La elaboración del presente trazado no tenía contemplado el tema de que Jueces de Distrito; “Otorgaran suspensiones provisionales, en contra del dictamen de la reforma al Poder Judicial con la finalidad de que no se discuta en el Pleno del Congreso de la Unión”. El cual vino a surgir por la tarde del domingo. Desde el ámbito académico y político veo un efrentamiento jurídico entre los órganos del Estado, ni en época de la Reforma se había presentado.
Por su parte Ricardo Monreal asegura que; “Morena no seguirá órdenes de los jueces sobre la Reforma Judicial; “Sí dijo Morena”, no lesgisladores. Si los diputados oficialistas no acatan la orden de los órganos de Control Constitucional.
En este caso sí existe un desacato sobre la resolución de un Juez de Distrito, sobre la suspensión otorgada, se tiene que dar vista a la Fiscalía General de la República, que formara parte del Ejecutivo, Este; ¿inciará un procedimiento ante la falta de cumplimieno a una orden judicial?
Lo que nos faltaba, Noroña presidente del Senado de la República y dice que “va a ser conciliador”, así como un puente. El pueblo está que explota pero Morena y el presidente, están tranquilos o se hacen “pendejos”. Por desgracia estamos arrinconados y como van la cosas, la reforma al Poder Judicial, será un de los actos más violentos y rapaces en la historia de nuestro país. AMLO y sus seguidores confundidos de la historia de México, no tienen una idea de lo que están haciendo con las luchas de independencia, reforma, revolución y por qué no el levantamiento cristero, ni deben de saber qué es esto.
Vemos en los medios de comunicación cómo los trabajadores del Poder Judicial, con garras y empeño, más que buscar, qué es importante, sus fuentes de trabajo, pero lo que buscan es que respete la división de poderes, al extremo de desaparecer a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a los Tribunas de Justicia en todos y cada uno de los Estados de la República. Hasta allá serán los ecos de las reformas que pretenden. Creo que es necesario cultivar desde nuestros hogares si seremos afectos en nuestra vida cotidiana.
Lo tengo que decir, en mi familia ya se presentan discusiones sobre estos temas y fuertes, al grado de: “No me hables, tengo mis tres mil pesos de bienestar”. Siempre han existido estos apoyos, pero no se cacareaba tanto el huevo.
En México, la realidad ciudadana narra la historia de la verticalidad del poder de la élite económica y la élite política, donde la intrincada relación de dominación y reproducción hegemónica de la institucionalidad, vulnera a la ciudadanía, que desvalida, es manipulada a través de tutelas gubernamentales y enclaustrada en el subdesarrollo político. Muy fácil en las elecciones del 2 de junio el pueblo nos autorizó hacer lo que se nos dé la gana.
Este escenario de sometimiento social devela una mascarada de poder. Se ha hecho del Estado una maquinaria opresora, donde la democracia y su semántica han sido corrompidas y han dado paso al utilitarismo y al gatopardismo con el que se intenta legitimar el ejercicio de gobierno sobre la conciencia política cegada y relegada por el corporativismo populista.
En esta tesitura, el politólogo Leonardo Avritzer ha dejado en claro que existe un fenómeno de “elitismo democrático” cuando los partidos políticos utilizan a la democracia “exclusivamente como un conjunto de mecanismos pluralistas y competitivos para la selección de élites, lo que no sólo restringe las oportunidades de participación, sino que privilegia el rol de las estructuras institucionalizadas para dicha selección…”.
Mientras la partidocracia experimenta confusión, el presidente López Obrador tiene una certidumbre que pasma. Luis Rubio expresa al respecto: “Sobre lo único que no hay disputa es que el presidente está avanzando aceleradamente hacia una creciente concentración del poder. Cada paso que da y cada decisión que toma tiende a eliminar competencia, disminuir o neutralizar contrapesos y cancelar todas las fuentes de independencia que puede”.
