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Claro que hay razones para sentirnos orgullosos de ser mexicanos, no sólo por lo que hicieron los que no antecedieron, sino por lo que hacen los de ahora.

Entre las pláticas con excelentes amistades, disgustadas por lo que sucede en el ámbito político y el derrotero que ha tomado la crisis institucional del país, con las que coincido mayormente, también existe un México vigoroso, comprometido y alentador para seguir construyendo y reconstruyendo nuestra nación.

Reflexiono sobre las historias que nos cuentan en los libros de texto desde la primaria, en el entendido que el pensamiento evoluciona a lo largo de nuestras vidas, y descubro que existen vertientes variadas por diversos autores sobre las gestas heroicas de las cuales hoy celebramos y conmemoramos.

No voy a reparar en que si fue bueno o malo que los ibéricos hayan encontrado en su trayecto la tierra que hoy conocemos como nuestro hogar. Pero es importante reconocer que, desde antes de Colón y Cortés vivían millones de personas en estos territorios.

Todos tenemos la oportunidad de ampliar nuestro acervo cultural, como también cada cual puede creer lo que considere, porque la historia no sólo la cuentan los vencedores, sino también testigos que lo vieron desde otra perspectiva.

El resultado de la llegada al nuevo continente -para los europeos- reconfiguró la forma de vida de los pobladores de entonces, urgió la necesidad de emanciparse de la Corona española por las razones tan diversas que nos cuentan y cristalizó el deseo de sacudirse los abusos del poderoso, lo que definió la columna vertebral de nuestra historia como nación.

Tras muchos años de atestiguar, sí, como en su momento los que cuentan lo que vieron antes de la “Conquista”, durante la Independencia y la Revolución; por supuesto que tengo un pensamiento claro de lo que he visto y vivido, aunque para mí sea objetivo, y subjetivo para otros, me coloca en un lugar de la historia.

Como ando muy patriótico, no quiero aguarme las fiestas de septiembre con asuntos que, hoy por hoy, similar a lo que sucede en varias partes del mundo y resultan la peor distracción para la humanidad, evitaré opinar sobre política y gobierno.

Quiero disfrutar, como ya lo dije, más allá de cuál sea la “historia verdadera” que haya leído o contaron, lo que significamos aquí y ahora el común de los que somos mexicanos por nacencia o por decisión.

Y no me refiero estrictamente a la fiesta oficial de conmemoración en cada plaza del país, sino a la que sentimos en el corazón por ser parte de una nación que, independientemente de sus circunstancias, nos unen en tradiciones, costumbres y sueños como seres humanos.

Aquilato que todavía tenemos el privilegio de celebrar con libertad, en tanto seamos capaces de conquistarla cada día.

Me identifico, sí, con los colores del lábaro patrio. Abrazo con el alma el significado del verde, del blanco y del rojo, así como de su escudo, porque mantengo la esperanza y anhelo de paz para seguir construyendo la mejor nación, nuestra nación. Ya ha corrido demasiada sangre, es suficiente.

Emoción y gozo me animan que casi el ciento por ciento de mexicanas y mexicanos cada día se levantan para trabajar y llevar sus sagrados alimentos a la mesa.

Entusiasmo y alegría por todos aquellos infantes, adolescentes y jóvenes que van a la escuela para aprender y edificarse un futuro, en su destino para ser mejores personas.

Solidaridad y empatía con los que gozan de sus pensiones y jubilaciones, las bien habidas, y con aquellos adultos mayores que, por razones o circunstancias aceptables, reciben una parte de los que trabajan o generan ganancias lícitas, y pagan sus contribuciones al erario.

Qué orgullo ser mexicano, por esos mexicanos que hacen el bien y se la rifan para ser buenos ciudadanos. Por todo y por todos, lo digo con el corazón: ¡Viva México cabrones! ¡Viva la libertad!

Es cuanto.

P.D. Que chingón se siente escuchar y entonar el Himno Nacional Mexicano. Como México no hay dos.