“Nos rompíamos la madre de verdad porque había que ganar para poder comer”, confesó el célebre boxeador mexicano Rubén “El Púas” Olivares al periodista taurino Gaspar Silveira, en una charla que fue publicada en El Diario de Yucatán. Esa brutal honestidad con la que Olivares revela su motivación para triunfar en el cuadrilátero de boxeo es rechazada por muchas personas en diferentes ámbitos de la vida incluida la política.

Como si decir la verdad fuera malo. Sin embargo, a pesar de lo que muchas personas gobernantes o dedicadas a la política piensen, esa transparencia mostrada por la leyenda del boxeo mexicano es bien recibida por la gente.

Más allá de ideologías y programas, lo que realmente puede transformar la política es la capacidad de los actores públicos para articular y vivir un propósito claro, acompañado de valores convertidos en acciones concretas. ¿Por qué existe la política? ¿Por qué debería importarnos? ¿Y cómo pueden los valores guiar la acción pública hacia el bienestar colectivo?

El sueño de Luis Ortega se lee muy rápido: “algún día he de llenar esta plaza”. Su objetivo era llenar la Monumental Plaza de Toros México, como torerillo que andaba de pueblo en pueblo buscando torear para foguearse, ganar experiencia y hacer notar para poder tener su nombre en los carteles de plazas de mayor importancia, las cuales era los escalones necesarios para llegar a la más grande de la fiesta brava mexicana: el coso de Insurgentes.

¿Cuál era la razón por la que Luis Ortega quería llenar la Plaza México? Por los mismos motivos que Olivares: poder comer tres veces al día. Ortega es un personaje de ficción producto de las letras de otro mexicano grande: Luis Spota en su novela “Más cornadas da el hambre”.

Así como Olivares (quien es leyenda real) y Luis Ortega, los impulsa un propósito, el cual, la mayoría de las veces está ausente en gobernantes y entre quienes se dedican a la política. En teoría, cada alcalde, gobernador o gobernadora, persona legisladora o hasta presidenta de una nación tienen un propósito, hasta que se les escucha en un discurso y la realidad aparece: no hay brújula, es decir no hay propósito alguno.

Construir un propósito no es sólo una cuestión de palabras y semántica; es la razón de ser que da sentido a la participación pública y a la toma de decisiones que van a afectar a miles o millones de personas. Sólo basta ver las redes sociales de quienes tienen un objetivo político inmediato (como el año 2027) y se nota kilómetros que no tienen propósito alguno, mucho menos estrategia y están desperdiciando tiempo y dinero en costosas pautas para comunicar absolutamente nada y de todos los partidos del espectro político mexicano.

En la literatura, clases y seminarios se enseña que el propósito de la política ha sido construir sociedades más justas, evitar la concentración de poder y representar los intereses de todos los ciudadanos. La política, entendida como el arte de lo posible, es el espacio donde se resuelven los problemas comunes y se decide el rumbo de la sociedad. Cuando los gobernantes o dirigentes políticos pierden de vista el propósito colectivo, la política se convierte en un ejercicio vacío, incapaz de inspirar y movilizar a la ciudadanía.

En el caso del estado norteño de México y el cual es el más grande de todos, Chihuahua, se pone en el centro de atención por ser un estado en el que, en el 2018, Morena no pudo penetrar y en el 2021, cuando se disputó la gubernatura, Morena ni con la ayuda del gobernador en turno y entonces panista, pudo derrotar al Partido Acción Nacional, el cual hizo historia en llevar al Palacio de Gobierno chihuahuense por vez primera a una mujer: Maru Campos Galván.

Campos llegó con un sólido respaldo político (incluso de partidos tan contrarios como el PRI) y social, gracias a la persecución descarnada y voraz de quien gobernaba y era su compañero de partido, quien fue el factor de unión para evitar que el poder se usara para cerrarle el paso a un liderazgo poderoso como del Maru Campos. Con el triunfo de ella en la gubernatura, las alcaldías más importantes de la entidad quedaron en manos de panistas, de priistas, pero la ciudad más grande en manos de Morena: Ciudad Juárez.

Campos Galván ha tenido que poner un alto a los futuristas, quienes olvidan que no por mucho madrugar amanece más temprano. Es decir, a los y las adelantadas por sucederla en el cargo más alto del estado mexicano de Chihuahua.

Son varios alcaldes y alcaldesas, integrantes del gabinete estatal los que aspiran a gobernar Chihuahua, así como varias personas legisladoras que buscan ser alcaldes de las principales ciudades, ahora por una alianza real entre PAN, PRI y los restos del PRD, opositores a Morena.

A pesar de una campaña (híper personalizada) de la Presidenta del PAN en el estado de Chihuahua para comunicar trabajo y liderazgo político, además de intentar motivar, dicha campaña de la dirigente Daniela Álvarez busca erosionar la percepción de muchos panistas y priistas sobre la inevitabilidad de la derrota de la alianza en el estado en el 2027.

Es una situación que el PAN busca detener ante el vacío comunicacional de meses previos: muchas personas en Chihuahua ven como inevitable la derrota panista en Chihuahua porque el PAN estaba ausente en la agenda pública; hoy de la mano de Daniela Álvarez, la agenda pública se comienza a despintar de guinda.

Por algo debían iniciar.

Lo que sigue para la dirigencia panista chihuahuense, es sin duda despertar del letargo a los panistas de todo el estado, pues, tras el triunfo han encontrado la comodidad desde puestos partidistas o de gobierno y se han olvidado de las batallas que vienen.

A pesar de la difícil elección del 2024, en la que Morena penetró al electorado chihuahuense y les arrebató diputaciones federales y arrasó en la carrera al senado, muchos y muchas panistas piensan que todo está muy fácil para el 2027, dada la facilidad con la que el alcalde de la capital Marco Bonilla fue reelecto.

Si el PAN de Chihuahua quiere dar la pelea necesita tener hambre de triunfo, la cual ahorita está totalmente ausente, quizás por falta de motivación. Pero, la realidad es que las y los panistas están carentes de esa hambre de éxito que los impulse a luchar, a dar la cara y a confrontar la realidad electoral: la cosa no pinta fácil para 2027 y sin trabajo en tierra, de la mano con la sociedad no van a poder avanzar.

La batalla en redes también está perdida (en este momento) para Acción Nacional, en donde también se tiene que dar la pelea, si quieren ser competitivos en la elección.

Y regreso a Luis Spota: “las cornadas no las pega el toro. Las cornadas grandes, las que pesan, las da el hambre”, así que todas y todos aquellos que llegaron a ser regidores, diputadas o funcionarios en la ola electoral del 2018 y 2021 de la mano de Maru Campos en Chihuahua, tienen que poner manos a la obra, de lo contrario pegará duro el hambre si no se gana en el 2027.

ESPRESSO COMPOL

La tarea es pesada para Daniela Álvarez y la dirigencia panista de Chihuahua: recuperar el hambre de triunfo y construir liderazgos con propósitos convincentes para conquistar a un electorado ajeno a Morena que se siente abandonado.