Casi sin credibilidad por lo cuchareadas y manipuladas que han sido las encuestas, la realidad de las preferencias electorales está escondida bajo un cúmulo de suposiciones o especulaciones que resultan del sesgo a conveniencia de cada actor político.
Desde ventajas ilógicas de 30 y hasta 40 puntos, como la de Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez, hasta anticipados posibles cierres de fotografía en la pelea por las senadurías, con candidatos que ni campaña han hecho, son el reflejo de esa manipulación de los estudios de opinión que ya no son descriptivos ni inferenciales, sino más utilitarios del marketing político.
En el centro de la polémica a nivel estatal, por estas encuestas que un día muestran ventaja de unos y luego de otros, los candidatos al Senado de la República por las dos coaliciones con posibilidades, son clara muestra de que el proceso electoral habrá de definirse entre la extraña unidad prianista y la división morenista.
Hay signos claros de esa antes impensable unidad del PRI con el PAN, en la que el PRD ha logrado elevar su calidad para no ser mero adorno testimonial. Le han funcionado los proverbiales bacanales a Pavel Aguilar.
Ha sido la gobernadora Maru Campos la pieza clave de ese engranaje, a cargo no sólo de cuajar el proyecto a nivel estatal, sino de cabildear a nivel nacional la conformación de un bloque opositor capaz de superar la simulación natural que podría esperarse de un proyecto de esta naturaleza.
En esta tarea, Campos Galván ha logrado el apoyo de los exgobernadores priistas, Patricio Martínez, Fernando y José Reyes Baeza, quienes más que obedecer directrices priistas locales o nacionales han optado por respaldar a la primera mujer mandataria de la entidad, que igual representa sus posturas ideológicas, muy lejanas a las que abandera Morena.
Le han sumado en la aceitada de ese engranaje el alcalde capitalino con licencia, Marco Bonilla; el secretario general de Gobierno de origen priista, aunque no militante del PRI, Santiago de la Peña; además de aliados tricolores, albiazules e incluso algunos morenistas por abajo del agua, inconformes con ciertas incongruencias claras de su partido, en el pragmatismo excesivo de su estrategia para sumar gente de todas partes.
A cargo de operar esa unidad, que todavía hace un año no era perceptible en realidad, se han fajado los dirigentes de los tres partidos coaligados: “Gabo” Díaz, del establo de Maru; Alejandro Domínguez, antiguo rival de la gobernadora, hoy aliado; y Nohemí Aguilar del PRD, quien ha superado en activismo a las viejas dirigencias de lo que parece dejar de ser un partido zombie.
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De este escenario surgen los aspirantes de la alianza Fuerza y Corazón por México (PRI-PAN-PRD), Mario Vázquez en primer lugar y Daniela Álvarez en segundo, quienes mantienen en sus encuestas una ventaja suficientemente lejos del empate técnico que presumen sus rivales.
El aspirante a senador panista lleva de suplente a Adriana Fuentes, priista con algún desliz morenista al comienzo de la administración juarense de Cruz Pérez Cuéllar, pero ahora comprometida en la causa, al grado de coordinar el frente opositor en la frontera.
La candidata Álvarez, por su cuenta, está respaldada en la suplencia por Ana Gabriela Guerrero Elías, reconocida en las organizaciones sociales por su trabajo en las casas de cuidado infantil.
La fórmula, independientemente de la relación personal que algún tiempo unió a los ahora candidatos al Senado, ha logrado con los respectivos apretones de tuerca desde el PAN y el Palacio de Gobierno avanzar en lo que propiamente es una campaña electoral. Es notable que recursos no le faltan, ni apoyo directo de los partidos en alianza.
En contraparte, quienes encabezan la alianza Sigamos Haciendo Historia (Morena-PT-Verde), Andrea Chávez en primer lugar y Juan Carlos Loera de la Rosa en segundo, enfrentan el problema de animadversión interna que genera sobre todo el excandidato a gobernador, así como una posible falta de liquidez para sufragar una demandante y costosa campaña. Eso explicaría su poca visibilidad en la contienda.
La abanderada, acompañada de su suplente expriista Nora Elena Yu, va segura a un escaño, como va Vázquez Robles por el PAN, con la diferencia de que no parece muy dispuesta a apostarle al triunfo de Loera de la Rosa, por ser... pues es Juan Carlos, no hay mucho que abundar para explicarlo.
