Desde hace tiempo el tema de la vivienda en Juárez se ha tornado cada vez más complejo. Adquirir una casa hoy en día no es un asunto sencillo o a lo menos llevadero para quienes intentan formar un patrimonio, sino que requiere de una auténtica odisea que ni el mismo Ulises de Homero hubiera pensado acometer. El alto costo que ahora tiene lo que en realidad es uno de los derechos humanos fundamentales: el tener un hogar, esto es tierra y techo para vivir dignamente, es un obstáculo que incrementa su magnitud con el pasar del tiempo. Ya no basta simplemente con tener trabajo para poder acceder a la posibilidad de tener una vivienda, si este trabajo no brinda el ingreso suficiente para alcanzar un crédito inmobiliario ya sea a través de la instancia gubernamental correspondiente como es el caso del INFONAVIT, o bien, por medio de la banca. Muchas veces ni siquiera juntando los créditos de dos jóvenes trabajadores que al pretender compartir sus vidas suelen frustrarse ante la imposibilidad de hacerse de un espacio privado, íntimo y singular donde puedan ir fraguando su propia identidad familiar.
La opción del crédito bancario es todavía más lacerante, puesto que arroja una realidad que suele encubrirse con la cortina de humo del consumismo en el que hemos frenéticamente caído en nuestra época. El crédito bancario hace ver la persistente debilidad del salario que perciben la gran mayoría de los juarenses, que en muchos casos además de su empleo formal tienen que ganarse la vida mediante diversas actividades extralaborales. Para poder acceder a la adquisición de una vivienda que hace 15 años tenía un valor de poco más de 500 mil pesos y que hoy rebasa los dos millones, el sueldo mensual de un trabajador deberá rondar entre los 40 y los 50 mil pesos, sueldo del cual muchas veces la banca solicitará la mitad para poder pagar el préstamo adquirido. Lamentablemente, es reducido el porcentaje de la población que tanto aquí en Juárez como en el resto del país, perciben un sueldo así. Incluso, quienes logran acceder a estos créditos no pueden presumir de una situación económica muy cómoda, ya que además del pago de la vivienda tienen que hacer frente a otros gastos derivados como los impuestos, las colegiaturas, el automóvil, la seguridad privada del fraccionamiento o zona habitacional, la despensa, entre muchas otras cosas más.
No cabe duda de que el costo de la vida es alto y cada vez se encarece más. Los esfuerzos del gobierno al aumentar el salario mínimo deben reconocerse, pero también debemos tener conciencia de que se necesita de un esfuerzo todavía mayor para fortalecer la capacidad adquisitiva de las y los juarenses y en general de los mexicanos, particularmente en lo que se refiere a la posibilidad de formar un patrimonio, comenzando por supuesto con el hecho de poder tener una casa para vivir.
Para los jóvenes en la actualidad este es un tema bastante sensible dado que nos encontramos en una época donde se enarbola la independencia y la autonomía como pilares de la existencia individual ante una realidad económica que no termina por acompañar tales expectativas. Es decir, se ha engendrado el deseo en la juventud por asumir las riendas de su propio destino en el gran semental de la libertad que fecunda la cultura dando origen a la diversidad que hoy tanto defendemos, pero al mismo tiempo se han incrementado los obstáculos para poder disfrutar amplia y dignamente de esa libertad que hoy presumimos haber conquistado. El no poder adquirir una vivienda es un ejemplo claro y determinante de esto. La romántica solicitud o exhortación a los jóvenes para que realicen un esfuerzo más grande cuyo resultado sea el idílico logro de sus metas, termina por parecer un perverso eufemismo que encubre la persistente explotación laboral de las clases populares y sus generaciones jóvenes. Narrativas como las de la superación personal tan sospechosamente características hoy en día, suelen dar cuenta de esta situación.
Lo cierto es que no todo debe recaer en el individuo, por más independiente y autónomo que se pretenda. Los niveles de estrés que derivan en enfermedades de diversa índole e incluso hasta los suicidios juveniles que tristemente han aumentado en nuestra ciudad y en la entidad en general, proyectan también el exceso de expectativa que cada individuo tiene en sí mismo cegándolo de las posibilidades reales de su propia circunstancia social, política y sobre todo económica. Bien lo decía el famoso filósofo español José Ortega y Gasset, “yo, soy yo y mi circunstancia”.
Es por esto que el Gobierno federal y los gobiernos estatales y municipales deben en todo momento procurar hacer valer todos los derechos humanos sin distinción y excepción. Comenzando por aquellos que son el fundamento en la construcción de una vida digna, como lo es el derecho a una vivienda. El Estado no es un ente aparte, lo constituimos todos nosotros al pertenecer a la población, al hacer nación, al defender la soberanía y al trabajar el territorio. El gobierno no es más que la proyección y la realización de nuestros intereses más humanos, la manera en que buscamos la dignidad. El tener la posibilidad de adquirir una vivienda no es una tarea que el individuo debe que asumir en soledad, sino por el contrario, una garantía de vida que contribuya a brindar la certeza de poder forjar una identidad individual y familiar sustentada siempre en el bienestar y la seguridad social, lo que tiene como consecuencia ciudadanos seguros y comprometidos consigo mismos y con su comunidad.
Opinión
Sábado 27 Jul 2024, 06:30
La romantización del acceso a la vivienda
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José Roberto Hernández Fuentes
