Desde Portugal, va este trabajo dedicado con cariño a todos mis alumnos y exalumnos.
Y también, para dos maestros de siempre que una noche de octubre de 1998 se dieron cita con la historia aquí en Oporto: el escritor y humanista portugués José Saramago, y el estadista también universal Fidel Castro; ambos luchadores incansables, cada cual en su campo, infatigables gladiadores que nos dieron ejemplo de saber vivir, luchar y trascender. Fraternalmente, dedico estas líneas también a mis colegas maestros, los doctores Juan Durán y Juan Tenorio.La razón, para iniciar pensando…
Regreso al año 1998. Corre el mes de octubre, día 16, y aquí en Oporto leemos este despacho de Reuters: “El presidente cubano, Fidel Castro, envió a su llegada a Portugal un saludo al nuevo Premio Nobel de Literatura, el portugués y militante comunista José Saramago. ‘Quiero dedicarle uno de mis primeros saludos. Espero tener la oportunidad de saludarle’, dijo Castro en el aeropuerto de Oporto, vestido con su habitual traje militar verde olivo, a su llegada con motivo de la VII Cumbre Iberoamericana, que se realizará el fin de semana en la hermosa ciudad portuguesa. ‘Tengo amistad con algunos premios Nobel, con uno que es muy conocido, que es Gabriel García Márquez, y ahora me siento honrado con la amistad de otro premio Nobel, con el cual comparto muchas ideas’, añadió Castro.” Saramago, de 74 años, había ganado la semana anterior el Premio Nobel de Literatura, el primero concedido a un escritor de lengua portuguesa. Al conocer la noticia, el escritor se apresuró a defender su ideología comunista y señaló que hubiera preferido renunciar al Nobel antes que a sus convicciones políticas. En el aeropuerto, el presidente cubano, que atraía toda la atención durante las reuniones anuales de presidentes iberoamericanos, dirigió un breve saludo a los periodistas allí presentes. “No tengo el hábito de hacer declaraciones cuando paso por los aeropuertos. Otros tienen la manía de hacerlo. En todo caso, por una cuestión de cortesía, voy a saludarles”, afirmó. Asimismo, el dirigente cubano se mostró interesado por el trabajo de los fotógrafos y reporteros: “Espero que les paguen doble turno, por lo menos; seguramente estarán todo el día aquí. ¿Y la merienda acá la pagan, el almuerzo?”, preguntó entre sonrisas. El programa de Castro para el viernes no se hizo público, pero, según la prensa portuguesa, podría reunirse con Saramago. (Copyright 1998 Reuters)La respuesta
Al saber la petición del comandante Fidel Castro, la respuesta del escritor portugués fue sencilla y clara: “Si él tiene el gusto de estar conmigo, yo también lo tendré”, dijo el autor de El Evangelio según Jesucristo, quien participaba en un encuentro de escritores iberoamericanos, una de las actividades paralelas a la VIII Cumbre Iberoamericana. Este encuentro se llevó a cabo entre la noche del 17 y el amanecer del 18 de octubre, según esta crónica de A.P. En medio de aplausos y canciones, el presidente cubano Fidel Castro y el Premio Nobel de Literatura 1998, el portugués José Saramago, asistieron hasta la madrugada de aquel día a un multitudinario acto de solidaridad con la isla. Castro y el primer escritor de lengua portuguesa en ganar el Nobel llegaron cerca de la medianoche al Centro de Congresos y Deportes del distrito de Matosinhos, al oeste de esta ciudad, donde se celebraba la VIII Cumbre Iberoamericana. “Cuba es más que una rosa, porque las rosas se marchitan y Cuba está viva”, dijo Saramago. “El Premio Nobel de Literatura de 1998 está con la revolución”, agregó el escritor comunista, radicado en España desde hacía varios años. Sobre una tarima cuyo fondo era un enorme cartel con la leyenda “No al bloqueo”, la manifestación comenzó con un concierto de artistas portugueses. La multitud coreaba: “¡Viva Cuba!”, “¡Cuba vencerá!” Tras las breves palabras de Saramago, Castro recordó largamente capítulos de la revolución que encabezó en 1959, la difícil situación económica que vivía la isla y el embargo impuesto por Estados Unidos.Una importante lección
PORTO (De una enviada especial).– José Saramago visitó ayer la Asociación de Periodistas y Hombres de Letras, un edificio muy antiguo, ubicado en el casco histórico de la ciudad. Su esposa, María del Pilar, comentó que habían logrado cancelar una visita a Vigo, prevista para pasado mañana. “El Nobel todavía no es Dios. Lo habían anunciado en dos lugares al mismo tiempo: en una librería y en Vigo”, dijo la periodista que convivía con Saramago desde 1992 en las Islas Canarias. En la Asociación, Saramago se topó, como le solía suceder por esos días, con unos cuantos periodistas que, entre otras cosas, estaban ansiosos por saber si se encontraría con el presidente cubano Fidel Castro. “Con él comparto muchas ideas, y espero tener la oportunidad de conocerlo y saludarlo”, declaró Castro apenas pisó tierra portuguesa para participar en la reunión política. Pedido especial: El autor solicitó a las autoridades locales que concedieran a la Asociación de Periodistas y Hombres de Letras los fondos necesarios para remodelar el edificio, que en cualquier momento podía convertirse en una ruina. Contó además una anécdota que mostraba cómo había cambiado su vida el Premio Nobel: En 1975, cuando los comunistas intentaban tomar el poder, Saramago fue nombrado director adjunto del diario Noticias para cambiar la orientación ideológica del periódico. Los socialistas se impusieron a los comunistas y el escritor, acusado de despidos injustos, se quedó sin trabajo. Hace unos días, Saramago recibió una invitación para visitar ese mismo diario. “Después de 23 años de una campaña en mi contra, volví al lugar del crimen”, contó ayer. Le pidieron que se sentara frente a una computadora y escribiera alguna frase. Tecleó: “Busquen la verdad. Yo también la busqué.” Y el maestro José Saramago la encontró en su vida congruente, como aquella noche de octubre de 1998, justo entre el 17 y el 18, cuando se encontró con el presidente Fidel Castro. Meses más tarde, la vida me daría el privilegio de saludarlos y conversar con ellos en Santiago de Cuba, el primero de enero de 1999. Con ambos —y con su memoria— tengo una cita esta semana que mañana inicia en Lisboa, la cual, más allá de los avatares, estoy aquí para cumplir, porque sigo creyendo en lo que de otro querido y viejo sabio aprendí: “La gratitud es la memoria del corazón.”