CDMX.- Con más de 40 años surcando los océanos del mundo, el velero Cuauhtémoc ha sido crucial en la formación de miles de marinos mexicanos. Desde 1982, cuando fue entregado al Gobierno de López Portillo, sus tripulaciones han atravesado por momentos críticos, como la muerte de un cadete, ataques de hooligans y ahora la colisión con el Puente de Brooklyn, que dejó 2 fallecidos.
EMBAJADOR DE LOS MARES

El velero Cuauhtémoc, construido en los Astilleros Celaya, en Bilbao, España, en julio de 1981, fue adquirido por el Gobierno mexicano con el objeto de contar con una embarcación dedicada de manera exclusiva a la instrucción de los cadetes, de acuerdo con información oficial.
Un año después, el 25 de septiembre de 1982, fue abanderado por el entonces Presidente José López Portillo en el Puerto de Veracruz.
Desde sus primeras travesías, el velero Cuauhtémoc ha cumplido con holgura sus propósitos educativos, como lo sigue haciendo hasta ahora. Este año cumple 43 años de servicio.
El llamado “Embajador y Caballero de los Mares” tiene la misión de educar a los marinos, actividad que conjunta con una labor diplomática al representar a México en las travesías que realiza.
Navega en la más sólida de las tradiciones marineras, aquella que apuesta a las velas y a los cabos, aquella que conoce los cielos y fija el rumbo con un sextante.
A decir de un mando que conoce de la flota, el Cuauhtémoc nunca reportó fallas en sus máquinas o velas.
“Si algo tiene esa embarcación, es que nunca se fue a la deriva, es de lo mejor que tiene la institución, siempre está en constante mantenimiento, y ‘pulido’ por sus propios cadetes”, comentó a REFORMA.

El buque es parte de la formación profesional de los alumnos de la Heroica Escuela Naval Militar a la carrera de Cuerpo General y, tras su conclusión, los marinos tendrán el ejercicio del mando naval en las unidades terrestres, aéreas, a flote, de Infantería de Marina y demás que le sean designadas para el cumplimento de las misiones de la Armada.
Su primer Comandante fue el Capitán de Navío Manuel Zermeño del Peón, quien estuvo al mando de la dotación que recibiera el buque y llevara a cabo la Operación Barlovento 82, crucero de instrucción inaugural para los Cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar.
En 2011, por primera vez, el Caballero de los Mares incluyó personal femenino a bordo. En esa ocasión realizó el Crucero de Instrucción Mediterráneo 2011 y, desde entonces, las mujeres forman parte de su tripulación en cada travesía.
En 4 ocasiones ha realizado viajes de circunnavegación, es decir, que en esos años, el Velero Cuauhtémoc realizó un viaje marítimo que dio la vuelta al planeta. Esos viajes fueron reportados en 1990, 2002, 2006 y 2017.
El Cuauhtémoc es además internacionalmente reconocido, representando a México en importantes festividades y eventos marítimos alrededor del mundo, lo que lo ha hecho acreedor a numerosos premios y reconocimientos.
Destacan: la Copa Tetera Boston en 2024, el Trofeo Cutty Sark, la Regata Tall Ship Races 2012, la Regata Tall Ships Challenge, la Regata Colón 92, la Regata Osaka 97 y la Regata Velas Latinoamérica en sus diversas ediciones.
La Copata Tetera Boston es un premio internacional que se otorga anualmente al buque escuela a vela, que cubra la mayor distancia posible en cualquier parte del mundo en un período de 124 horas, entre el 1 de octubre de un año y el 30 de septiembre del siguiente.

Asimismo, la Bandera de Guerra del Cuauhtémoc se ha hecho acreedora a por lo menos cinco condecoraciones: de la Orden Naval “Almirante Padilla”, en el grado de Gran Oficial, otorgada por el Presidente de la República de Colombia; Medalla “Fe en la Causa”, otorgada por el Ministro de Defensa de Colombia, por su participación en la Regata Sail Cartagena, y Condecoración “Bicentenario Armada de Chile”, entregada por el Comandante en Jefe de la Armada de la República de Chile, en mérito a los eficientes servicios prestados a esa Armada.
Además, la Condecoración “Honor al Mérito de la Gobernación de Bolívar”, entregada por el Gobernador del Departamento de Bolívar, de la República de Colombia; y “Medalla Cívica Almirante Padilla”, entregada por la Alcaldesa de Cartagena de Indias de la República de Colombia, en reconocimiento al esfuerzo del Buque Escuela por llevar el mensaje de paz de las tierras mexicanas por el mundo.
Ha recibido, además, ocho menciones honoríficas, mismas que se encuentran colocadas en los mamparos de estribor y babor, en el área del combés, representadas con una estrella por cada mención otorgada, así como cuantiosos reconocimientos por la “elegante presentación” y fraternidad brindada por parte de sus tripulantes durante su arribo y estancia en los diversos puertos del mundo.
MUJER Y HOMBRE AL AGUA...
Y HASTA HOOLIGANS