En esta verticalidad política, el quehacer de un partido es vital en el desenvolvimiento de las fuerzas democráticas. Jamás puede ser contemplativo o comparsa del utilitarismo público, porque ello ha edificado la corrupción e impunidad, que hoy corroen como cáncer las entrañas de la transformación política de la nación. Este cáncer de las reformas al Poder Judicial, terminará con tantos años de lucha de nuestros antepasados como luego decimos: “Quienes nos dieron patria” Plutarco Elías Calles se que cortó frente a López Obrador.
¿Qué explica el “elitismo democrático” de Estado, que hoy bajo la premisa de la transformación política, ha maniatado a los partidos y a la sociedad civil?
En este sentido, el peso de las decisiones en la democracia parlamentaria se han convertido en una pesada losa que aplasta a la partidocracia en oposición, cuestión que también coquetea con las pretensiones políticas individuales e individualistas de diputados, senadores y clase política, que erigidos en mercaderes de la democracia, carentes de conciencia política, hoy marginan la representación ciudadana para tratar que el vendaval político se convierta en río revuelto, y con ello, obtener ganancia de pescadores.
La realidad es clara: la oposición partidista es comparsa del Estado, y lo que es peor, los intereses individuales se superponen a la conciencia democrática, por lo que el escaño, la curul o el puesto público sustituyen a la conciencia política y al recto proceder de un representante popular, que se debe al pueblo y al respeto al Contrato Social.
¿Qué les pasa a los partidos políticos que asemejan fantasmas en casas vacías?
La partidocracia en “oposición” da un triste espectáculo de sumisión política…, ha perdido la brújula de la organización y su imaginación gubernamental se constriñe a la reacción vehemente, pero carente de estrategia e inteligencia política. Es una realidad lamentable que amenaza a la sociedad con extraviar el rumbo de la democracia y del país.
La manipulación ciudadana se ha convertido en el veneno de la democracia. La quimera de la transformación, única vía de la nación, se vende y representa como alternativa discursiva mañanera.
El despertar se abre para construir cada día lo posible y lo imposible. Al margen de la racionalidad de los datos o del sustento científico de la política y la administración pública, se vive una omnipotencia nunca antes vista, con el peso de la inopia social más absoluta.
En esta cruenta realidad, la operación de la manipulación política frena la participación ciudadana; obstruye los mecanismos y acciones que debe impulsar la democracia representativa; y construye la tiranía de la mayoría parlamentaria, donde el peso de un partido vuelve vasallos a las demás expresiones políticas, creando una ínsula de poder donde el debate, la inteligencia y la sensatez, se sustituyen por la métrica de la mayoría.
La tiranía hegemónica que ejerce el lobby de presión de Morena, ahonda el pesar ciudadano, que al carecer en la partidocracia de auténticos conductores sociales, ve decapitada su esperanza de hacer de la representación política el valor de su soberanía.
Todo indica que “reclutamiento manipulado” de los ciudadanos crea desigualdad política. Provoca que su participación sea ajena a la toma de decisiones, y profundiza la escisión entre la soberanía popular y la representación política parlamentaria; esta disociación espuria amenaza convertir al sistema político en una camisa de fuerza para el tejido social.
Llegó la era del “elitismo democrático” y del secuestro manipulado del espacio gubernamental.
Empero, no se puede trocar la conciencia política ni la conducción partidista, por una retórica de transformación nacional; hacerlo sacrifica la vitalidad democrática de la ciudadanía, neutraliza su voluntad en la toma de decisiones públicas y fractura la soberanía popular, al enclaustrar las acciones de gobierno y manipular las prácticas de parlamento abierto, para dar paso a un populismo ciego, que maneja el espacio público bajo una visión política parcial de la realidad de la nación.
Como ciudadanos no podemos conformarnos con “la letanía mañanera”. No por mucho madrugar amanece más temprano. La exclusión de la soberanía popular por la tiranía de la hegemonía partidista, no debe ni puede sustituir nuestra conciencia. De lo contrario, el frío epitafio de la democracia adulterada, por amoroso que resulte, marcará el fin de la soberanía popular.
Si perdemos al Poder Judicial, no habra lugar para demócracia. El pueblo a veces se equivoca. Como luego digo. “Al tiempo”.
Salud y larga vida
Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH.
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