Ciudad de México.- El gobierno federal inició toda una campaña de propaganda luego de que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) diera a conocer cifras que indicarían una reducción notable en los índices de pobreza en la población, esto durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024).
La cifra oficial que fue dada a conocer por el INEGI, ciertamente es espectacular y debería alegrarnos por tantas familias que supuestamente salieron de esa condición económica: 13.4 millones de personas.
Por supuesto que una cantidad de personas como esa que tanto festina la parte oficialista, es una motivación y un muy buen pretexto para elogiar la política social implementada por López Obrador y que sigue marcando el rumbo del gobierno actual.
Que 13.4 millones de personas abandonen la pobreza, derivado de programas sociales que se dedican a repartir dinero de manera universal en un sector muy específico de la población, se convierte en un aval para el gobierno para continuar con esa estrategia, que también se ha convertido en una base electoral muy importante.
Sin embargo, más allá de que la parte oficial eche las campanas al vuelo, no se debe olvidar que las cifras las presenta el nuevo INEGI, esa institución que desde hace varios años, luego de una modificación legal, pasó a formar parte de la estructura gubernamental; lo anterior no significa que las cifras sean increíbles o falsas, simplemente que provienen del mismo gobierno federal.
Es decir, el gobierno se elogia con las propias cifras que arroja una institución que es del gobierno y a partir de eso se construye una narrativa que se vuelve una intensa campaña de propaganda.
Al haberse eliminado instituciones como el Coneval, un organismo que se especializaba en hurgar las estadísticas y escrudiñaba con el método científico el impacto de las políticas sociales, no existe otra institución que valide, confirme o niegue los datos que arroja el estudio del Inegi.
Ahora bien, también debe considerarse que con sus herramientas de medición, el INEGI ofrece resultados que sin ser falsos, si pueden ser tendenciosos y que al no poder analizar a profundidad su impacto en las políticas sociales del gobierno, arrojan dudas sobre si realmente esa cantidad de personas abandonaron la condición económica de pobreza o se trata de un espejismo.
En los primeros análisis independientes que se han hecho al estudio presentado por el INEGI hay un facto que destaca y es que para la elaboración de todo el trabajo se redujeron los vectores indicadores de pobreza, eso de entrada ya altera el resultado. Para explicarlo con mayor claridad: es como si en materia educativa se reduce a 4 la calificación mínima aprobatoria y con ello se reduce en automático el número de reprobados y eso se utiliza para armar una campaña sobre lo exitoso que es el sistema educativo nacional.
Lo que ahora nos dice INEGI es que hay personas que abandonaron la pobreza, pero no explica en qué condición de pobreza se encontraban; todo lleva a pensar que la visión del estudio se fundamenta en que esos 13.4 millones de personas mejoraron sus ingresos económicos, pero deja de lado otras variables que son básicas como los gastos en materia de salud, mejora del hogar, el contenido energético y proteínico de la ingesta alimentaria.
Por eso la cifra de presuntos beneficiados en si misma puede representar una visión de la mejoría en el ingreso de esas personas, pero no se puede considerar como una base sólida para afirmar que el reparto de dinero público hacia algunos sectores de la población, se convirtió en su salvoconducto para dejar la pobreza.
De acuerdo a la ONU, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Unión Europea, se considera pobre a un hogar en un país si sus ingresos son inferiores al 50 por ciento del ingreso medio en ese país y derivado de lo anterior se establecen varias condiciones de pobreza:
La pobreza relativa, la pobreza moderada, la pobreza en materia de salud, la pobreza alimentaria, la pobreza severa, el riesgo de pobreza, el índice de la brecha de pobreza y hasta la pobreza subjetiva. Para determinar en qué nivel se encuentra los ciudadanos, se requiere más que una simple estadística y por tanto estudios de gran profundidad que no hace el Inegi por no contar con el elemento humano que tenga el conocimiento y con las herramientas metodológicas que le permitan ubicar con precisión de que condición pobreza es que salieron esos 13.4 millones de personas.
Una mejora en el ingreso económico de los ciudadanos no es determinante para afirmar que hay éxito en el combate a la pobreza, para eso se deben medir otros indicadores como: inflación, acceso a servicios de salud y medicinas, condiciones alimentarias, mejora en la vivienda, estabilidad laboral y la misma retribución al estado por la vía de los impuestos –un pueblo en pobreza no tiene capacidad de pagar impuestos--, y la adquisición de bienes y servicios.
Si lo anterior no se refleja en la economía de un país, entonces sus ciudadanos pueden tener más dinero, pero este no les alcanza para satisfacer sus necesidades básicas y eso los mantiene sumidos en una situación de pobreza, sea moderada, severa o extrema.
Pero quizá el aspecto más determinante es la sensación que tiene el mismo ciudadano, si usted considera que su condición económica mejoró, entonces le está dando sustento a la narrativa gubernamental que presume éxito en el combate a la pobreza, pero si considera sigue peor o igual, entonces no hay razón para festejar absolutamente nada.