“La justicia es una injusticia compartida por la mayoría.”

Jodorowsky

Los ministros de la Liga de la Justicia tuvieron su primera sesión de pleno; por desgracia, todo lo que se auguró dio pie a un total desfiguro. No solo fueron graves las reformas, sino que los juzgadores demostraron no tener conocimiento de la Constitución, ni los mínimos elementos para llevar a cabo una audiencia.

Por su parte, magistrados, jueces federales y locales, en apenas una semana, ya están afectando los derechos de los justiciables. Ni siquiera pueden conducirse con la mínima preparación para dirigir una audiencia. Denotan una profunda ignorancia de las leyes. En redes sociales circulan decenas de videos de audiencias en las que apenas pueden expresarse: “balbucean”. En los juicios orales ya no se enfrentan las partes entre sí; ahora el verdadero adversario es el juzgador: “todos contra el togado”. No es necesario describir casos particulares, basta con mirar lo que se comparte en redes sociales y lo que se comenta en los pasillos de los tribunales.

No se puede designar a un único poder judicial como “el peor del mundo”, pero de acuerdo con el Índice Global de Estado de Derecho (WJP Rule of Law) de 2023, los países con las peores puntuaciones son Venezuela, Camboya, Afganistán, Haití y la República Democrática del Congo. México no tardará en aparecer en esa lista de naciones donde impartir justicia se convierte en un sueño. Todo ello, aunque se argumente que fueron “elegidos por el pueblo bueno”, en factores como acceso a la justicia, ausencia de corrupción y respeto a los derechos humanos, el país muestra un franco retroceso.

La impartición de justicia sufre un debilitamiento del Estado de derecho, lo que impacta directamente en el poder judicial y marca el quiebre de la división de poderes. Por lo pronto, no se asegura un sistema de justicia eficiente ni justo.

En suma, México se adentra en la clasificación de los sistemas judiciales más débiles. La metodología varía, pero los países mencionados son consistentemente identificados como los que presentan mayores carencias en términos de Estado de derecho y justicia.

Con esta “nueva era” del poder judicial electo por el pueblo bueno, surgen varias preguntas:

• ¿Existen límites efectivos al poder del Ejecutivo?

• ¿Qué grado de corrupción se observa en las instituciones?

• ¿Se gestiona con transparencia y bajo criterios de gobierno abierto?

• ¿Se respetan los derechos fundamentales?

• ¿Vivimos en un país seguro?

• ¿Se cumplen las leyes aprobadas por el Parlamento?

• ¿Funciona la justicia civil? ¿Y la penal?

• ¿Qué hay de la mediación y otras formas de resolución informal de disputas contractuales?

México se mantiene entre los peores países del mundo en cuanto al Estado de derecho, por debajo de naciones como Sierra Leona, Liberia o incluso su vecino Guatemala, reveló el Índice de Estado de Derecho del World Justice Project (WJP) en 2019. Hoy las cosas no pintan mejor; por el contrario, en un par de semanas podría iniciar el proceso de destrucción del aparato de impartición de justicia.

La situación actual no garantiza la resolución justa de los conflictos ni la defensa de los derechos. Tampoco asegura el debido proceso. El sistema judicial debería contribuir a la confianza ciudadana y a la paz social, administrando justicia de forma independiente, imparcial, transparente, fiable, eficiente y oportuna. Sin embargo, ya no cumple con esa función. El panorama futuro no muestra mejoría: la población difícilmente accederá a servicios de calidad, igualdad, no discriminación y verdadero acceso a la justicia.

Para evitar el ridículo presidencial, la Corte prefirió asumir su propio ridículo y complacer el capricho del presidente. Rehízo la pregunta, generó un galimatías y condenó al fracaso la consulta que apenas alcanzó el siete por ciento de participación, convirtiéndose en una burla a los derechos políticos de la ciudadanía.

Por el momento me resulta difícil hacer un análisis profundo sobre esta nueva era de la impartición de justicia en nuestro país. En apenas una semana las cosas comenzaron mal, y con el paso de los días no parece vislumbrarse un futuro mejor. Al contrario: estamos ante una gran ignorancia de los jueces electos, y solo cabe esperar que estos se conviertan en juzgados de consigna para beneficiar al partido oficial y a los poderes de la Unión, que juntos ya conforman un nuevo Imperio Mexicano. Al tiempo.

Salud y larga vida.

Profesor por oposición de la Facultad de Derecho de la UACH

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