El sábado primero de noviembre de 2025, por la noche, pasadas las 20:30 horas, fue asesinado el alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, de 40 años de edad, quien había sido diputado federal por Morena de 2021 a 2024 y apenas electo presidente municipal de Uruapan de manera independiente, en junio del año pasado, asumiendo el 1 de septiembre de 2024.
Minutos después del homicidio, por un joven que ahora se sabe tenía diecisiete años, comenzó la indignación y también, la carroña por grupos de políticos prianistas, mostrando por ejemplo a la senadora panista Lili Téllez que no sabía ni cómo se llamaba Carlos Manzo (fue videograbada preguntándole a Ricardo Anaya en la Cámara de Senadores) pero eso no le impidió gritar en la Cámara de Senadores ¡Que viva Carlos Manzo!
Por supuesto que la indignación se extendió a todo el país por todas y todos los ciudadanos hartos de la delincuencia y la violencia, los que la han padecido y quienes no viven tranquilos, ante la impotencia de ver cómo la criminalidad les ha secuestrado su tranquilidad. De ver cómo el Gobierno federal se ve lento y rebasado, sin una estrategia que demuestre que es eficaz, aún, en el combate al crimen organizado.
Pero ¿Por qué este asesinato ha generado tanta indignación si ya antes han asesinado alcaldes y políticos y no se había desatado esta ola de condena de manera viral? Por tres razones. En primer lugar, porque fue un político y presidente municipal polémico, bronco, con un discurso basado principalmente en el combate a la delincuencia con un peculiar estilo, no acostumbrado en México, de señalar a los grupos del crimen organizado con palabras fuertes y directas, exigiendo mano dura contra ellos al Gobierno federal.
En segundo, por la manera en que afirmaba se debía combatir al crimen organizado, criticando la política de derechos humanos de los presuntos delincuentes y la política de anteponer los procesos penales al combate con fuego, señalando que a los delincuentes se les debía combatir con fuerza y abatirlos. Incluso como presidente municipal fue grabado dando instrucciones a sus policías de abatir a todo aquél que pusiera en riesgo a la ciudadanía o a ellos mismos si portaban armas.
Por último, porque a partir de mayo de este año denunció en varias entrevistas, incluso a nivel nacional, amenazas en su contra, solicitando ayuda al Gobierno federal para combatir la extorsión y los homicidios en su municipio, señalando que era una zona de guerra y disputa de grupos del crimen organizado, donde sus ciudadanos estaban expuestos y a merced de los delincuentes, y que su municipio estaba rebasado precisamente por el poder de fuego de dichos grupos.
Fue por esta petición de ayuda y amenazas que el Gobierno federal le había asignado una escolta de catorce elementos de la Guardia Nacional, que se sumaron a sus escoltas municipales, que nada pudieron hacer para evitar su asesinato en la festividad que él encabezaba en Uruapan denominado Festival de las Velas, para honrar a nuestros muertos en vísperas del Día de Muertos, y que fue abierto y sin medidas de control y seguridad. Minutos antes había transmitido en tiempo real en sus redes sociales el encendido de las velas.
Es justo por eso la condena de este homicidio que evidencia cómo el crimen organizado está por encima de las autoridades municipales que poco o nada pueden hacer ante el poder financiero, de fuego y logístico de la delincuencia organizada. También porque pocos presidentes municipales se atreven a alzar la voz y hacerle frente al crimen como Carlos Manzo, acostumbrados los ciudadanos a tener alcaldes corruptos y coludidos con los criminales, incluyendo a sus secretarios de seguridad.
Sin embargo, también vemos con asco cómo los políticos de siempre, que han sido parte del problema y han encubierto a miembros del crimen organizado y les han ayudado a tener el país como tienen, hipócritamente señalan y descalifican, cuando no les importa la gente, su seguridad ni las víctimas. Por eso la gente los desprecia y ya no los engañan.
Son ellos los que están buscando sacar raja política de esta tragedia convocando a marchas y pregonando “justicia” y “´paz”, en varias ciudades y estados incluyendo a Juárez y Chihuahua, cuando han sido ellos mismos los causantes de esta desgracia: ahí están Ricardo Anaya, Margarita Zavala, Damián Zepeda, y tantos y tantos panistas y priistas que fueron parte del circulo gobernante y de influencia que rodearon a Peña Nieto y Calderón, esos que descompusieron al país con complicidades con el crimen y corrupción.
Mis condolencias a Carlos Manzo y su familia por esta irreparable pérdida. Mis condolencias también a las miles de víctimas de nuestra ciudad, estado y país que desde hace varios sexenios sufren la violencia de manera trágica, sin deberla pero temiéndola. Por ellos me sumo a la exigencia de una estrategia eficaz y decidida que frene esta violencia desmedida que tiene bajo control del crimen a grandes partes de nuestro país, incluyendo a Juárez y Chihuahua, donde hay complicidad de autoridades corruptas con criminales como los hechos y los medios de comunicación lo han documentado.
