A principios de febrero de este año, un niño menonita de nueve años que viajó con su familia desde Seminole, oeste de Texas, a la comunidad menonita llamada Swift Current, en el municipio de Cuauhtémoc, Chihuahua. El martes 11 de febrero el infante empezó con síntomas, entre ellos manchas rojizas en la piel, y el caso fue confirmado como sarampión oficialmente el 20 de febrero.
Durante su estancia asistió a la escuela, lo que inició la cadena de trasmisión de sarampión que las autoridades de salud aún no han logrado controlar. Veremos como el verdadero enemigo no es el virus infeccioso microscópico sino algo más grande: la ignorancia ciudadana y la negligencia del gobierno. Hoy el brote ha alcanzado en Chihuahua más de 4,000 casos (4,353 casos a nivel nacional) y 16 muertes (17 en el país), de acuerdo al informe de la Secretaría de Salud del pasado 4 de septiembre. Hace 10 días el boletín de la “Situación Epidemiológica de Enfermedades Prevenibles por Vacunación” informó que el contagió llegó a 21 estados de la República. En todos los casos se identificó el genotipo D8, el mismo de Texas, excepto Oaxaca. La primera causa del brote es evidente: todas las muertes registradas fueron personas no vacunadas. Muchas de ellas se agravaron porque al sarampión se le sumaron otras condiciones de salud previas. El primer fallecido por sarampión fue un hombre mexicano de 31 años ocurrido el 11 de abril. No estaba vacunado y padecía diabetes mal controlada. El 100% de las muertes corresponden a no vacunados, y el 94.4 % de los casos confirmados tampoco tenían vacuna. Las autoridades de salud reaccionaron a la defensiva: David Kershenobich, Secretario de Salud federal, declaró que la vacunación es la única forma de controlar el brote y urgió a completar los esquemas de vacunación. En mayo pasado, Gilberto Baeza Mendoza, secretario de Salud de Chihuahua, se reunió con comunidades menonitas, para concientizar sobre la importancia de las vacunas y reforzar la campaña. No ha sido suficiente. Veamos el tamaño del problema: en 1990, hace 35 años, se registró el último gran brote de sarampión en México y en 1996 fue declarado libre de sarampión endémico por la OPS (Organización Panamericana de la Salud). En aquel entonces, la cobertura nacional de vacunación -gracias a la efectiva Semana Nacional de Vacunación-, superaba el 95%. La cercanía y la circulación que existe entre las regiones fronterizas entre Texas y Chihuahua favorecieron la introducción del sarampión a México. Pero su efecto es desproporcionado: en Chihuahua se ha registrado 4.5 más casos de sarampión, a pesar que Texas tiene 10 veces más de población. No es la primer ocasión que el sarampión cruza la frontera. Por ejemplo, en 2011 hubo dos casos importados que no se propagaron. Entonces ¿por qué hoy, con mejores esquemas, estructura y tecnología sanitaria surge este brote con esa magnitud? Los datos son reveladores. Entre 2018 y 2024, la carencia de acceso a servicios de salud en México pasó de 16.2% (20.1 millones de personas) a 34.2% (44.5 millones), según el Inegi y el Coneval. Es decir creció más del doble la falta de servicios médicos. Más datos. La cobertura de dosis de la vacuna triple viral (SRP) se desplomó: en 2023 fue de 76% para primera dosis y 74% en la segunda. Muy lejos de la recomendada del 95%. Se estima que en 2024 más de 341,000 niños no recibieron vacuna, 119,000 más que el año anterior. Vivimos un desmantelamiento silencioso del sistema de salud mexicano. Podemos afirmar que el brote de sarampión tiene dos causas: 1. Resistencia cultural de algunas comunidades menonitas y rarámuris a vacunarse. 2. Abandono del sistema de salud, rezagos estructurales provocados por políticas que disminuyeron el presupuesto en el sector salud y debilitaron la cobertura de vacunación contra el sarampión. El resultado se presenta ante nosotros: millones de personas sin protección, frágiles al resurgimiento de una enfermedad que puede prevenirse. ¿No padecimos la misma negligencia en el tratamiento gubernamental al Covid-19? No se pueden escatimar esfuerzos. La vacuna debe llegar hasta las regiones más alejadas de la sierra y a las colonias marginadas de las ciudades, allá, lejos, donde no hay servicios médicos. Instagram: hruizloya. X: @hectorrr10