Ha habido en esta semana dos sucesos, de los cuales me siento obligada a escribir, debido a la indignación que me provocan. 
Por un lado, el descarrilamiento del recién inaugurado “Tren Maya”, que parece ser que le queda mejor la denominación de “Tren Faya” (entiéndase: falla); y, por otro, el acuerdo signado con Venezuela para disponer dinero público mexicano. 
En ese orden, comienzo lamentando la desafortunada respuesta que diera a los medios de comunicación, la persona encargada del funcionamiento óptimo del Tren. A pregunta expresa de la reportera: ¿pero sí se descarriló?, contesta: “no, esa palabra no utilizamos nosotros… como cualquier carro que se descompone”. 
No señor. La palabra correcta es esa. No otra. La definición más simple que se encuentra en cualquier diccionario del idioma español, dice: “separar o salir del carril”. 
Por un cambio de vía, pasan tres vagones y el cuarto se sale de su riel. Hay evidencia. Además, no se “descompuso”, eso se debe a la corrupción impresionante e imperante en la construcción del capricho del Residente de Palacio. El que ha costado 511 mil millones. Tres veces más de lo proyectado. (Para dimensionar un poquito esto, es el presupuesto anual del Ayuntamiento de Cuauhtémoc, Chih. por 500 años).
Afortunadamente, no pasó a mayores y no hubo muertos (como sí los hubo cuando colapsó el metro en CDMX, o el tren interurbano, o cuando se quemaron las oficinas de migración en Juárez, o los niños que no reciben tratamiento de cáncer, o víctimas de feminicidio, o por el mal manejo de la pandemia, o por su política de abrazos a delincuentes, etc.). 
¿Cómo puede dormir tranquilo Andrés Manuel, sabiendo que por su indolencia se han perdido cientos de miles de vidas del pueblo que gobierna?
Y por si esto no fuera suficiente, para desgracia de todos los mexicanos, tenemos un gobernante nefasto, que se atreve ahora a designar recursos del erario federal, para entregar $110.00 (ciento diez dólares) mensuales, (por seis meses), a cada persona de origen venezolano, que radique en México y quiera regresar a su país. 
Estuvo frente a Nicolás Maduro, la Secretaria de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena; para firmar el Programa llamado “Vuelta a la Patria”. 
Lo asemejan con “Jóvenes Construyendo el Futuro” o con “Sembrando vida”. Los cuales han servido por un lado, para coaccionar el voto a favor del partido de AMLO; y, por otro, para desviar dinero, dada la gran cantidad de supuestos beneficiarios inexistentes. 
Según sus propios números, hay 3 millones de venezolanos que han dejado su país. Si lo hicieron, fue precisamente por el hambre. Por falta de desarrollo. Por la crisis política y económica. Por no tener oportunidades de empleo o por haber tenido que cerrar su negocio, por inseguridad e inestabilidad; todo ello, derivado del mal gobierno populista que han tenido, primero con Hugo Chávez y luego con Maduro. 
Tanto que se ha advertido en México, que podríamos convertirnos en “un Venezuela”, si seguimos permitiendo que Morena continúe gobernando. 
No hay dinero que alcance para cubrir las necesidades apremiantes de un país; mucho menos, si se regala o despilfarra de esta manera, a otros países. Porque no solo es Venezuela, sino también: Guatemala, Honduras, Ecuador y está por firmarse con Colombia. 
Sin duda, esta será otra fuente de ingresos para López Obrador, sus hijos y allegados. Que de todos los programas públicos, sacan provecho para beneficio personal. Los huevones nunca han trabajado, viven como millonarios, y en estos cinco años han acumulado una riqueza infinita, como para ellos y varias generaciones de su descendencia. 
A menos, que prosperen las denuncias presentadas, (como las que ya ha promovido Xóchitl Gálvez); que los López Beltrán, sus primos y amigos, sean llevados a la justicia, encarcelados; y que ahora sí, -por primera vez-, funcione el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado; para que todo lo que se han llevado estos desgraciados, del dinero de las y los mexicanos, sea utilizado en salud, educación, carreteras, obras y programas, que funcionen y sean de beneficio social. 
Ya es momento, de hacer consciencia. Momento de llamar a las cosas por su nombre. Ya es momento de responsabilizar a quienes tanto daño han causado en estos ya casi seis años. 
Ya es momento…