Monterrey, México.- El año pasado se instalaron en China más turbinas eólicas y paneles solares que en el resto del mundo en conjunto. Y empresas chinas están construyendo fábricas de vehículos eléctricos y baterías en Brasil, Tailandia, Marruecos, Hungría y otros países.
Al mismo tiempo, en Estados Unidos, el Presidente Donald J. Trump está presionando a Japón y Corea del Sur para que inviertan "millones de millones de dólares" en el envío de gas natural a Asia. General Motors acaba de cancelar sus planes de fabricar motores eléctricos en una fábrica cerca de Buffalo, Nueva York, y en su lugar invertirá 888 millones de dólares en la construcción de motores de gasolina V-8 allí.
Ya arrancó la carrera por definir el futuro de la energía. Incluso mientras los peligros del calentamiento global se ciernen amenazante sobre el planeta, dos de los países más poderosos, Estados Unidos y China, siguen estrategias definidas principalmente por preocupaciones económicas y de seguridad nacional. Industrias enteras están en juego, junto con las alianzas económicas y geopolíticas que configuran el mundo moderno.
La Administración Trump quiere mantener al mundo dependiente de combustibles fósiles como el petróleo y el gas, que han impulsado autos y fábricas, calentado hogares y alimentado imperios durante más de un siglo. Estados Unidos es el mayor productor de petróleo y el mayor exportador de gas natural del mundo, lo que ofrece el potencial para lo que Trump ha llamado una era de "dominio energético" estadounidense.
China corre presurosa en una dirección diferente, apostando por un mundo que funcione con electricidad barata proveniente del sol y el viento, y que dependa de ella para paneles solares y turbinas costeables y de alta tecnología. China no tiene petróleo ni gas fácilmente accesible, por lo que está ansiosa por impulsar su economía con energías renovables.
Los peligros para China de depender de regiones políticamente inestables para obtener energía quedaron de manifiesto recientemente cuando Israel atacó a Irán, que vende prácticamente todas sus exportaciones petroleras a China. Aunque China aún quema más carbón que el resto del mundo y emite más contaminación climática que Estados Unidos y Europa juntos, su transición hacia alternativas más limpias está avanzando a un ritmo vertiginoso. Ya domina la fabricación mundial de paneles solares, turbinas eólicas, baterías, vehículos eléctricos y muchas otras industrias de energía limpia.
Su mayor fabricante de automotriz, su mayor fabricante de baterías y su mayor empresa de electrónica han introducido sistemas que pueden recargar autos eléctricos en tan sólo cinco minutos, prácticamente eliminando uno de los inconvenientes más molestos de los vehículos eléctricos: largos tiempos de carga. China cuenta con casi 700 mil patentes de energía limpia, más de la mitad del total mundial.
También está tomando medidas que podrían dificultar a otros países ponerse al día. En abril, Beijing restringió la exportación de potentes imanes de "tierras raras", un negocio que China domina, a menos que ya se encuentren dentro de productos completamente ensamblados como vehículos eléctricos o turbinas eólicas. China también ha comenzado a dominar la energía nuclear, un campo antes liderado indiscutiblemente por EU.
La Administración Trump está utilizando la formidable influencia de la mayor economía del mundo para mantener fluyendo al petróleo y gas estadounidenses.
Washington está aplicando esencialmente una estrategia energética coercitiva basada en la idea de que el mundo moderno ya está diseñado en torno a estos combustibles, y EU los tiene en abundancia, por lo que exportarlos beneficia a la economía estadounidense, incluso si la energía solar es más limpia y, a menudo, más económica.
Estados Unidos tuvo todas las oportunidades para liderar al mundo en energías renovables. Los estadounidenses crearon las primeras celdas fotovoltaicas de silicio prácticas en la década de 1950 y las primeras baterías recargables de litio-metal en la década de 1970. El primer parque eólico del mundo se construyó en New Hampshire hace casi 50 años. Jimmy Carter instaló paneles solares en la Casa Blanca en 1979.
Pero con la abundancia de petróleo, gas y carbón, y la industria de los combustibles fósiles financiando esfuerzos por minimizar las preocupaciones climáticas, el compromiso de EU con promover la inversión en energías limpias ha fluctuado.
El objetivo de China de dominar la tecnología de energías limpias nació hace 20 años. En el 2003, Wen Jiabao, geólogo especializado en tierras raras, asumió el cargo de Primer Ministro. China se había vuelto dependiente del petróleo importado. La contaminación atmosférica estaba matando gente y generando una situación penosa con imágenes de ciudades envueltas en gris. Y la economía aún dependía de la manufactura no calificada. Wen vio una oportunidad para resolver ambos problemas convirtiendo a China en un innovador energético.
China proporcionó cientos de miles de millones de dólares en subsidios a fabricantes de energía eólica, solar y de autos eléctricos, al tiempo que protegía sus mercados de la competencia extranjera. Al mismo tiempo, invirtió en investigación y en mano de obra calificada.
China llegó a dominar incluso las industrias de energías limpias que Estados Unidos había liderado en su momento. En el 2008, EU produjo casi la mitad del polisilicio del mundo, un material crucial para los paneles solares. Hoy China produce más del 90 por ciento.
"Estados Unidos se durmió", dijo Michael Carr, ex miembro del personal del Comité de Energía y Recursos Naturales del Senado y actual director ejecutivo de Fabricantes de Energía Solar para EU, un grupo comercial. "Puedes inventar la mejor tecnología del mundo, pero si no sabes cómo fabricarla, no importará".
Claro, Estados Unidos podría revertir el rumbo. Pero habrá perdido tiempo valioso. Las inversiones hechas hace años por China están rindiendo frutos, y Beijing sigue inyectando dinero al desarrollo de su industria energética nacional y en la exportación de esos productos al mundo.
Ambas naciones no sólo consideran la independencia energética esencial en casa, sino que entienden que abastecer de energía a otros países es vital para proyectar su poder. Es poco probable que haya un ganador inmediato en esta carrera global. El mundo cada vez tiene más hambre de energía, alimentando el apetito tanto por paneles solares como por petróleo, energía nuclear y gas natural.
Aproximadamente el 80 por ciento de las necesidades energéticas mundiales aún se satisfacen con combustibles fósiles. Pero la Agencia Internacional de Energía pronostica que, para mediados de siglo, el petróleo, el gas y el carbón caerán por debajo del 60 por ciento de las necesidades energéticas mundiales. Y China está posicionado para captar el negocio adicional.
"Cuando el gobierno federal de EU decide retirarse de la carrera, ésta no se detiene", afirmó Rafael Dubeux, alto funcionario del Ministerio de Hacienda de Brasil. "Otros países siguen avanzando".