Bajo el lema Pursuing Peace se reunieron este 15 de agosto en Anchorage, Alaska, los presidentes Vladimir Putin, de la Federación Rusa, y Donald Trump, de los Estados Unidos de América. Las crónicas de lo ahí realizado ya circulan con los sesgos obligados de los medios occidentales y orientales, cada cual reportando de acuerdo con su propia agenda.
Es el arranque de una búsqueda —como su nombre lo indica—, pero qué lejano parece lograrlo. De hecho, me gustaría dejar sentado, antes de hacer un análisis del hecho, lo que Germán Gorraiz en Telesur reseñó previamente con su trabajo titulado:

¿Qué se esconde tras la cumbre Trump-Putin en Alaska?
“Los globalistas del Club de las Islas no aceptan un Acuerdo de Paz con Putin, pues ‘Rusia es la ballena blanca que llevan años intentando atrapar’. Por ello estarían presionando a los líderes europeos y al Pentágono para que la OTAN declare la guerra abierta a Rusia. Así, Rusia acusa a Kiev de planear un ataque de ‘falsa bandera’ para desacreditarla antes de la cumbre de Alaska entre Trump y Putin.
Tras resultar Trump claro vencedor de la contienda electoral, las prioridades de su política exterior serían el inicio de la guerra contra Irán y el asedio a China, por lo que Trump estaría sopesando la necesidad de firmar un Acuerdo de Paz con la Rusia de Putin.
El Pentágono habría visto cumplido ya su objetivo de impedir la expansión rusa al tenerla cercada en sus fronteras, al tiempo que Congreso y Senado considerarían el conflicto ucraniano como un pozo sin fondo que conviene finiquitar de inmediato.
Así, la próxima cumbre entre Trump y Putin en Alaska tiene como objetivo principal discutir una posible solución a la guerra en Ucrania. Dicha cumbre ha sido preparada con rapidez, con conversaciones previas entre el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, y el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. La Casa Blanca describe el encuentro como un ‘ejercicio de escucha’ para Trump, sin expectativas de un acuerdo inmediato.
Por su parte, Putin busca un Acuerdo de Paz que establezca que Ucrania no entrará en la OTAN y que el contencioso ucraniano quede definido con la división del país en dos mitades: el Este, incluida Crimea, el Donbás, Zaporiyia y Jersón, bajo la órbita rusa; y el Centro y Oeste bajo tutela de Occidente. La línea imaginaria que uniría Járkov, Zaporiyia, Bajmut y Rubizhne pasaría a ser el nuevo Muro de Berlín de la Guerra Fría 2.0.
Trump es consciente de que los acontecimientos bélicos lo están sobrepasando y, si no acaba pronto con Zelensky, EE. UU. se verá involucrado en una guerra abierta contra Rusia. Zelensky, teledirigido por los globalistas, sería refractario a los postulados de Trump y se habría convertido en un lastre del que conviene desprenderse.
Zelensky sabe que el fin de la Ley Marcial obligaría a convocar elecciones en Ucrania, lo que implicaría la pérdida de su poder omnímodo. Por ello, un posible Acuerdo de Paz entre Trump y Putin sería torpedeado por la trama liderada por Zelensky, Polonia y la inteligencia británica, con el objetivo confeso de implicar a la OTAN en un conflicto total contra Rusia.
Así, se estarían preparando atentados de falsa bandera para implosionar la central nuclear de Chernóbil —cuyo primer aviso habría sido el reciente ataque con drones, atribuido a Rusia—. No es descartable tampoco un ataque con misiles a la central nuclear rusa de Kurchátov, en el óblast de Kursk, o incluso a territorio polaco y rumano. Ello provocaría la entrada oficial de Gran Bretaña, Polonia, Rumanía, los países bálticos y, por extensión, de toda la OTAN en una guerra abierta con Rusia, lo que haría inviable un Acuerdo de Paz y permitiría a Zelensky seguir como dictador”. (1)
Reflexión obligada
Trump y Putin, Putin y Trump caminan por un sendero innovador en lo que todos sabemos es una era de interregno. Esto quiere decir que la hegemonía norteamericana languidece y el nuevo sol aún no aparece.
Algunos pronostican que el de China es el sol económico y productivo que ya brilla con esplendor, aunque los beneficiarios de la prensa occidental se nieguen a verlo. Otros valoran a Rusia como la hegemonía nuclear dominante, aun cuando hasta ahora no haya hecho uso total de su poder.
Estados Unidos sigue ahí, en los estertores de un imperio que colapsa desde Vietnam, Afganistán y ahora Gaza, por más que suponga que nadie lo advierte. Lo señalo en mayúsculas porque es un secreto ya inocultable. Y está también Donald, el enigmático Trump, que desea un Premio Nobel de la Paz y, al mismo tiempo, construir un resort en Gaza sobre miles —si no es que millones— de cadáveres. Una contradicción que bordea lo inhumano.
El tiempo dirá cuán grande es su afán de buscar la paz o cuánto pesa su ánimo de lucro con aranceles y guerras.

Lo cierto es que Ucrania es una mancha más en la historia de intervenciones fallidas de EE. UU., y parece que este no fue el primer round, sino apenas uno de sombra.
Sólo deseamos que llegue la luz al mundo, que tanto la requiere en este oscurantismo bélico en el que estamos inmersos: de Siria a Ucrania, de Gaza a Venezuela. Urge no solo que busquen la paz, sino que la encuentren, y que sea una paz para todos.