El buque Cuauhtémoc ha enfrentado fuertes oleajes, ventiscas y malos tragos.
El 11 de junio de 2017, la cadete Eva Lidia sufrió un accidente durante su servicio de guardia en una maniobra de velas a bordo del Buque Escuela.
Realizaba prácticas a bordo de citado buque, durante la navegación y debido a las condiciones meteorológicas imperantes en el área, en una maniobra de velas, perdió el equilibrio y cayó al agua cerca de Mumbai, India, sin que pudiera ser rescatada.
“Las condiciones de escora propias de la navegación a vela propiciaron que una ola de gran magnitud ingresara a la parte central del buque por el lado derecho; la entrada masiva de agua causó que los tripulantes que ahí se encontraban perdieran el equilibrio al ser alcanzados, lamentablemente la Cadete Eva Lidia no logró sujetarse a la estructura del buque, siendo arrastrada fuera de la unidad”, se leyó en el parte oficial.
El capitán cambió de modo de navegación a vela por navegación a motor, arrojando al mar aros y chalecos salvavidas para supervivencia, así como luces estroboscópicas para la ubicación. A la par, se establecieron referencias visuales para compensar los efectos del viento y la corriente con la finalidad de posicionar con la mayor precisión posible el área de caída de la cadete al mar.
Eva Lidia quedó en calidad de desaparecida.
En cumplimiento a los convenios internacionales en materia de búsqueda y rescate marítimo, la Armada de México realizó las coordinaciones con la Marina de Guerra de la India, misma que desplegó, para reforzar la búsqueda, un avión SAR Boeing P8I (VK-260), la fragata INS TEG (F-45) y el destructor INS MYSORE (D-60) con dos helicópteros a bordo, cubriendo un área de más de 4 mil millas náuticas cuadradas.
Pero la cadete no pudo ser hallada.
Antes, en abril de 2016, un aspirante de segunda de Cuarto Año, de 19 años de edad, cayó al mar a 21 millas al noreste de Fort Lauderdale, Florida, en Estados Unidos. En este caso fue rescatado con vida una milla más adelante.

En otro incidente, en 2013, alrededor de 300 polacos atacaron a 57 cadetes del buque-escuela Cuauhtémoc que descansaban en la playa de Gdynia cuando realizaban un viaje de entrenamiento.
En ese entonces, el capitán del buque, Juan Carlos Vera, dijo a REFORMA que su tropa fue agredida por “hooligans”.
“Aunque fue un grupo numeroso el que agredió a los elementos, fue una muestra insignificante con relación a la misión que tuvo nuestra unidad y de las muestras de afecto que nos dieron, muy grato, y bueno, eso no impidió la misión diplomática”, dijo.
Mencionó que un grupo de 300 jóvenes, a quienes calificó de raciales, rapados y fuertes, agredió a unos 50 de sus elementos, de los cuales dos tuvieron que ser hospitalizados.
“Parecían salidos de una película en serie, eran todos iguales, en algún momento pensé que eran de una escuela militarizada”, recordó.
“(Los hooligans) eran agresivos, provocaban y buscaban pelea. Finalmente, se voltearon contra los mexicanos, a quienes les pegaron. Les gritaron ‘mestizos’ y ‘negros'”, contaron testigos.
Sin embargo, el suceso más grave por el que han atravesado el buque y sus tripulantes se registró hace apenas una semana, cuando el sábado 17 de mayo, impactó contra la parte inferior del Puente de Brooklyn durante una maniobra de zarpe.
Este hecho dejó dos marinos fallecidos y más de 20 lesionados, algunos de ellos de gravedad. Las investigaciones preliminares sugieren una posible falla mecánica que provocó la pérdida de potencia del barco. Se emitieron llamadas de auxilio poco antes del impacto. La investigación sobre las causas exactas y responsabilidades está en curso por parte de autoridades estadounidenses y mexicanas.
TRADICIONES Y
LEYENDAS A BORDO

En la Marina existe un dato curioso y que pocos conocen: a bordo del BE-01, una de las principales maneras de mantener viva la llama del espíritu marinero entre quienes se embarcan es celebrar sus tradiciones marineras, como solicitar el permiso de Neptuno (deidad romana de los mares) para traspasar la línea del Ecuador, o de Cronos (dios griego del tiempo), para cruzar el antimeridiano o la línea internacional del tiempo.
También existen ciertas adaptaciones marineras de actividades cotidianas en tierra, como la práctica del turco-cesto o el turco-beis, actividades deportivas que son parte de la identidad inconfundible que fortalece la afinidad y lazos de amistad entre las y los marinos en todas las latitudes.
Otro dato relevante del buque, es que su proa lleva la efigie de Cuauhtémoc, nombre con el que fue denominado el navío en honor al último emperador azteca, que representa su estirpe guerrera, reconocida por su valentía.

