Este junio, como tantas estrellas del pop antes que ella, Sabrina Carpenter apareció en la portada de Rolling Stone. Apareció casi desnuda bajo una cascada de cabellos al estilo Rapunzel, en un retrato bañado por el sol tomado por el reconocido fotógrafo David LaChapelle.

Como conocedora sagaz del pasado del pop, Carpenter, de 26 años, probablemente esté familiarizada con la portada más famosa de LaChapelle para Rolling Stone: aquella en la que una Britney Spears de 17 años luce un sostén push-up negro mientras descansa sobre sábanas fucsia, con un Teletubbie morado bajo un brazo. Carpenter no vivió en tiempo real la polémica que siguió a ese número, sin embargo, porque se publicó apenas unas semanas antes de que ella naciera.

Carpenter es un ejemplo de lo que llamaré la estrella pop pos-pos-Britney: alguien que cita a Spears, hoy de 44 años, como una influencia formativa sin tener un recuerdo directo de su ascenso. Este año, una nueva cohorte de artistas femeninas pos-pos-Britney —Carpenter, la influente de TikTok Tate McRae y la bailarina de TikTok convertida en debutante del electropop Addison Rae— señaló un sutil cambio generacional en el mainstream del pop.

Las milénials como Taylor Swift (36), Beyoncé (44) y Lady Gaga (39) siguen disfrutando de carreras de superestrella refrescantemente prolongadas, refutando con desafío el estereotipo sexista de que una artista pop femenina ya pasó su mejor momento cuando alcanza la edad suficiente para alquilar un auto. Pero también empieza a consolidarse una clase emergente de artistas pop de la generación Z, cuyos integrantes comparten una realidad demográfica que probablemente haga estremecerse a los milénials mayores: Ninguna de ellas había nacido cuando salió “… Baby One More Time”.

Por muy variadas que sean sus personalidades musicales, las intérpretes de esta cohorte tienen otros puntos en común. Todas crecieron en internet, en un momento en que la red social era una inevitabilidad, lo que significa que sus pasados digitalizados y sus identidades anteriores, minuciosamente archivadas, dejaron rastros visibles. Videos de Carpenter sobreactuando como una niña precoz con un sentido del humor sorprendentemente afinado, o de una McRae de 14 años compartiendo sus primeros intentos de composición con la audiencia ya consolidada de su canal de YouTube, siguen siendo fácilmente accesibles en línea, y coexisten (de manera algo inquietante) junto a imágenes más maduras de ellas como adultas.

Como esos fantasmas de sus yos adolescentes siguen viviendo en internet, la estrella pop pos-pos-Britney sabe que debe mostrar una astuta conciencia de lo que implica ser una mujer joven que expresa su sexualidad en público: proyectar un sentido de empoderamiento de rigueur mientras lamenta la persistente tendencia de la sociedad a objetivizar los cuerpos femeninos. Por eso ha estudiado lo suficiente la gastada trayectoria de la exestrella infantil convertida en símbolo sexual como para saber que toda esa angustia es un problema de la cultura, no suyo. Como dijo Carpenter en un reciente perfil de Variety: “No es culpa mía que haya conseguido un trabajo cuando tenía 12 años y que ustedes no me dejen evolucionar”.

Al igual que Spears, quien fue elegida para la versión de principios de la década de 1990 de El club de Mickey Mouse cuando tenía 11 años, el gran salto de Carpenter llegó en la preadolescencia, cuando la eligieron en 2014 para interpretar a la compañera ingeniosa en la serie Girl Meets World de Disney. Quizá como reconocimiento de sus trayectorias profesionales compartidas, cuando Carpenter interpretó su atrevida canción disco “Tears” en los MTV Video Music Awards de este año, pareció rendir homenaje a Spears. La actuación terminó con Carpenter bailando bajo la lluvia mientras llevaba un sostén cubierto de piedras preciosas; los fans no tardaron en interpretarlo como un guiño a un número memorable de la gira Dream Within a Dream de Spears, en 2001.

Gracias en gran parte a este grupo de estrellas de la generación Z, el espectro nostálgico de Spears pareció sobrevolar el mundo del pop este año como un hada madrina resplandeciente y benévola. (El hecho de que, según se informa, esté en desarrollo una película biográfica sobre Spears también ha intensificado las especulaciones sobre quién debería —o quién será— elegida para interpretarla.) Esto también representa un cambio: hubo un tiempo, no hace mucho, en que el nombre de Spears se habría utilizado para denigrar a una prometedora estrella del pop e insinuar que no era más que una autómata prefabricada, o como una especie de cuento con moraleja sobre el precio de la fama. Pero —quizá porque no vivieron sus primeros años bajo el escrutinio público y son demasiado jóvenes para recordar los días más oscuros de su celebridad— artistas como Carpenter, Rae y McRae han abrazado a Spears como una especie de hermana mayor pionera y una referencia estética fundamental.

La influencia de Spears es más directa en Addison Rae, de 25 años (nacida el año de “Oops! … I Did It Again”), quien, al igual que Spears, es una rubia efervescente y de fotogenia casi sobrenatural, oriunda de la Luisiana rural y que comenzó su carrera como bailarina. Como explicó en un episodio de The New York Times Popcast este mes de junio, Rae ha idolatrado a Spears desde que tiene uso de razón. “Me dio esa sensación de una inspiración que se cierne sobre ti”, dijo sobre el recorrido de su predecesora desde Luisiana hasta Los Ángeles. “Es como: OK, ella transformó por completo su vida, y viene de un pueblo pequeño”.

