Igual que otras tantas mentiras surgidas de su personalidad patológica, el exgobernador antes panista y hoy senador morenista, Javier Corral, no estará a disposición de la justicia estatal como tramposamente ha tratado de aparentar, para dar la impresión de que no necesita el fuero que ahora lo protege.
Así como mintió con un amparo y la supuesta suspensión provisional, nunca notificada a la Fiscalía Anticorrupción, así falta a la verdad ahora con esa falacia jurídica con la que pretende distinguirse de otros indiciados por actos de corrupción, como su excompañero de partido, el panista Ricardo Anaya, también acusado y favorecido con la protección constitucional pegada al escaño.
Sin escrúpulo alguno, el exmandatario asumió como senador para sumarse a la maxi bancada de la 4T en el Senado de la República, olvidándose del cargo de peculado por el que infructuosamente trató de procesarlo el Ministerio Público y de los señalamientos de enriquecimiento ilícito y defraudación fiscal que, por otra vía, le imputó la Secretaría de la Función Pública ante el Tribunal Estatal de Justicia Administrativa (TEJA).
Al asumir como legislador plurinominal -por enésima ocasión, salvo que ahora no lo postuló el PAN sino Morena- y tras haber evitado su detención gracias al fiscal del título patito de la Ciudad de México, Ulises Lara, Corral Jurado insistió en medios y redes sociales en que habría de dar la cara y enfrentar a la justicia del estado del que fue gobernador.
A lo mejor como abogado Corral es tan patito como el fiscal capitalino que lo protegió la noche del Gin Gin de la colonia Roma. Eso explicaría su desconocimiento de los alcances del fuero, un imbatible impedimento procesal para ser llevado ante la justicia.
Es más realista suponer que conoce la protección de la que goza, esa que le da inmunidad e impunidad a él y a otros tantos -de diferentes partidos, pero de corte igual- en la Cámara Alta y en San Lázaro. 
Por eso miente cuando dice que habrá de venir a limpiar su nombre de las patrañas que se han atrevido a inventarle a tan honesto senador de abultado patrimonio ganado con el sudor de sus posaderas donde la pasa sentado.
Es lógico que sabe las diferencias entre el juicio jurídico que tuvo miedo a enfrentar y el juicio político que nunca le habrá de llegar mientras siga escondido entre una mayoría que hoy tiene el poder en México.

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El fuero y la protección que le da ser ahora del equipo de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, no le quitan a Javier Corral la suciedad de encima; tampoco esconden la podredumbre que lo distingue, especialmente la que dejó a su paso por la gubernatura durante un desastroso quinquenio en Chihuahua.
Si bien es imposible que sea procesado, también es imposible que quede en el olvido un claro señalamiento que lo hace cómplice de su prófugo secretario de Hacienda, Arturo Fuentes Vélez. La acusación involucra a ambos por haber pagado casi 100 millones de pesos a un despacho privado por supuesta asesoría en el refinanciamiento de la deuda pública.
Pagar la millonaria cantidad por un trabajo que debía realizar la Secretaría de Hacienda con su propio personal; contratar al despacho López Elías Finanzas Públicas S.C sin estar registrado como proveedor estatal y sin contar con la debida suficiencia presupuestal previa, es clara señal de una irregularidad grave.
Pagar, además, por un servicio inexistente, del que no fue encontrada evidencia alguna en el proceso de reestructuración de las obligaciones financieras del estado, constituye una violación a las normas debidamente detectada en una auditoría técnica e imparcial.
Si eso fuera poco, esconder en un fideicomiso, expresamente prohibido para tareas como esta, el pago al despacho, para luego publicitar falsos ahorros de una reestructura que en realidad sirvió de nada, es robar, pero además simular y esconder la realidad con argucias publicitarias, las mismas que ahora utiliza para tratar de engañar a la gente diciéndose perseguido y víctima de una venganza.
Vemos la misma actuación de Corral Jurado en el terreno caliente con el que amplió su casa en Ciudad Juárez, ese que, desde su posición como gobernador, se adjudicó mediante irregularidades por las que finalmente no pudo escriturarlo a su favor, aunque el inmueble ahí está como parte de su humilde patrimonio.
Igual que como con el caso de peculado, por el cargo administrativo de enriquecimiento ilícito no dio explicaciones, limitándose a presentarse como víctima, sea de las circunstancias o de sus enemigos, todos corruptos, no como él que es casi la divinidad personificada.

