Ciudad Juárez.- ¿Se ha preguntado cuánto tiempo y recursos destina para arreglar los problemas que usted mismo ocasionó? Desde simplezas como que por andar con prisas confiamos en que tenemos suficiente gasolina para llegar a nuestro destino… y no pudimos manejar la realidad a nuestro antojo. O cuestiones de mayor calado como no atender la salud, para después vivir los lastres día a día.
Cuando llega a sucedernos una situación así de nada vale culpar a las circunstancias para justificarnos: finalmente, en la mayoría de los casos ya se conocen las consecuencias del riesgo, pero las asumimos pensando en que “la suerte” estará de nuestro lado… pero la suerte, y esto no debemos olvidarlo, no es otra cosa que la alineación accidental de situaciones casuales para que algo ocurra, sin que nada tenga que ver el control que podamos tener sobre ellas. Permitir que la suerte decida absteniéndonos de hacerlo nosotros mismos siempre supondrá un riesgo, y también siempre habrá que reparar en mayor o menor medida el resultado de la omisión o error que se derive, o bien, voltear hacia otro lado, dejar que el tema se “enfríe”, o esperar a que se nos atraviese alguien para echare la culpa.
Más esto que pasa en cuestiones particulares también sucede en la vida urbana; no hay que escarbarle mucho para detectar por ahí problemas que se deben arreglar que no surgieron por otro motivo que la negligencia. Por ejemplo, en cuestiones de vialidad ¿cuánto del desgaste de las calles, destrucción de banquetas y de guarniciones, amén de accidentes, se debe a que los camiones de carga circulan a diestra y siniestra por toda la ciudad? Obvio, ellos dicen no ser culpables… pero todos hemos visto camiones subirse a camellones y banquetas porque el radio de giro les queda corto, y… ¿será que el pavimento de las calles esté calculado para resistir la carga que transportan? Yo veo muy delgadas las capas de asfalto… pero no tiene (toda) la culpa el que mata a la vaca, sino (también) el que le detiene la pata. El negocio es de unos… el mal es para todos. Y aquí nos tienen pasando por los baches y pagando con nuestros impuestos la raquítica repavimentación… año tras año. ¿Quién genera el problema? ¿Quién paga por repararlo? Un día, cuando aspirábamos a ser una mejor ciudad, hubo una ley que ordenaba las vías para carga pesada. Sin embargo… algo pasó.
Aumenta la población, crece la mancha urbana y no se hacen gestiones para llevar transporte público ni equipamiento suficiente, tampoco seguridad. Ningún gobierno desconoce que al haber nuevos asentamientos habrá nuevas necesidades por cubrir y, sin embargo, los autorizan. No conformes con lo ya generado, para no quedarse atrás se sigue con las mismas prácticas: venta por parte del municipio de terrenos en el suroriente de la ciudad, una zona ya muy castigada, que son producto de donación por parte de desarrolladores que ahora, para nuestra “sorpresa”, aparecen ocupados por negocios particulares y ¡hasta por nuevas viviendas!, por cierto, legales. Sí, ahí donde deberían construirse guarderías, aulas, un centro comunitario ¡vamos! ¡Un campo deportivo! En otras palabras… se vende el desarrollo social y se hipoteca el futuro. ¿Quién genera más marginación e inseguridad? Y luego no se tienen los recursos ni el ánimo de resolver las problemáticas generadas, se vuelven más complejas y rebasan los esfuerzos, siempre tímidos e insuficientes, de quienes dan paliativos para curar un mal mayor. Y aquí estamos los ciudadanos enfrentando vivir en una ciudad considerada entre las más peligrosas del país.
Se permite la construcción de viviendas en zonas de riesgo, para después, ya inundadas, destinar recursos a “ayudar a las víctimas”… Pierden su patrimonio y ¿quién generó ese problema? ¿La naturaleza que tiene sus caminos y ciclos, por cierto, bien conocidos? Repartir despensas y reubicaciones emergentes no basta.
Nos quejamos del calor… No llueve, pero la poca lluvia que cae dejamos que se evapore. Conocemos la regla: árboles igual a lluvia… y permitimos centros comerciales con grandes explanadas de concreto que por sí mismas son islas de calor ¿qué no se tiene autoridad para pedirles que siempre árboles y coloquen sombras para que puedan seguir operando? ¡Ah! Pero se burlaban de los jardines de lluvia que, si bien no son la panacea para evitar inundaciones y ayudar al microclima, ponen su grano de área en la solución ¿su pecado? Requieren mantenimiento. Agencias de autos y centros comerciales sin suficientes estacionamientos que flagrantemente contravienen a la normatividad ¿quién los aprueba?
Estas y otras cosas no suceden porque así lo quiere la suerte… ¡o qué mal Si se dejó decidir a la suerte! Suceden… porque alguien así lo quiso. ¿Quiénes ganan? ¿Quienes pagan? Vaya, sí, hay costos políticos que no se quieren asumir, pero la pregunta es ¿Y la planificación urbana?