El Paso.- El 4 de septiembre, Julia Clark tenía un plan. No era bien intencionado, pero era un plan al fin y al cabo. A sus 19 años, había pasado tiempo en Cross Town Boxing, entrenando, sudando, aprendiendo a dar golpes. Pero ese día no iba a usar los puños. Ese día iba a usar su Jeep.

La idea era tan sencilla que parecía de película. Tú conduces. Ellos confían. Tú paras en el lugar acordado. Y entonces... sorpresa.

Pero en la vida real, cuando las armas están cargadas y los nervios están de punta y tres adolescentes intentan robar a otros dos adolescentes en un parque público en plena tarde, las cosas rara vez salen como en las películas.

Todo quedó ahí, en su teléfono celular. Letra por letra. Palabra por palabra. El plan perfecto de una emboscada casera.

“Mantén todas las ventanas abajo”, decía uno de los mensajes. “Y Monx –Esteban Muñoz– va a salirse y meterse en el asiento delantero”.

Otro mensaje le recordaba: mantén la ubicación activada en tu celular. Ellos necesitaban rastrearla. Necesitaban saber exactamente dónde estaba en todo momento. Porque el ‘timing’ lo era todo.

Y cuando regresaran de Anthony –un pueblito al otro lado de la frontera donde Apolinar Rosales, de 18 años, y su amigo iban a comprar un arma– ella debía tomar las carreteras secundarias. La excusa: tenía órdenes de arresto pendientes.

Finalmente, la instrucción más importante: detente en el Parque Salopek. Insiste. Di que necesitas fumar.

Ahí estarían esperando Elijah Sambrano, de 18 años, y Esteban Muñoz, de 19. Listos. Armados. Escondidos.

El testigo que vio demasiado

Ese día, un hombre –cuya identidad no ha revelado la Policía– estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. O tal vez en el lugar correcto, dependiendo de cómo se mire.

Vio el Jeep estacionado. Vio a Clark y a dos hombres adentro. Y entonces vio algo raro: un tipo vestido completamente de negro –sudadera negra, cubrebocas negro– agachado entre los arbustos cerca del vehículo.

“Pensé que estaba tratando de orinar en los arbustos”, le diría después a los investigadores.

Pero cuando llegó el Chrysler 300 blanco y se estacionó justo detrás del Jeep, bloqueándolo, el testigo entendió. El hombre en los arbustos también tenía un arma.

Y entonces estalló el infierno.

La balacera

No fue como en las películas. No hubo diálogos dramáticos ni advertencias. Sólo disparos. Muchos disparos.

Los hombres enmascarados del Chrysler abrieron fuego. Los del Jeep respondieron. El parque se llenó de estruendos, de gritos, de casquillos rebotando en el pavimento.

Clark estaba en el asiento del conductor. Atrapada en medio del fuego cruzado de su propia emboscada.

El testigo vio cómo los tiradores del Chrysler finalmente se metieron de vuelta a su auto y salieron a toda velocidad. Vio cómo uno de los hombres del Jeep –después se sabría que era Rosales– les disparó mientras huían.

Y entonces Rosales se acercó corriendo.

“Ayuda a mi amigo”, le rogó. Su amigo estaba sangrando dentro del Jeep. Una bala en la pierna. Luego Rosales salió corriendo.

Cuando los paramédicos llegaron, encontraron al testigo ayudando al hombre herido. Y encontraron a Julia Clark desplomada sobre el volante, con un disparo en la cabeza.

La trasladaron en helicóptero desde Las Cruces hasta el Centro Médico Universitario en El Paso. Luchó durante dos días. El 6 de septiembre, murió.

La versión de Rosales

Cuando la Policía de Las Cruces lo encontró el 6 de septiembre, Apolinar Rosales estaba escondido en un apartamento. Intentó escapar por la parte de atrás. Lo atraparon tratando de brincar una cerca.

Sentado frente a los investigadores, Rosales contó su historia.

Su amigo –el que terminó con la bala en la pierna– lo había llamado. Quería que lo acompañara a Anthony para comprar un arma. Clark iba a manejar.

“No confiaba en ella”, le dijo Rosales a su amigo, según su propio testimonio. Pero fueron de todos modos.

Compraron el arma; entonces, Clark insistió en parar en el parque. Quería fumar, dijo.

Rosales describió la emboscada: el Chrysler se estacionó detrás de ellos. Los tiradores salieron.

“Me caí del Jeep cuando salté”, dijo Rosales a los investigadores. “Cuando estaba en el suelo, me patearon y me golpearon con la pistola hasta que saqué mi arma y empecé a disparar”.

Según los documentos policiales, Rosales dijo que mientras disparaba, se paró frente al Jeep, disparando a los presuntos ladrones mientras huían.

‘Ellos nos dispararon, así que nosotros disparamos de vuelta’

El 10 de septiembre, Elijah Sambrano entró caminando por la puerta principal de la Jefatura de Policía de Las Cruces. Traía a su abogado con él.

Resulta que amigos y familiares habían escuchado su nombre mencionado en los escáneres de la Policía. Todos sabían que estaba involucrado.

Sambrano ya había hablado con investigadores por teléfono a través de miembros de su familia antes de entregarse.

Y admitió ser uno de los tiradores del Chrysler.

Pero, dijo, fue en defensa propia.

“Ellos nos dispararon, así que nosotros disparamos de vuelta”, le dijo a los investigadores, según los documentos policiales.

Los cargos

Tres arrestos. Tres historias. Una chica muerta.

Rosales enfrenta cargos de homicidio involuntario, alteración de evidencia, portación ilegal de arma por ser menor de 19 años, y resistencia, evasión u obstrucción de un oficial durante su arresto por haber intentado huir.

Sambrano enfrenta cargos de agresión agravada que puede causar muerte o daño corporal grave, robo a mano armada, conspiración para cometer robo y alteración de evidencia.

Esteban Muñoz, arrestado el miércoles y que se cree fue uno de los ladrones en el Chrysler blanco, fue acusado de robo a mano armada y conspiración para cometer robo a mano armada.

El final

Julia Clark pasó años en Cross Town Boxing. Aprendió a pelear. Aprendió disciplina. Aprendió que los golpes duelen.

Pero el 4 de septiembre, en el Parque Salopek, aprendió algo más: que cuando planeas una emboscada, más te vale estar segura de que tú no eres la que va a terminar en medio del fuego cruzado.

Tenía 19 años. Pensó que tenía un plan perfecto.

Pero en la vida real, cuando tienes a dos grupos de adolescentes armados apuntándose mutuamente en un parque público, no hay planes perfectos.

Sólo hay balas. Y alguien tiene que recibirlas. Ese día, fue ella.

La Policía de Las Cruces continúa investigando este tiroteo y pide a cualquier persona con información que se comunique al (575) 526-0795.