En nuestro artículo previo, denominado “Consideraciones sobre la inflación”, mostramos como se medía la inflación considerando la canasta de bienes de consumo final. Para este propósito el INEGI utiliza el llamado Índice Nacional de Precios al Consumidor, el cual constituye una medición que abstrae múltiples características de los consumidores reales, de tal forma de que el consumidor real deja de existir para ser suplido por una dimensión numérica. No obstante, dado que para realizar estas abstracciones se recurre a métodos estadísticos (científicos), mantienen una validez de referente.
En la pasada quincena de noviembre, se ha saludado con vítores una reducción de la inflación en la primera quincena de este mes en curso. Efectivamente la inflación reflejada por el INPC indica que los precios durante la primera quincena son menores a la primera quincena del mes de octubre. Si la tendencia se mantuviera en la segunda quincena de noviembre la inflación del mes sería menor a la verificada por el mes de octubre. Nada más que no estamos tratando con carreras de automóviles, sino de precios, y éstos se ven afectados por la disponibilidad de bienes y en particular de aquellos que empiezan a escasear a fines de año (la mayoría de ellos alimentarios). Y por el lado de las apetencias o necesidades de consumo, éstas se ven favorecidas por una serie de factores temporales y circunstanciales: las medidas asistencialistas como las pensiones para viejos o mayores de la tercera edad, las primas vacacionales, los repartos de utilidades. La actualización de los precisos de reposición de inventarios, etcétera.
Yo que me caracterizo por ser un “mandilón”, el alto mando me manda de compras al supermercado percibo la sangría en el bolsillo , y algunos bienes (no se diga de los duraderos), los alimentarios, bebidas y tabacos pues registraron un descomunal aumento porque ya se había superado el fin de semana de promociones. A partir de esta vivencia puedo asegurar que los precios de los bienes de consumo corriente durante la segunda quincena de noviembre serán significativamente más altos que en la primera. Y en consecuencia para el mes de diciembre con mayor razón, los bienes de origen agroalimentario mostrarán un repunte significativo, sobre todo, por la demanda estimulada por los apoyos asistencialistas, las remesas de nuestros paisanos, y por las percepciones legales de fin de año de los trabajadores del sector formal de la economía.
Desde mi perspectiva, los analistas al uso, están viendo el fenómeno de los precios al consumidor con una mirada muy parcial. Los precios no se definen aquí y ahora (y nunca), por los números. Nuestro artículo previo tenía precisamente el propósito de dejar claro que las abstracciones numéricas no son la realidad ambiental y mucho menos un patrón para que la realidad se comporte. Los precios se dirimen a la arena de los mercados. Si por un fenómeno anómalo o irregular se cae la oferta de limones, éstos, ante una demanda normal subirán de precios. Si por angas o mangas a las autoridades norteamericanas deciden imponer una restricción a las importaciones de ganado vacuno en pie, pues sobrará ese mismo ganado y habrá necesidad de sacrificarlo en los rastros y la carne vera afectada sus precios por kilo a la baja. Lo que antes era para un destino ahora tiene que colocarse en otro. Esto no lo registran las estadísticas por que son reflejos históricos, a los precios presentes aparecerán en las estadísticas futuras. Y lo que señalaban las estadísticas como tendencia (la reducción de la inflación), no marcan el destino de la siguiente quincena.
Otra cuestión importante que aludimos en nuestra colaboración pasada, fue la relativa a las reducciones de la tasa de interés fijada por el Banco de México. Ha sido ampliamente publicada la discrepancia que existe al interior del Consejo del Banxico, en cuanto la necesidad de reducir o mantener la tasa de redescuento del banco central. El banco proclive a la reducción piensa por alguna razón que se forma a partir de los paradigmas establecidos en la teoría monetaria, en una economía abierta con un sistema de amplísima penetración financiera, en cuyo ámbito las empresas productivas y los consumidores ante el crédito más barato, incrementan su tendencia a invertir en bienes de capital y los consumidores a aumentar su tasa de consumo, y en particular en bienes duraderos (incluyendo créditos hipotecarios o adquisición de viviendas). Y la otra corriente que hace énfasis en que los riesgos inflacionarios, en particular de la canasta de bienes de consumo inmediato, no está garantizado o en franca desinflación.
Los perjuicios sufridos por el Estado de Derecho, la incertidumbre sobre las políticas públicas fiscales y económicas (en general, los ingresos gastos públicos también son variables económicas), el nulo crecimiento de la inversión extranjera directa durante octubre y lo que resta del año, la negativa a invertir por la mayoría de los inversionistas nacionales, sin conocer las reglas del juego, el exceso de capacidad productiva disponible, el ambiente externo adverso, cuando menos en los Estados Unidos en cuanto las medidas arancelarias y la presión sobre la migración propiciada por la 4T, y por la exportación de fentanilo a los Estados Unidos. Obliga a los actores capitalistas nacionales a abrir un compás de espera. Las menores tasas de interés en estas circunstancias, no tienen mayor repercusión. Y así la sigan reduciendo, no constituye para la mayoría de los empresarios un incentivo a la inversión. Para los micro y pequeños negocios que son por otro lado, los que brindan el mayor soporte al empleo en el país, simplemente no tienen capacidad de endeudamiento formal. La tasa de interés por breve que sea les es prohibitiva.
En el corto plazo, parece que las políticas públicas deben orientarse a aumentar el capital humano y apurar las posibilidades de incrementar la aplicación de tecnología, que permita incrementar la productividad del capital humano y físico disponibles.