En pleno corazón de los pantanos de Florida, a solo 70 km de Miami, se construyó una prisión para inmigrantes rodeada por caimanes, pitones y nubes de mosquitos. Conocida por sus críticos como “Alligator Alcatraz”, esta instalación aprovecha más de 100 km² de terreno hostil e inaccesible, convirtiendo la naturaleza en una muralla viva para evitar fugas.

La prisión, que podría comenzar a operar este julio, ha encendido alarmas entre activistas, ecologistas y líderes indígenas, quienes denuncian que se trata de una medida inhumana y peligrosa. Mientras las autoridades defienden su eficacia, muchos se preguntan si este centro de detención es un castigo encubierto más que un simple control migratorio.