Incluso antes de que Rae diera el salto de influente de TikTok anodinamente atractiva a provocadora pop de la era post-Brat, cultivó una conexión aspiracional con Spears: en una fotografía de paparazzi de 2023, ampliamente difundida y posiblemente planificada, se la fotografió leyendo las memorias de Spears, La mujer que hay en mí, mientras paseaba por Beverly Hills. También se la ha visto con una camiseta con un mensaje gráfico que dice, en mayúsculas: “Llamar producto a Britney Spears no te hace profundo”.

Cuando Rae lanzó en junio su sorprendentemente idiosincrásico álbum debut, Addison, quedó claro que Spears también era una influencia sonora fundamental. Con la inclinación de Rae por el experimentalismo digital y suficientes voces susurradas como para empañar una casa de cristal entera, Addison mezcla la estética del período electropop Blackout de Spears con el aliento sugestivo de sus éxitos de comienzos de los años 2000 producidos por The Neptunes. (El video del brillante single de Rae “High Fashion” contiene múltiples referencias a Spears, entre ellas una descarada publicidad por emplazamiento de su perfume Fantasy). En Popcast, Rae citó el éxito de Spears de 2001 “I’m a Slave 4 U” como un punto de referencia y calificó la célebre actuación de la cantante en los VMA, con una serpiente al cuello, como “obviamente una de las mejores actuaciones de todos los tiempos”.

Yo también percibo los ritmos sinuosos y la sensualidad susurrante y seductora de “I’m a Slave 4 U” a lo largo de So Close to What, el tercer álbum de McRae, de 22 años (nació el mismo año en que Spears lanzó “Toxic”), y en particular en su irresistible éxito “Sports Car”. (Sí, hay mash-ups.) McRae fue concursante en una temporada preadolescente del programa de baile So You Think You Can Dance, y su carrera pop llevaba unos años cociéndose a fuego lento en algún lugar por debajo de la corriente dominante; su debut de 2022, apagado y melancólico, I Used to Think I Could Fly, fue un intento algo poco inspirado de presentarla como la próxima Billie Eilish.

Pero, como contó McRae en un perfil reciente de Rolling Stone, un momento de reflexión antes de su segundo álbum la ayudó a encontrar su identidad como artista: “Voy a ser una estrella del pop que baila”, declaró. El video musical cargado de energía y las actuaciones en vivo que acompañaron a su éxito revelación de 2023, “Greedy”, le permitieron a McRae expresar ambas facetas de sí misma, y empezar a recibir comparaciones con Spears (que ella ha calificado de “halagadoras y aterradoras”). Esa conexión quedó explícita en el videoclip de “Sports Car”, en el que baila con una silla plateada casi idéntica a la que Spears utilizó en su video de “Stronger”. Este año, So Close to What consolidó la permanencia de McRae y la confirmó como una suerte de estrella pop que recuerda al pasado, con talento para coreografías acrobáticas de cambio de milenio, incluida el arte del baile con silla. Irónicamente, fue solo al canalizar su Britney interior que McRae logró ser más ella misma.

En muchos sentidos, estas jóvenes estrellas están rindiendo homenaje a una versión claramente idealizada de Spears y de lo que ella representó en el apogeo de su poder. Aunque su influencia musical y estética fue especialmente potente en 2025, la realidad actual de Spears complicó toda esta nostalgia idealizada. Siguió publicando mensajes un tanto inescrutables en Instagram. Borró brevemente su cuenta por completo este otoño, después de que su ex marido Kevin Federline publicara un libro escabroso lleno de afirmaciones inquietantes sobre su bienestar.

Aunque en 2021 fue liberada de la tutela que supervisaba sus asuntos financieros y personales, Spears ha mantenido distancia de la industria musical. “Estoy bastante traumatizada de por vida”, escribió en Instagram en 2022, y añadió que “probablemente no volverá a actuar”.

¿El hecho de que estrellas pop más jóvenes quieran emular a Spears significa que las lecciones aprendidas de su ascenso, caída e intestable recuperación de la paz ya han sido olvidadas? Probablemente sea demasiado pronto para decirlo, pero es igual de posible que hayan aprendido de las propias luchas de Spears que las reacciones viscerales ante las controversias sobre la sexualidad de las estrellas pop femeninas suelen envejecer mal.

Aunque Carpenter, Rae y McRae no vivieron “… Baby One More Time” ni sus consecuencias inmediatas, sí atravesaron otro momento crucial en la historia de Spears: la reevaluación más reciente del trato cruel que recibieron ella y otras jóvenes famosas de principios de la década de 2000. La publicación y popularidad de las memorias de Spears de 2023 también fue un momento decisivo, y el hecho de que Rae las utilice como accesorio señala su interés no solo por la estética de Spears, sino por su historia.

Las tres mujeres proyectan además un sentido de agencia arduamente conquistado a la hora de construir su propia imagen, así como un instinto para rechazar las críticas que culpan a la estrella —y no al sistema— de su propia objetivación. Así lo hace McRae en “Purple Lace Bra”, una canción sombría pero punzante de su álbum más reciente, que destila furia hacia un hombre insensible, o quizá hacia la sociedad en general: “Solo me escuchas cuando estoy desnuda”. Del mismo modo, en su perfil de Rolling Stone, Carpenter rechazó la idea reduccionista de que “todo lo que hace es cantar” sobre sexo. “Pero esas son las canciones que ustedes han hecho populares”, rebatió. “Está claro que les encanta el sexo. Están obsesionados con él”.

La estrella pop pos-pos-Britney no es tan inocente. Pero —replica ella, en un tono que no teme incomodar— tú tampoco lo eres.