear o no sextear? La estigmatización detrás de esta práctica, Gaceta de la UNAM, 16 de septiembre de 2024, Podcast Violeta y Oro, México.
[2] https://es.wired.com/articulos/odio-porno-y-engagement-las-redes-que-normalizan-la-violencia-sexual-digital, revista Wired, 20 de octubre de 2025.