Cuando escuché por primera vez las grabaciones de Ludwig Berger de un glaciar derritiéndose, me costó creer que fueran reales. Reflejaban lo que siempre había asociado con los glaciares: complejidad, emoción, vida.
Al acercarse al glaciar a través del sonido, al hacerlo parecer vivo, Berger me brindó una perspectiva completamente nueva, no solo sobre el cambio climático causado por los humanos, sino también sobre la coexistencia. El corto documental mencionado, "Glaciar que llora", explora lo que podemos aprender escuchando.