En uno de los laboratorios de la Facultad de Medicina y Ciencias Biomédicas de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), más de 450 embriones y fetos humanos conservados revelan, desde el interior de frascos de vidrio, los misterios del desarrollo de la vida y el respeto por la muerte a miles de estudiantes.

Cada uno de ellos, con sus formas diminutas y su fragilidad, es una lección de respeto, conocimiento y humanidad para los futuros médicos.

La responsable de este espacio es la maestra Dora Virginia Chávez Corral, quien lleva casi cuatro décadas enseñando embriología.

“El objetivo de la materia es que el alumno conozca las partes anatómicas, pero en formación. En anatomía estudian el cuerpo del adulto, pero aquí lo ven en proceso de creación. Si entienden la embriología, comprenden por qué los órganos están en esa posición o cómo se originan”, expresó Chávez Corral.

La doctora Chávez Corral, quien es presidenta de la Academia de Embriología, integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y del Programa para el Desarrollo Profesional Docente (Prodep), explicó que la embriología, junto con anatomía e histología, conforma la base del conocimiento médico. A través de ella, los estudiantes entienden cómo son formados los órganos, el sistema nervioso, el corazón, los pulmones, el aparato reproductor y el resto del cuerpo humano.

“Es el inicio de todas las materias”, dice Chávez Corral. “Si comprenden embriología, comprenden la vida misma”. Mencionó que el laboratorio alberga embriones desde la quinta semana de gestación hasta fetos de 27 o 28 semanas, una colección que ha acompañado a generaciones de estudiantes de medicina.

“Ya no recibimos nuevos ejemplares, es muy difícil”, explica Chávez Corral. “Ahora son necesarias cartas de consentimiento firmadas por los padres y muchos trámites legales y éticos. Por eso, los que tenemos son conservados con sumo cuidado y los alumnos los observan sin dañar ni abrir nada. Son donaciones que merecen respeto”, mencionó.

Cada frasco, cada muestra, representa una oportunidad de aprendizaje invaluable.

“No vale decir: ‘yo quiero el que está más bonito’, a cada alumno le corresponde el que va con su tema, y no deben usar instrumentos, porque pueden dañar los tejidos. Hay que tratarlos con respeto, con dignidad”, afirma la profesora, quien insiste en que esta enseñanza también es moral y humana.

Algunos de los fetos conservados tienen más de 50 o 60 años, y su preservación depende del mantenimiento del formol y del cuidado constante del laboratorio.

“Yo preparo cada uno de los especímenes y me encargo de revisar sus frascos. Mientras estén bien conservados, pueden durar muchos años”, comenta la docente, quien también reconoce la carga emocional de su trabajo.

“Cada uno de ellos tiene una historia, y todos merecen ser tratados con respeto. Gracias a estos pequeños, los alumnos pueden aprender cómo se forma el ser humano”, destacó.

En este contexto, la labor científica y educativa adquiere un sentido especial durante las fechas dedicadas a honrar a los difuntos.

En México, el Día de los Niños Muertos es conmemorado el 1 de noviembre, dentro de las festividades del Día de Muertos.

Esta jornada, también conocida como Día de Todos los Santos, está dedicadada a los niños que fallecieron antes de tiempo. En algunas tradiciones, el 31 de octubre recuerdan a los bebés y niños que murieron sin ser bautizados, mientras que el 30 de octubre es dedicado a los pequeños que murieron de manera trágica o accidental.

La coincidencia de estas fechas con el trabajo que realizan en el laboratorio de embriología no pasa desapercibida.

En medio de frascos, etiquetas y mesas de acero, rinden homenaje, aunque de manera científica y silenciosa, a esos seres que no llegaron a nacer, pero que hoy ayudan a formar médicos más conscientes, empáticos y humanos.

“Aquí no sólo aprenden con los ojos, sino también con el corazón”, dice la maestra, “porque entender cómo es formada la vida es también entender su fragilidad y su valor”. El aula de embriología es convertida así en un espacio donde convergen la ciencia, la ética y la memoria. Los fetos conservados, lejos de ser objetos de estudio fríos, son transformados en maestros involuntarios que enseñan a los alumnos el milagro del desarrollo humano. En cada observación, descubren que detrás de cada célula, cada órgano y cada estructura hay una historia de vida interrumpida, pero también una oportunidad de conocimiento.

Para la profesora Chávez Corral, este trabajo trasciende la enseñanza. “Yo creo que la embriología es la base para entender al ser humano. Y si además es enseñada con respeto, con sensibilidad, entonces estamos formando no sólo médicos, sino personas con ética, capaces de comprender el valor de la vida desde su origen”, expresó.

Así, en la Facultad de Medicina y Ciencias Biomédicas de la UACH, los pequeños cuerpos que alguna vez fueron parte de un proceso de gestación siguen cumpliendo su propósito: enseñar el origen de la vida con respeto, ciencia y amor por el conocimiento, recordando que incluso en la muerte hay enseñanza, y en la ciencia, humanidad.