Chihuahua, Chih.- Confiado en que su retorno a Chihuahua sería de buen augurio, el Sargento Segundo Iván Eduardo Martínez Morales escuchó su corazón y, guiado por su necesidad de servir, ayudar y de aportar a la sociedad, abandonó el “sueño americano”, un empleo estable y bien remunerado en Estados Unidos, para sumarse a las filas de la Dirección de Seguridad Pública Municipal (DSPM).

“Cuando decidí ingresar a las filas de la Dirección, lo hice con un propósito que iba más allá del uniforme o del reconocimiento. Dejé atrás donde trabajaba, en la fabricación de aeronaves junto a ingenieros especializados. Tenía un futuro asegurado, pero no una satisfacción plena, dentro de mí existía esa necesidad, fue la chispa que encendió mi camino como policía, un camino que hoy, después de 13 años de servicio, he convertido en una vocación de vida”, señaló.

Enfocado en mantener el orden público, separar el peligro de las calles, resguardar, prevenir y reaccionar en defensa de cualquier situación que vulnere a los ciudadanos, así concentraba su mente en cada despliegue, operativo o recorrido.

Pero empezó a ver más allá, la confianza que depositan las familias en los elementos por su labor es debido a que representan seguridad, y empezó una formación más humana, a respaldar cualquier emergencia, y se formó como paramédico.

“En 2015 ingresé a la Cruz Roja Mexicana para estudiar la carrera de Técnico en Urgencias Médicas; lograrlo no fue fácil, combinaba el estudio con mis turnos de patrullaje, pero el deseo de servir con más conocimiento y efectividad me impulsó a continuar.

Desde entonces, cada atención, cada auxilio, cada vida salvada me confirmó que había tomado la decisión correcta. Con el tiempo pasé al equipo de Proyectos Especiales, donde enfrenté situaciones de alto riesgo y de impacto directo con la ciudadanía.

En esas intervenciones aprendí que el verdadero valor del policía no radica sólo en la fuerza o en la autoridad, sino en la templanza y la capacidad de actuar con humanidad en medio del caos”, expresa emotivo.

El uniformado se abrió paso en el extenso mundo de la corporación, integrándose a la Unidad de Operaciones Aéreas como observador y paramédico rescatista del helicóptero Halcón l.

Operaba traslados aeromédicos desde zonas serranas, alejadas hasta llegar a hospitales de la ciudad, salvando vidas, escolta, policía comisionado en Ciudad Juárez, experiencia de gran responsabilidad y exigencia, que le mostró la disciplina, lealtad y resiliencia. Ello le multiplicó las ganas de “servir con el alma y proteger con el cuerpo”, como el expresa.

“A lo largo de los años he comprendido que ser policía es más que portar un arma o aplicar la ley; es tener la capacidad de ser mecánico, psicólogo, paramédico, mediador, maestro y protector, todo en un solo instante. Cada día nos enfrentamos a situaciones que nadie más quiere enfrentar. Somos los primeros en llegar cuando la vida pende de un hilo, cuando alguien pierde a un ser querido o cuando una madre está a punto de dar a luz en medio de la calle”. La vida lo ha puesto en situaciones difíciles, pero también satisfactorias y llenas de esperanza, que lo hacen llegar a casa lleno de orgullo, así como en otras que marcan su vida para siempre, y es que ha recibido a cinco bebés en partos en la vía pública. Ayudar a llegar a la vida misma a otra persona, gracias a su interés, preparación y nobleza, le ha dado la satisfacción más grande.

“Una atención oportuna puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte”.

Recuerda en especial el nacimiento de un pequeño llamado Abraham, su madre no alcanzó a llegar al hospital y él lo recibió ahí en plena vía pública, sin el sofisticado equipo, sin su grupo especializado de médicos, ni mucho menos el lo necesario en infraestructura, solo él y una madre que le depositó su confianza y puso en sus manos su vida y la de su bebé.

“Unos guantes, campos estériles y el corazón acelerado, ayudé a traerlo al mundo. Hoy, un año después, aún visito a esa familia. Ver al niño sano y feliz es una de las satisfacciones más grandes que este trabajo me ha dado. Son esos momentos los que dan sentido a cada desvelo, cada riesgo, cada jornada en la que damos más del cien por ciento. El servicio también tiene su precio, el turno es una batalla entre el deber y la incertidumbre, nunca sabemos si regresaremos a casa. Esa realidad me hace pensar en mis hijos y en lo que significa para mí su futuro. Sería egoísta pedirles que no siguieran mis pasos, pero también sería humano desear que no tuvieran que enfrentar el peligro constante que conlleva esta profesión. Si alguno decidiera ser policía, lo apoyaría, pero le exigiría ser mejor, ser profesional, honesto y digno, para que el apellido Martínez siga siendo sinónimo de compromiso, valor y servicio verdadero”.

Licenciado en Criminología, maestro en Docencia Superior, estudiante de Derecho, perfiles como el del Sargento Martínez son los que integran la Dirección de Seguridad Pública Municipal (DSPM), llenos de conocimientos, herramientas, empatía y de amor por el uniforme. Honor, valor y corazón.

“Servir y proteger no son sólo palabras en una patrulla, son un compromiso llevado en el corazón. Es dar sin esperar, es poner el conocimiento y el alma al servicio de quien lo necesita, proteger es ser fuerte cuando los demás no pueden, es enfrentarte al peligro para que otros puedan dormir tranquilos”, finalizó.