"Eres parte inseparable de Dios. Eres Dios experimentando la vida"
— Jodorowsky
Con el bastón de mando que les fuera entregado por los pueblos originarios a los ministros de la Liga de la Justicia, con toda la religiosidad, ministros todos arrodillados, con la venia de la Emperatriz Claudia Sheinbaum, rodeados de flores, frutas, incienso, canto de caracolas, escuchando las voces de los emperadores aztecas —quienes por cierto eran dictadores—: Acamapichtli, Moctezuma I, Ahuízotl, el famoso Moctezuma II (Moctezuma II Xocoyotzin) y el último, Cuauhtémoc. En esos momentos, en que fueron iluminados, ascendieron para escuchar los consejos de los dioses aztecas. Luego se fueron a festejar a un restaurante de Polanco. Es decir, solo hicieron el ridículo. Ahora tienen todo el poder y, como se dice, “murió el quemado de puro ardor”. Entiéndase: los ciudadanos.
Morena asumió todo el poder. Para sus fines no dejan de compararse con Benito Juárez, que fuera presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para luego tomar posesión de la Presidencia de la República, siendo sustituido por Sebastián Lerdo de Tejada.
Los ministros que integraban el pleno de la Corte fueron: Santos Degollado, Manuel T. Álvarez, José María Lacunza, Ezequiel Montes, José María Hernández, José Ignacio de la Llave, José María Cortés y Esparza, Miguel Lerdo de Tejada, José María Iglesias, José Antonio Bucheli, León Guzmán (procurador general) y Juan Antonio de la Fuente (ministro fiscal). Hombres de Estado que constituyeron el Poder Judicial Federal, frente a todos los conflictos que existían durante la Guerra de Reforma.
Dado los acontecimientos, Juárez solo se desempeñó como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación durante 48 horas, pues al concederse la licencia solicitada por el Ministerio de Justicia, regresó a ocupar su cargo en Gobernación para luego ser presidente de la República. Debe señalarse que, si bien es cierto se estableció la elección de los ministros de la Corte, nunca existió un proceso de votación directa. Recordemos que Benito Juárez, bajo las circunstancias que vivía el país, tuvo que asumir los tres poderes de la Unión. Nunca hubo elecciones para ocupar el cargo de ministro de la Corte: eran designados por el presidente de la República. ¿Dónde quedó el pueblo de Morena?
Los antecedentes señalados dejan claro cómo la Suprema Corte de Justicia era un órgano que, tal vez con poca independencia, estaba integrada por conocedores del derecho, liberales formados en la lucha de la Guerra de Reforma. Ahora tomaron posesión los nuevos ministros de la Liga de la Justicia. Ni María Sabina se hubiera aventado el ritual y la ridiculez.
Tristemente, López Obrador y la presidenta desconocen al abogado, periodista y político Ignacio Ramírez Calzada, El Nigromante, el “prohombre” del siglo XIX: diputado constituyente, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, indígena, quien formó parte del gabinete de Benito Juárez en la Secretaría de Fomento y Justicia durante la Guerra de Reforma. Estos eran los hombres que crearon instituciones para el país, liberales de pensamiento, no los aberrantes seguidores de Morena, incluyendo a los que votan por ellos. Ahora, con la “reforma al Poder Judicial”, El Nigromante en su tumba volvió a sacudirse con el infarto que le causó la muerte.
No quiero pasar por alto que no es una crítica a los rituales de los pueblos originarios; por el contrario, Morena se apropió de los rituales que existen desde hace cientos de años, burlándose de todo lo que ha sido parte de México. Es decir, no les basta ser reyes, sino deidades como: Ometéotl (la pareja creadora), Huitzilopochtli (dios de la guerra y el sol), Quetzalcóatl (dios del viento y la sabiduría), Tláloc (dios de la lluvia) y Tezcatlipoca (dios del destino y la noche).
A la presidenta de la República sus asesores no le han informado que en las redes sociales los “jueces” que fueron electos por su supuesta capacidad no tienen idea del cargo que les fue encomendado. Como fantasmas rondan los pasillos, como almas en pena. Habrá que hacerse una pregunta: ¿Los funcionarios que son el alma de los juzgados apoyarán a los jueces electos? ¿Entregarán a los jueces solo proyectos y sentencias para su revisión? ¿Trabajarán hasta altas horas de la noche? ¿El juez, solo en su oficina ante el cúmulo de expedientes, revisará todo lo que pongan en su escritorio? ¿Qué camino tomarán los funcionarios?
Es de entenderse que los funcionarios de los tribunales, quienes elaboran los proyectos de acuerdos y sentencias, en su mayoría tienen mínimo diez años en promedio de carrera judicial. Ellos, al lado de los “jueces corruptos” —como dice la presidenta—, hasta altas horas de la noche y fines de semana tenían en sus manos la aplicación de la justicia: con un intercambio de argumentos jurídicos, sosteniendo criterios en concordancia con la Constitución, la jurisprudencia y la doctrina, para que luego los jueces decidieran sobre los conflictos planteados por los justiciables a través de los litigantes.
El ministro de la Liga de la Justicia ya estableció la forma y modo de trabajar: audiencias públicas, audiencias a los pueblos originarios, estudiosos del derecho (como adorno y justificación de sus consultas). Además, estableció cuántos minutos pueden hablar en el pleno para discutir una controversia, laborar de lunes a jueves y otro gran número de estupideces que ni al Pato Lucas se le ocurrirían; cuando menos, este nos hace reír con gusto. “Los hombres no lloran”, decían nuestros abuelos, quienes sabían juzgar con los conocimientos probos que les dio la vida.
Acordándome de mi padre Unga, si estuviera con nosotros estaría expresando sus ideas, revolcándose en su escritorio, escribiendo en sus apuntes.
Por lo pronto, todos felices y todos contentos, bailando, fumando, gritándole a Quetzalcóatl para que los inspire en la impartición de justicia.
Por lo pronto, en cada sesión del pleno de la Corte celebran los rituales que les robaron a los pueblos originarios. Esto es, no tienen honor.
Salud y larga vida