Ciudad Juárez.- Desde que tengo conciencia, he oído repetidamente que ser feminista implica rechazar cualquier tipo de vínculo con las labores del hogar. Como si el anhelo por la igualdad de género me privara automáticamente de la habilidad o el interés por cocinar, limpiar o cuidar mi casa. Sin embargo, permítanme compartirles, basándome en mi experiencia, que esta es una de las más grandes mentiras que se han construido en torno al movimiento feminista. El feminismo, en su forma más auténtica, persigue la equidad. No intenta menospreciar las labores del hogar, ni tampoco limitar su realización a las mujeres. El objetivo principal es que este tipo de labor, históricamente asignado al ámbito femenino y, por consiguiente, menospreciado, obtenga reconocimiento, valoración y, lo más crucial, se reparta de manera justa entre todos los miembros del hogar, sin distinción de género
Considérenlo por un instante. ¿Por qué una labor tan esencial para el bienestar de cada persona y hogar, como mantener un lugar limpio, tener comida disponible o contar con ropa lavada, debería ser una obligación única de alguien solo por su género? Esa es la interrogante que el feminismo nos exhorta a considerar. No es cuestión de si me agrada o no organizar la ropa, ni de si me complace preparar una comida para mi familia. La cuestión es que esa decisión sea personal, sin influencias de las normas sociales o estereotipos de género. En mi rutina diaria, al igual que muchas personas en esta ciudad y en el resto del mundo, realizo labores del hogar. Preparo comida, ordeno, hago limpieza. Y lo hago con placer, porque sé que ayudo a crear un entorno de paz y bienestar en mi casa. Sin embargo, la diferencia clave es que estas responsabilidades no son una obligación para mí solo por ser mujer. Son una porción de mi aporte, que comparto con mi familia. El debate no es "las mujeres no deben realizar labores del hogar", sino "las labores del hogar son responsabilidad de todos".
El feminismo me ha fortalecido para reconocer que mi valor no depende de mi habilidad para ser una "perfecta ama de casa" según los criterios patriarcales. Me ha otorgado la libertad de optar por dedicarme o no a determinadas tareas, y me ha proporcionado los recursos para demandar que todos en casa asuman su parte equitativa de responsabilidades. No se trata de eliminar las tareas del hogar, sino de desgenerizarlas. En una ciudad como la nuestra, con su energía vibrante y sus retos, es esencial que esta discusión se amplíe. El verdadero avance no solo se observa en las calles o en el ámbito económico, sino igualmente en el interior de los hogares. Cuando los miembros de una familia distribuyen equitativamente las responsabilidades del hogar, y los más jóvenes comprenden desde una edad temprana que mantener el espacio compartido es labor de todos, estamos realmente formando una sociedad más justa y equitativa
Por lo tanto, sí, me identifico como feminista, y sí, también realizo labores del hogar. Y no existe ninguna inconsistencia en eso. Mi feminismo no impone restricciones; por el contrario, me otorga libertad para elegir y demandar una distribución justa de las responsabilidades, posibilitando que cada individuo, sin importar su género, aporte al bienestar del hogar de la forma que considere más adecuada. El auténtico empoderamiento se encuentra en esa decisión y en la comprensión de que el trabajo del hogar, lejos de ser una carga individual, es una tarea esencial que nos involucra a todes.
Opinión
Jueves 31 Jul 2025, 06:30
El feminismo y las tareas domésticas
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Yesenia Hidalgo
