Una blasfemia se queda corta -en el estricto sentido de la literatura religiosa- cuando leemos con cauteloso asombro que un segmento de hombres y mujeres, representantes de diversos dogmas, han intentado elevar al nivel de “profeta” a Donald Trump, tras el atentado que sufrió la semana pasada en Butler, Pensilvania.

Los más serios estudiosos en temas mediáticos han expresado hasta el cansancio que el manejo de las redes sociales debe tener un mínimo de responsabilidad por quienes las utilizamos; el atentado contra quien ya aceptó la candidatura presidencial por el Partido Republicano es el ejemplo más cercano que tenemos del irresponsable manejo opinativo de las enredadas redes.

Teorías conspirativas -que van desde un autoatentado hasta la protección divina detrás del tiroteo-, opiniones de sospechosismo, “investigaciones” conclusivas o intervenciones de enemigos internacionales han invadido en los últimos nueve días las redes y los medios, a tal grado que la desinformación convirtió en un caos las verdaderas causas del hecho.

Un sujeto disparó contra el aspirante presidencial, punto. A partir de ahí se mueven todo tipo de teorías y lo único claro que se tiene hasta ahora es que cada quien saca sus propias conclusiones. El problema es que la gravedad del tema ha caído en las más desproporcionadas y absurdas ideas.

La mayor parte de mis textos editoriales la dedico a temas de mi país y en particular de mi estado, Chihuahua, pero no puedo ser omiso en este asunto por dos cosas: la vecindad de Estados Unidos con México que, por consecuencia, siempre que la unión americana estornuda, a los mexicanos nos da un resfrío.

Y, la segunda, porque me parece apropiado un análisis simple del manejo mediático y en particular de las redes sociales, porque no podemos seguir apáticos frente a una descarada embestida de desinformación cada vez que ocurre algo y todos, absolutamente todos, queremos opinar, ser los primeros en tener la “verdad” e intentar que nos crean aun careciendo de la información más elemental.

Condenar el hecho es obligado. Cualquier atentado, cualquier cosa que amenace la vida de un ser humano, es reprobable, trátese de quien se trate. Nadie desea la muerte de una persona, insisto, sea quien sea. Para los escépticos, Trump fue blanco de un ataque por la deficiente protección del Servicio Secreto, que presume su blindaje en todo el mundo.

Pero para los seguidores más devotos del aspirante a la candidatura republicana, la bala que rozó su oreja y estuvo a centímetros de terminar con su vida, es “una prueba más de que un poder lo protege” y más aún: “Lo veo como la protección de Dios”, dijo el reverendo Nathaniel Thomas, delegado de la Convención Nacional Republicana y pastor del área de Washington, D.C.

Las constantes insinuaciones de líderes religiosos, políticos y sociales de ver a Donald Trump como un profeta o un “sobreviviente guerrero de Dios” han generado una carga demasiado riesgosa en la emotividad de los votantes norteamericanos que, de una u otra manera, pueden considerar el atentado como una gran oportunidad de que el republicano pudiese llegar por segunda vez a la Casa Blanca.

Sin embargo, las redes sociales se han dado vuelo en la propagación de informaciones tan fantasiosas como inverosímiles, a tal grado que algunos analistas de medios de alta influencia, como el Washington Post o el New York Times, colocan en la mesa de las discusiones que la democracia puede estar en serios problemas, si continúan las teorías conspiracionistas y las defensas de un poder divino que quiere llevar a Trump al poder.

Gregory Rice, de 33 años, delegado de Rhode Island que es católico, dijo que el resultado del tiroteo le pareció más suerte que intervención divina. Aun así, añadió sobre Trump: “Definitivamente puede ser como un dios para muchas personas, incluyéndome a mí”.

Trump, a partir de ese hecho, redobló sus esfuerzos por capitalizar la devoción de sus seguidores, a pesar de que ha sido condenado por 34 delitos graves y sentenciado a pagar 83.3 millones de dólares a la escritora E. Jean Carroll por difamarla, después de que ella lo acusara de violación. Tras el tiroteo, Donald Trump ha descrito que su evasión de la bala fue por una intervención divina. En su sitio web de redes sociales Trump posteó: “Sólo Dios impidió que sucediera lo impensable”.

Steve Bannon, quien fue estratega jefe de Trump en la Casa Blanca, dijo que Trump estaba protegido por “la armadura de Dios”. Bannon está cumpliendo una sentencia de prisión de cuatro meses después de ser declarado culpable de desacato al Congreso y reaccionó al tiroteo en una entrevista con The National Pulse, un medio conservador.

México está observando con cautela lo que ocurrirá en el proceso electoral de Estados Unidos dentro de unos meses, porque de ahí depende la relación con el vecino más poderoso que tenemos.

De entrada, antes de, siquiera, ganar la elección, ya está dándole ordenes a México para que no instale en nuestro país armadoras automotrices chinas; está amagando con que el T-MEC no sirve y que va a endurecer el cierre de fronteras. Nos considera, en síntesis, su patio en el que puede hacer y deshacer. Al tiempo.

Fuentes: Diario de El Paso, New York Times, Diario de Juárez, The National Pulse.