Dicen que con la edad nos volvemos más sensibles: en la niñez, puede haber crueldad; en la adolescencia y juventud, se tiende a ser egoísta. Pero llegan otras etapas y aquello que antes no nos conmovía, ahora nos sacan una lagrimita.
Siglo 15. En Transilvania, Vlad y Elisabeta viven una luna de miel eterna: besos, caricias, guerras de almohadas y (vaya, vaya) crema batida embarrada. Pero este juego de amor debe ser interrumpido: los otomanes invaden la nación y el gobernante debe dejar a su amada. Si algo llama la atención del personaje de Bram Stoker, es su potabilidad como sujeto de historias cinematográficas.
En esta versión, lo que más reluce, es la fastuosa producción: buena escenografía y ambientación que nos llevan por diversas épocas; vestuarios y peinados elaborados y lucidores; fotogramas verdaderamente bellos. Todo eso, bien.Por otro lado, Besson se toma varias licencias para imprimir su toque al relato, incluyendo a un padre exorcista muy peculiar -interpretado con mucho humor por Christoph Waltz, quien, como siempre, se roba sus escenas.
Hay alusiones a la historia de El Perfume, unas gárgolas simpaticonas, animadas con CGI y una Elisabeta más parecida a una Kardashian en la gala del MET (poco modesta y escotada) que a una princesa del Siglo 15.Lo que nos lleva al guion: Drácula siempre ha sido un seductor dicotómico; su edad lo ha vuelto repugnante, pero recobra su rostro juvenil para conquistar. El problema es que, aún con los años de menos, el actor Caleb Landry Jones, no es precisamente un galán.Pero a Besson esa muy palpable falta de química, no parece importarle: adereza la relación entre Elisabeta/Mina y Drácula con menos gore y más cursilería. Lo que evidencia lo que nos temíamos: Besson siempre ha sido un romántico, pero, al pasar de los años, la sensiblería ha aumentado.DRÁCULA
Dos estrellas y media
Dirige: Luc Besson
Actúan: Caleb Landry Jones, Christoph Waltz, Zoë Bleu
Duración: 129 min.