En 1981, el señor Juan José Alonso Verástegui, en ese entonces Director de los Astilleros Celaya de Bilbao, en España, como ferviente católico, realizó una promesa a la Virgen de Guadalupe, comprometiéndose a colocar su imagen dentro del buque si finalmente México le otorgaba el contrato de construcción del Cuauhtémoc, pero este significativo detalle no fue autorizado, en virtud de que representaba una imagen religiosa, lo cual se encontraba prohibido por las leyes mexicanas, las cuales indican que en el interior de ninguna institución se pueden colocar símbolos religiosos.
Ante esto, el señor Alonso Verástegui, para no faltar a la promesa que había hecho y después de darle muchas vueltas al asunto, mandó tallar en madera la imagen de la Virgen, para que sirviera de molde de un medallón de aluminio que fijó en el penol del bauprés (palo largo que se saca hacia el exterior de la embarcación para diversos usos); así, quedó satisfecho, pues cumplió con la promesa a la Guadalupana y, al mismo tiempo, respetó las leyes mexicanas.

Una leyenda refiere que algunos creen que existe una imagen de la Virgen en algún lugar oculto del velero, tan difícil de encontrar que sólo saldría a la luz cuando el Cuauhtémoc fuera desmantelado, al término de su vida activa o al sufrir un accidente.
Los cadetes, dicen, abarrotan sus casilleros (tres) de decenas de llaveros que adquieren en cada puerto donde atracan.
En los sollados, donde las literas están prácticamente pegadas una a una, los alumnos colocan imágenes religiosas, fotografías de sus madres, sus novias o novios.
Cada cadete tiene su tradición y su leyenda.
'CONSIGA UN BUQUE,
LO PAGA LA PRESIDENCIA'

A finales de los años 70 del siglo pasado, la Marina necesitaba un Buque Escuela que recuperara la tradición que claramente se había iniciado en 1889 con la adquisición de la corbeta “Zaragoza”, el primer barco mexicano que afrontó el reto de la circunnavegación y que, en 1892, desempeñó funciones diplomáticas en España durante los festejos del cuarto centenario de la aventura colombina, narra la historia de la Armada de México.
Pese a estar de acuerdo en lo fundamental, no había un consenso entre los integrantes del Almirantazgo en cuanto a las características que debería tener el Buque Escuela. El problema era ese punto medio entre modernidad y tradición.
Algunos proponían la adquisición de un buque de guerra, similar al que tenía la Armada Alemana, un barco dotado con los mayores adelantos, que permitiera la formación de los cadetes en lo que en aquel momento era la tecnología náutica más avanzada; pero otros estaban convencidos de que se requería un velero que fuera capaz de exaltar el espíritu marinero y lograra que la corriente de la tradición fluyera “por las venas de los alumnos”, se cita en el libro “Embajador y Caballero de los Mares; un ensayo literario”.

La decisión final ocurrió por una serie de casualidades que se fueron eslabonando sin que nadie se lo propusiera ni las precipitara. Todo comenzó hace exactamente cuarenta y cinco años, en mayo de 1980, cuando el Presidente José López Portillo realizaba un viaje en el buque Durango. La travesía fue perfecta y, cuando la embarcación atracó en Ciudad del Carmen, sus tripulantes entraron a la Comandancia, refiere la edición.
Durante unos instantes, el Mandatario se quedó observando un cuadro que mostraba un velero surcando las olas. Tanto le gustó el cuadro al Presidente que el Vicealmirante Carlos Cervera se lo ofreció como regalo.
Apenas habían dado unos pasos cuando José López Portillo se volvió para preguntar:
—¿Por qué razón la Armada de México no tiene un velero?
—Porque no está incluido en el presupuesto —le contestó el Almirante Ricardo Cházaro Lara, quien en aquellos años fungía como Secretario de Marina.
—Almirante, consiga uno. Lo paga la Presidencia.
“Los buenos vientos hincharon las velas y la decisión quedó tomada”, concluye el ensayo.
La Armada de México tendría un nuevo buque y su nombre también sería elegido por el Primer Mandatario: se llamaría Cuauhtémoc, el último soberano de los mexicas, uno de los mayores personajes de la historia de México.
La puesta de quilla en gradas ocurrió el 24 de julio de 1981 y la botadura del Cuauhtémoc se llevó a cabo el 9 de enero de 1982.