Cuauhtémoc, Chih.- Confinado durante horas en un estrecho pozo oscuro, Normando gritó y mantuvo comunicación con sus rescatistas, hasta que desfalleció.

Aún sin habla, sus pulmones seguían mostrando respiración, por lo que decenas de voluntarios a metros de distancia mantenían viva la esperanza de rescatarlo sano y salvo. Infortunadamente no lo logró. Con ayuda de un aparato diseñado por un menonita, 'una pinza de la vida', lo sacaron después de las 10:00 de la noche.

Normando H., un niño indígena de cuatro años, hijo de jornaleros frutícolas, murió horas después de haber caído 400 pies (casi 122 metros) al interior de un estrecho pozo en la huerta “Lizeth”.

Estuvo ahí aprisionado seis horas, el mayor tiempo con vida, mientras un numeroso grupo de rescatistas y voluntarios luchaba por sacarlo. Alrededor de las 4:30 de la tarde del viernes 6 de junio, el pequeño niño con estatura típica de un infante de cuatro años, de complexión delgada, muy ligero, jugaba en los alrededores de la huerta, de la cual su padre es trabajador.

Ahí estaba un pozo, con un tubo de 12 pulgadas (poco más de 30 centímetros) de diámetro, compuesto de dos secciones hacia el subsuelo. La primera de 400 pies de profundidad, punto en el que el ancho está reducido a 10 pulgadas, creando una especie de embudo y luego baja otros 400 pies. En la superficie hay una plancha circular de cemento con el tubo de metal en el centro, todo a ras de suelo.

El hoyo estaba cubierto con una cubeta de plástico. Normando se subió sobre ella y comenzó a saltar; el material cedió y el pequeño, que no llegaba ni a los 20 kilos de peso, se precipitó rápidamente a la oscuridad del pozo agrícola.

El pequeño cuerpo quedó atorado a una profundidad de 400 pies, en el punto en donde el ancho está reducido. Creen que parte de la cubeta cayó con el y eso permitió que no se fuera 120 metros más profundo.

Hubo testigos del accidente, lo que permitió un llamado oportuno al 911 y de inmediato llegaron policías y paramédicos de URGE. Testimonios señalan que en esos primeros minutos Normando gritó y tuvo comunicación con las personas que acudieron al llamado y con sus padres.

En poco tiempo arribaron mas rescatistas de Cruz Roja Mexicana y del Departamento de Bomberos de la ciudad, luego rescatistas de las mismas instituciones, pero de las bases de operaciones de la colonias menonitas.

No pasaban ni una hora y Normando ya no respondía a las preguntas de los rescatistas. La tensión se apoderó de los presentes.

“Es muy difícil”, dijo el jefe de Bomberos, René Martínez Bustamante, quien recalcó que mientras hubiera esperanzas harían lo humanamente posible.

Más rescatistas, expertos y voluntarios llegaban al lugar, todos aportando ideas, conocimientos y equipo que pudieran ser útiles para la delicada tarea que tenían frente a ellos. Incluso policías municipales y estatales se ofrecían para ayudar, los mas pequeños y ligeros estaban dispuestos a tratar de introducirse, pero era imposible.

A hora y fracción de iniciada la emergencia lograron introducir un equipo especial para suministrar oxígeno en el reducido espacio en donde estaba el niño. También, cámaras diseñadas para pozos.

El equipo de video permitió observar a Normando. En ese momento hubo esperanzas, cuando vieron su abdomen moviéndose a ritmo de una lenta respiración. Suponían que pudiera tener golpes severos y heridas internas.

Con la esperanza encendida redoblaron esfuerzos para diseñar una estrategia que liberara al menor. Todos coincidieron en que era una labor extremadamente complicada y que requería precisión.

Hubo muchos voluntarios, incluso menores de edad que se ofrecieron para meterse al pozo, argumentando que con su talla pequeña podían llegar, pero los expertos coincidieron que el espacio no permitía una maniobra similar, e introducir a una persona era de riesgo mortal.

Luego de varias horas de buscar soluciones y de intentos infructuosos para sujetar al menor, un rescatista menonita diseñó unas pinzas cuyo funcionamiento consiste en sujetar y fijarse al objetivo al momento de ejercer presión hacia arriba, cuando fueran jaladas por una cuerda.

El dispositivo improvisado funcionó y a las 10:30 de la noche comenzaron las maniobras para sacar al niño. Las pinzas lograron su cometido y sujetaron de un brazo Normando quien inició un lento ascenso.

Todos contenían la respiración, había esperanza de sacarlo con vida, por lo que diseñaron un robusto operativo para la atención médica inmediata en el lugar y posterior traslado a un hospital a una sala de cuidados intensivos. Incluso estaba contemplado el traslado a la capital del estado y bloqueo de calles con apoyo de Policía Vial.

El alcalde Humberto Pérez informó que la gobernadora, María Eugenia Campos, ofreció todo el apoyo del Estado para los traslados.

El silencio era total en la zona de rescate y todo estaba listo para actuar. El cuerpo salió de la oscuridad del pozo y el médico del CRUM (Centro Regulador de Urgencias Médicas del estado) saltó a atender al niño, el objetivo era estabilizarlo y subirlo a la ambulancia, pero su semblante se desarmó luego de unos minutos de maniobras.

Hizo señas de que todo había acabado. Normando, quien durante gran parte de esas largas y tensas horas había luchado junto con los rescatistas por sobrevivir, había muerto. Mas tarde el Servicio Médico Forense (Semefo) de la Fiscalía informó asfixia como causa del fallecimiento.

“Fue devastador, teníamos esperanza y no se pudo lograr”, relató uno de los rescatistas. El jefe de Bomberos comentó que hubo ojos llenos de lagrimas y mucho silencio, nadie podía decir nada.

Cuatro reporteros que estaban al exterior de la huerta vieron salir a policías con las miradas perdidas, elementos de la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) ingresaron de inmediato. Era obvio que no había buenas noticias. El espeleólogo y funcionario municipal, Óscar Cuan Fong salió y sólo dijo a los periodistas: “no está con vida”.

El presidente municipal de Cuauhtémoc, acompañado de los líderes del operativo de rescate, salió a confirmar la noticia. Luego ingresó el personal Forense para llevarse el cuerpo.

La Presidencia Municipal ofreció el apoyo económico para los servicios funerarios, pero al final fueron los dueños de la huerta quienes se están haciendo cargo.

El titular de la Unidad Municipal de Protección Civil, Fausto Arias, declaró que podrían haber sanciones, pero primero habrá un diálogo con los propietarios del inmueble y todo apunta a una sanción administrativa y pago de reparación de daños.

Asimismo, anunció que habrá una campaña de revisión en ranchos y huertas manzaneras del municipio para verificar las medidas de seguridad de todas sus instalaciones, incluyendo pozos. Dijo que es fundamental garantizar la seguridad de los trabajadores y sus familiares.