Chihuahua.- El próximo 21 de junio, la majestuosa Catedral de Chihuahua conmemorará tres siglos desde la colocación de su primera piedra, un evento que marcó el inicio de la construcción de uno de los templos más emblemáticos del norte de México.

Dedicada actualmente a la Santa Cruz desde su elevación a catedral en 1891, esta obra comenzó en 1725 como templo parroquial bajo la advocación de San Francisco de Asís y Nuestra Señora de Regla. Situada en el corazón de la ciudad, frente a la Plaza de Armas y el Palacio Municipal, la Catedral es un testimonio vivo de la evolución histórica, cultural y religiosa de Chihuahua.

Para celebrar esta fecha tan significativa, la Arquidiócesis de Chihuahua tiene previstas diversas actividades que serán anunciadas próximamente, donde se invitará a la comunidad a sumarse a esta festividad.

En 1725, el obispo de Durango, Benito Crespo, colocó la primera piedra en la Villa de San Felipe el Real de Chihuahua, entonces una comunidad en expansión. La pequeña capilla de adobe que existía ya no podía contener a los feligreses, lo que motivó a las autoridades locales a buscar un nuevo recinto.

Con visión de futuro, el ayuntamiento decidió financiar la obra mediante una contribución de un real por cada marco de plata extraído de las minas cercanas, un plan apoyado por los principales mineros de la región, conscientes de la importancia de contar con un templo digno.

El maestro alarife Joseph de la Cruz fue el responsable del diseño y supervisión inicial. Tras su fallecimiento en 1734, fue sepultado dentro del templo, donde una placa conmemora su memoria.

La construcción enfrentó desafíos como conflictos armados y ataques apaches, que desviaron recursos hacia la defensa territorial. A pesar de ello, la fachada fue terminada en 1741, y las torres de 44 metros, completadas en 1789 por Bernardo del Carpio.

El templo fue consagrado formalmente en 1826, aunque desde años antes ya se realizaban ceremonias religiosas. En 1891 fue elevada a sede episcopal y en 1958 a arquidiócesis.

Un ícono del barroco novohispano

La Catedral de Chihuahua es una joya arquitectónica que fusiona el barroco mexicano con elementos neoclásicos. Su fachada ornamentada, altares tallados en madera dorada, y el majestuoso órgano musical instalado en 1795, destacan entre sus atractivos.

Cuenta además con dos torres que albergan 24 campanas, cada una dedicada a una advocación religiosa. Destaca que una de estas campanas conserva una perforación causada por un proyectil de cañón durante un enfrentamiento de 1866.

Centenares de indígenas tarahumaras participaron en la construcción, aportando su trabajo sin remuneración. En reconocimiento, la Catedral está representada en el escudo del Estado de Chihuahua, honrando esta contribución vital pero poco visibilizada.

Las torres de la catedral alcanzan una altura de 44 metros, constituyendo un elemento distintivo en el paisaje urbano de la ciudad. Desde estas alturas, las campanas emiten un sonido profundo y resonante que se propaga a varios kilómetros, señalando el paso del tiempo y convocando a los fieles.

Los tres altares que se encuentran en el interior representan un claro ejemplo del barroco en su plenitud. Cada uno de ellos es una obra elaborada, con detalles tallados y dorados que ilustran diversas figuras y escenas bíblicas, invitando a la reflexión y a la devoción.

Asimismo, sobresale el órgano de la catedral, reconocido como uno de los más grandes y bellos de México. Sus tubos dorados y su estructura arquitectónica, imponente y sobria, constituyen un elemento central del recinto. Su sonido lleno y armonioso llena el espacio, contribuyendo a crear una atmósfera solemne durante los actos litúrgicos.

Declarada Monumento Nacional en 1939, la Catedral resguarda tesoros como el retablo del Señor de Mapimí (1762), las reliquias del padre Maldonado y un reloj inglés adquirido en 1874 que aún marca las horas en la ciudad.

La estructura mide 53 metros de largo por 24 de ancho, con torres de 44 metros de altura. Según el historiador Francisco R. Almada, el costo total de la obra fue de 900,000 pesos de la época, una inversión considerable para el siglo XIX.