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La misma actuación vemos y veremos por siempre en el caso del terreno de 15 hectáreas en Nombre de Dios, de cuatro millones de pesos, robado a su compadre Eduardo Almeida; embargado por Televisa tras un pleito legal de 14 años, hasta que, como gobernador, le dio más de 80 millones de pesos en contratos a la televisora.
Así, es predecible su respuesta falaz y engañosa sobre la enorme cantidad de propiedades en Basaseachi, Mazatlán, Juárez y la Ciudad de México, producto de una fortuna hecha al amparo del poder, siempre como panista, hasta este año que dio el bandazo y jugó de traidor para seguir pegado a la nómina pública.
Como parte de su bien estudiado teatro distractor, que quizá hace una década lograba su objetivo de engañar y confundir a la sociedad, previo a rendir protesta como senador enfocó sus baterías al Tribunal Superior de Justicia del Estado, específicamente a la magistrada presidenta, Myriam Hernández.
Trató así, primero, de descalificar el mandamiento judicial en su contra y al aparato de justicia estatal, pero luego cambió la estrategia, con el fuero casi seguro, para salir con la mentira de que les hará frente a las acusaciones que pesan en su contra.
Lo han dicho bien tanto Hernández como uno de los magistrados, Luis Villegas Montes, quien fue uno de los más cercanos a Corral durante muchos años, hasta que su conocida toxicidad los alejó. En torno al exgobernador han sostenido que es quien menos calidad moral tiene para hablar del Poder Judicial.
Más allá de las causas penales o administrativas que pudieran apuntarle directamente a Corral, el Ejecutivo durante su gestión hizo y deshizo con el aparato de justicia.
Como mandatario, el otra vez pluri ejecutó venganzas judiciales por la simple sensación de poder; puso y quitó magistrados a su antojo; darle el control de la justicia a Luz Estela “Lucha” Castro para que sometiera a los jueces e impusiera a los de su agrado.
Como nunca, durante su quinquenio fue manoseado el Poder Judicial. Comenzó con el retiro forzado mediante un transitorio de una reforma legal, de Gabriel Sepúlveda como presidente, para encumbrar a un incondicional, Julio Jiménez Castro, al que luego sucedió en el cargo Pablo Héctor González Villalobos.
Ambos terminaron de mandaderos de “Lucha”, la plenipotenciaria representante del Palacio de Gobierno, quien no solo sometió a los magistrados presidentes y al pintado Consejo de la Judicatura, sino a jueces, proyectistas y demás funcionarios de una burocracia judicial a la que llegó a corromper todavía más. ¿Con qué calidad moral puede ahora criticar cualquier cosa del Poder Judicial que ahora lo requiere?

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Dentro de las funciones teatrales de Corral, podemos predecir sin muchas complicaciones qué sigue para el exgobernador en su nueva temporada de morenista.
Sigue una etapa de persecución y venganza de seis años contra quienes intentaron ponerlo en el lugar que verdaderamente le corresponde. Sigue el desquite contra los que trataron de evitar que tuviera fuero y rindiera cuentas de los números rojos que dejó en Chihuahua.
A la vez, dentro de lo predecible de su egolatría y mitomanía, seguramente no tardaremos en ver cómo gana nuevos rivales en el mismo equipo de la 4T al que llega manchado por las corruptelas.
De eso ya hubo algunos chispazos esta semana cuando Proceso publicó información de las cuentas de su esposa, Cynthia Chavira, datos seguramente surgidos de las mismas esferas federales a las que incomoda Corral no solo por panista traidor, como muchos que hay en Morena, sino porque conocen sus dobleces morales y el juego recurrente de intrigar, morder las manos de quienes lo ayudan y luego victimizarse.
Ya es película muy vista tanto a nivel estatal como nacional, aunque haya quienes prefieran cerrar los ojos y seguirle las cantaletas al exgobernador, por lo que, mientras él intenta saciar su sed de venganza, abrirá nuevos y variados frentes con los que hoy son sus aliados y luego padecerán su traición.
Vendrán entonces las repetitivas escenas de un político manchado por la corrupción diciéndose blanco de ataques infundados, porque, así como es de incompetente para servir a su país y a su estado, es incapaz de asumir las consecuencias de sus acciones. De nada le servirán a Chihuahua ni a México otros seis años de beca plurinominal para el conocido haragán.
En fin, el fuero le dará la oportunidad de ser nuevamente el obsesivo y vengativo persecutor, disfraz con el que trata de esconder su realidad de político cuestionable y de sospechosa fortuna, pero eso no le quita la suciedad de encima.