Por siglos, nuestros pueblos originarios han habitado las extensas regiones de la tierra que eventualmente se convirtió en el gran Estado de Chihuahua. Sus costumbres, su arte, al igual que su influencia en nuestra historia, representan un patrimonio cultural para todos los chihuahuenses.
Reconocer a los primeros pobladores significa, no solo rememorar las tradiciones antiquísimas que se mantienen vivas hasta la actualidad, sino también portar con orgullo ante el mundo entero la identidad cultural que compartimos como miembros de una misma comunidad.
Fue por esa razón, y con mucho orgullo, que por primera vez en la historia de México y del Estado de Chihuahua, llevamos una comitiva de un coro de niñas rarámuris para cantar en el Vaticano. Sus voces, nacidas en las profundas montañas de la Sierra Tarahumara, resonaron en una de las sedes espirituales más importantes del mundo.
Este acto fue un momento de profunda afirmación identitaria. Nuestro Estado llevó ante los ojos del mundo entero la voz de un pueblo que, aun en medio de la adversidad, logra expresar la identidad resiliente que caracteriza a los chihuahuenses.
Este logro fue posible gracias a que este año, el Estado de Chihuahua tuvo el honor de representar a México en la tradicional festividad de la Navidad Mexicana en el Vaticano. Se trató de un encargo de enorme responsabilidad: mostrar, frente a la comunidad internacional, una parte esencial de nuestra identidad nacional.
La presencia de Chihuahua se concentró en brindar el reconocimiento a una riqueza cultural que forma parte del patrimonio espiritual de México: la Sierra Tarahumara, sus pueblos originarios y las expresiones artísticas que han resistido el paso del tiempo.
Entre nacimientos elaborados por artesanas y artesanos de Paquimé, bailables tradicionales, exposiciones fotográficas de nuestra tierra y de su gente, y una decoración característica de nuestros pueblos originarios, logramos representar dignamente la cultura de Chihuahua.
Pero detrás de todo acto de representación hay un deber más profundo: la responsabilidad de honrar, con políticas y acciones concretas, a quienes nos permiten mostrar al mundo nuestra identidad. Llevar la cultura y las voces rarámuri a espacios internacionales, nos compromete aún más a proteger y acompañar su vida.
No basta mostrar la riqueza cultural que poseemos en nuestro Estado; con humanismo político, debemos transformar las condiciones de quienes más nos necesitan, de manera que, sin importar lo lejana que se encuentre una comunidad en la zona serrana, también ahí se pueda vivir dignamente.
La Sierra Tarahumara es una región de belleza extraordinaria. Sus montañas, barrancas y valles componen un paisaje que impone a cualquiera que lo admire. Pero esa grandeza natural convive con una herida abierta: su profunda y dolorosa marginación
Durante décadas, los gobiernos del pasado hicieron caso omiso de las necesidades de quienes vivían en la zona serrana, lo que generó una enorme brecha de desigualdad entre la vida en las ciudades y quienes habitan la sierra. Esa indiferencia histórica es una deuda que como Estado estamos obligados a responder, no solo como una responsabilidad gubernamental, sino como un compromiso ético con todas las familias que viven ahí.
Fue por eso que desde hace varios años, impulsamos una estrategia integral que suma el trabajo de todas las dependencias estatales, para hacerle justicia a toda la zona serrana y a las familias que viven ahí.
Mediante esta estrategia, hemos logrado llevar servicios y apoyos esenciales a esta compleja zona geográfica, cuando hace tan solo unos años parecía imposible intervenirla. Con voluntad, hemos logrado dotar de agua potable y drenaje a comunidades marginadas, construir techos y pisos firmes para miles de familias, llevar electricidad a localidades completas, rehabilitar y edificar caminos para disminuir los tiempos de traslado, reactivar centros de atención para niñas, niños y sus madres, llevar atención médica a personas por primera vez en sus vidas, así como garantizar el suministro de alimentos a decenas de miles de hogares.
Todas estas acciones reflejan un auténtico humanismo político, en el que la acción pública se orienta a ampliar las oportunidades y mejorar la calidad de vida de las personas y sus comunidades.
La presencia de este orgulloso pueblo en el viejo continente es una manera de honrarlos, pero el mayor reconocimiento lo realizamos en tierras chihuahuenses, con escucha de sus necesidades y con atención puntual sobre sus carencias.
Así, caminamos juntos hacia un Estado que honre sus raíces, acompañe a su gente y trabaje para que cada persona que vive en la Sierra viva de manera digna.
Hoy y siempre, para atender a nuestros pueblos originarios y nuestra querida sierra Tarahumara, Chihuahua Cuenta Conmigo.