El abanderado, quien lleva de suplente a Luis Carlos Baeza Cano, del gremio constructor juarense, está en esa posición de abandonado por la primera fórmula, pero además parece haber aventado la toalla, también perdido de cualquier apoyo de los juarenses, cohesionados en el proyecto de Pérez Cuéllar para la reelección.
De los candidatos de Movimiento Ciudadano, Zury Espino en primero y César Peña Valles en segundo, está claro que su papel es de espectadores, después de que el excandidato a gobernador Alfredo “Caballo” Lozoya y Francisco Sánchez, dirigente estatal, prácticamente rindieron la plaza de Parral a favor de un moreno, Otto Valles, también cercano de Palacio de Gobierno, así como están ellos.
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La elección de senadores va de la mano de las nueve diputaciones federales de la entidad, en las que se repite como constante esa división morenista y el nuevo amor de los que fueron protagonistas de aquel marcado bipartidismo que predominó por décadas en el estado.
En general, están invisibilizados la mayoría de los proyectos, a grado tal que para el grueso de la población no hay más campañas que las presidenciales, pero también es evidente el factor que define al proceso actual: la unidad casi increíble del PRI y el PAN, frente a la fragmentación grupal no superada por Morena, a pesar de los esfuerzos de su dirigente, Brighite Granados y del delegado nacional, Carlos Castillo, realmente un fantasma sin poder de decisión.
En el caso de la capital, otra vez las falaces encuestas juegan con los sentimientos de los electores al menos en el distrito octavo, peleado entre dos de origen priista, el exalcalde Marco Quezada ahora del lado de la 4T y el abanderado tricolor de la alianza opositora, Alejandro Domínguez.
Los sondeos morenistas apuntan a que arrasaría el primero, como si no existiera la fortaleza creada por Marco Bonilla, cabeza del proyecto prianista y de su propia apuesta por la reelección, acompañado de un cuadro azulado para los distritos locales que arropa al priista Domínguez.
Del distrito sexto, uno de los más panistas del país, no hay sondeo que se atreva a equiparar a la exalcaldesa interina y exsecretaría de Economía, María Angélica “Manque” Granados, con una desaparecida exfuncionaria menor de la Secretaría de Bienestar, Adriana Beltrán, cabeza de la alianza morenista.
Aquí en el sexto, un triunfo morenista no sería sólo una sorpresa; sería el acabose del PAN y de su gobierno en Chihuahua, pero esa hipótesis está más lejos de la realidad que el Sol de la Tierra.
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De todo esto viene la clave del proceso electoral en marcha, la elección de los 67 municipios y, sobre todo, la de los 22 diputados de mayoría relativa del Congreso del Estado, quienes representan la gobernabilidad de la segunda fase de la administración de Maru Campos.
Mantener el actual balance de fuerzas es el reto mínimo del Palacio, con 12 de los 22 distritos para el PAN; dos para el PRI en Parral y la sierra; y ocho para los morenos acorralados en Juárez. Eso le daría la mayoría a la alianza opositora que es gobierno en la entidad.
De momento, esas encuestas que se publican le suman hasta 14 distritos a los morenistas o le aumentan dos o tres posiciones a Acción Nacional. Pareciera algo irrelevante en un proceso donde está en juego la viabilidad de la nación, pero no es poca cosa retener un territorio simbólico de la resistencia norteña a la 4T.
El PRIAN va por mantener o incrementar esa ventaja que hasta ahora le da mayoría calificada, suficiente para cualquier reforma constitucional que tenga entre sus prioridades o incluso para grandes proyectos de gasto que habrá de requerir para el cierre del sexenio.
En tanto, Morena y sus aliados le apostarán a ser el cogobierno opositor a nivel local que no han podido lograr, debido a esa aplanadora conducida por Maru desde 2016, cuando ganó la alcaldía de Chihuahua; una aplanadora que ni siquiera un gobernador con una turbia alianza con el morenismo, Javier Corral, pudo frenar.
Aquí es donde estará verdaderamente enfocada la batalla electoral estatal, pues es la gobernabilidad del resto del sexenio lo que está en juego. Y más que los sondeos y las encuestas cuchareadas, hablarán las urnas con votos contantes y sonantes.