De un tiempo acá se ha escuchado cada vez más opinar sobre el tema de la gentrificación y sí, es un tema importante porque es un fenómeno urbano que reorganiza el espacio social, cultural y económico al traer consigo nuevas prácticas sociales, estilos de vida y consumo.
Desde mi punto de vista a la gentrificación se le ha dado una connotación negativa y sí, la tiene, pero de igual forma que una moneda tiene dos caras y una de ellas tiene aspectos positivos por evaluar… mucho depende de los para qué y de los cómos… también tienen qué ver los quiénes. En realidad podemos decir que guarda relación con teorías clásicas de economía urbana, como la Teoría de la Renta de la Tierra que David Ricardo publicó desde principios del siglo XIX, en la que sus explicaciones giraron en términos de la actividad económica predominante de la época: que la renta es el excedente por la diferencia que puede haber entre la fertilidad de una tierra y otra. También se relaciona con la Teoría de la Localización que explica por qué las actividades económicas se ubican en ciertos lugares para lograr mayores beneficios. Una más es la Teoría de lugar central que expone cómo las ciudades y asentamientos se organizan en red y de manera jerárquica considerando su rol en el ámbito de los bienes y servicios que brindan a las áreas circundantes. Todas ellas, y otras similares tienen en común un elemento: el suelo. Específicamente, la gentrificación es un proceso principalmente de naturaleza inmobiliaria y, por tanto, también tiene que ver con cuestiones de suelo; es eminentemente urbano y en el confluyen factores económicos, sociales y políticos. Jorge Sequera lo define como la expulsión de personas, prácticas y saberes de un territorio concreto a través de la reinversión de capital público y/o privado y la incorporación de una población con mayor capital económico o cultural. Esta renovación en el territorio, como ya se ha mencionado, está íntimamente relacionada con la especulación inmobiliaria y el desplazamiento de población con menor poder económico para dar lugar a zonas de mayor plusvalía y, por tanto, se vincula acciones encaminadas a la regeneración urbana, por lo que ha cobrado importancia en cuanto a la reestructuración de las metrópolis contemporáneas abrigando conceptos tales como regeneración, renovación, revitalización y hasta marketing urbanos. Pero ¿por qué unas zonas son rentables para reconstruir, y otras no? sin duda, una buena ubicación, significa dinero. El suelo, su ubicación y las mejoras construidas se convierten en mercancías y los derechos de propiedad confieren a los inversionistas el control y sentido que se le quiera dar a esa renovación urbana. Por lo general, aunque no es regla, la gentrificación se da en zonas venidas abajo que han dejado de ser lucrativas en términos sociales y urbanos dado el deterioro de infraestructuras y edificaciones. En contextos así existe lo que se puede llamar “desinversión” que finalmente reditúa en una baja renta del suelo abriendo una brecha entre la renta que se puede obtener en las condiciones actuales y lo que se podría lograr tras una inversión. Cuando esa brecha, o “rent gap”, crece, llega el punto en que invertir en transformar ese territorio se vuelve rentable y surge una respuesta por parte del mercado: los promotores compran a bajo precio y venden el producto final a un precio que le brinde ganancias. Pero… obvio, eso no ocurre por cuestiones casuales ni de suerte: es procurada por agentes externos que visualizan negocio: promotores inmobiliarios, entes financieros y también el gobierno en cuanto a su rol en las políticas públicas: planificación y administración urbanas, inversiones públicas para atraer capital privado para acelerar el proceso, subsidios e incentivos fiscales y hasta expropiación de propiedades, en su caso, en el afán de aumentar el precio del suelo y responder a las expectativas lucrativas. Como resultado se genera una presión económica hacia los pobladores originales que ante el aumento de precios que antes podían ser sufragar, después de las inversiones se vuelven inaccesibles. Algunos llaman a la gentrificación “la gestión capitalista de lo urbano”; argumentan que se trata de la cara amable de procesos de expulsión. Sin embargo, al tratarse de un fenómeno que permite el desarrollo económico de las ciudades y que de manera natural a lo largo de la historia se ha buscado dar usos productivos al suelo ¿pudiera ser que sus implicaciones sociales negativas pudieran evitarse? Los gobiernos locales tienen la facultad de administrar el suelo urbano, se supone que tienen el control… o deberían tenerlo, y su interés es el bien común, o debería serlo. Son quienes pudieran orientar y equilibrar. ¿Reconoce usted procesos de gentrificación en la ciudad? De eso platicaremos la próxima semana