Desde que regresó al cargo, el presidente Donald Trump ha puesto en marcha una guerra comercial mundial, en la que ha esgrimido aranceles para tratar de alcanzar múltiples objetivos a la vez: aumentar los ingresos del gobierno, reducir o eliminar los déficits comerciales con otras naciones y obligar a los fabricantes a producir más de sus mercancías en Estados Unidos.

Pero, ¿quién paga realmente esos aranceles y adónde va ese dinero?

He aquí cómo funciona el proceso.

¿Qué es un arancel y quién lo paga?

Un arancel es esencialmente un recargo o cobro gubernamental sobre los productos importados de otros países.

Los aranceles los pagan las empresas que importan las mercancías. Los ingresos procedentes de los aranceles estadounidenses son pagados por los importadores estadounidenses al Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

¿Cómo funciona esto?

He aquí un ejemplo: si Walmart importa un par de zapatos de 100 dólares de Vietnam —que se enfrenta a un arancel del 20 por ciento según los términos de un acuerdo comercial preliminar—, Walmart le va a deber 20 dólares en aranceles al gobierno estadounidense.

¿Qué ocurrirá después?

  • Walmart podría intentar cargar el costo al fabricante vietnamita de calzado diciéndole que Walmart ha decidido pagar menos por el producto.
  • Walmart podría reducir su propio margen de ganancia y absorber el costo del arancel.
  • Walmart podría subir el precio del calzado en sus tiendas.
  • Alguna combinación de las anteriores.

¿Por qué recurre Trump a los aranceles?

El presidente y sus asesores dicen que su objetivo es que los aranceles sean tan onerosos que obliguen a las empresas a fabricar sus productos en Estados Unidos. Argumentan que así se crearán más puestos de trabajo en Estados Unidos y subirán los salarios.

Pero Trump también ha descrito los aranceles como una herramienta polivalente para extraer concesiones de otros países. El presidente también sostiene que los aranceles van a recaudar enormes sumas de ingresos que el gobierno podrá utilizar para pagar recortes fiscales internos.

Los economistas afirman que los aranceles no pueden alcanzar simultáneamente todos los objetivos que se ha fijado Trump. De hecho, muchos de sus objetivos se contradicen entre sí. Los mismos aranceles que se supone que aumentarán la fabricación estadounidense también están haciendo la vida imposible a los fabricantes estadounidenses, al interrumpir sus cadenas de suministro y aumentar el costo de sus materias primas.