Algunas redes sociales han creado
redes de engaños, donde se desdoblan
los corazones y por lo tanto…se atrofia el alma
¿Una persona puede ser al mismo tiempo inteligente, manipuladora y mentirosa?
La mentira se lleva a la perfección con personas inteligentes; para ser manipuladoras se requiere habilidad, seducción y audacia. Y la inteligencia humana da para eso y más. Manipular es ejercer el dominio y poder sobre los demás, viendo como una victoria cada acción que hacen los demás, bajo el engaño e influjo de quienes disfrutan creando codependencias.
Desafortunadamente la codependencia de personas es una epidemia tan común que a veces se ve como normal. Pretendemos justificarlo como un juego de poder, entre dominados y dominantes, pero en realidad es una grave enfermedad emocional, psicológica y sobre todo, adictiva.
Manipular es engañar, saltearse la verdad para crear un mundo personal e individualista donde el manipulador va tejiendo su red, acaba por creerse que es la verdad y muchas veces termina enredándose en ella misma. Hasta puede resultar engañado el mentiroso o fiel creyente de sus propios inventos, al posesionarse del papel y la careta que diseñó para engañar.
Sólo que hay una mala noticia para los manipuladores: el efecto del engaño y dominio persiste hasta que el manipulado se percata o toma conciencia de que es víctima. Entonces se cae el telón, se descubre la máscara y el manipulador pierde.
Para engañar o manipular la verdad se requiere efectivamente inteligencia, en este caso, malévola. Entonces, la inteligencia humana, ¿se convierte en inteligencia artificial que altera y suplanta al humano?
Por ejemplo, abundan las extorsiones telefónicas que son una expresión de engaño y manipulación. Los delincuentes se hacen pasar con falsas identidades, son audaces en improvisar situaciones que las víctimas se creen o montan falsos escenarios de supuestos secuestros y retenciones de familiares a cambio de que les depositen dinero a una cuenta bancaria.
“Miente el que tiene una cosa en la mente y expresa otra distinta con palabras u otros signos. Por eso, se dice que el mentiroso tiene un corazón doble, es decir, un doble pensamiento: uno el que sabe u opina que es verdad y se calla, y otro el que dice pensando o sabiendo que es falso. Por eso, se puede ser decir algo falso sin mentir, si se piensa que algo es como se dice, aunqueen realidad, no sea así. Y se puede decir la verdad, mintiendo, si se piensa que algo es falso y se quiere hacer pasar por verdadero, aunque, de hecho, lo sea. Al veraz y al mentiroso no hay que juzgarles por la verdad o falsedad de las cosas en sí mismas, sino por la intención de su opinión”[i].
Lo anterior fue escrito alrededor del año 395 después de Cristo, pero sigue teniendo plena vigencia porque describe uno de los factores clave para entender la mentira, que es la intencionalidad del acto. Hay personas engañadas y que de buena fe creen que están diciendo la verdad, pero cuando lo hacen sabiendo que es mentira, entonces ésta mata al alma.
Así, opinión e intención han encontrado su nido en las redes sociales creando redes de engaños, donde se desdoblan los corazones, se atrofia el alma y tomamos las redes como autopistas, no de información, sino de elucubraciones manipuladoras y vamos alimentando a personas que su inteligencia e ingenio las usan para engañar masivamente.
Si bien los seres humanos somos los mismos de siempre, y si las mentiras corrían de boca en boca, de manera sórdida simulando veracidad e información privilegiada, ahora no se necesita nada de eso. Las mentiras circulan abierta e impunemente por las redes, de manera masiva, a una velocidad vertiginosa en una vorágine de información de buena o mal intención, a tal grado que la vida la hemos tasajeado en un antes y un después de la era digital. Los nacidos en la era análoga, antes de la digital, por naturaleza y proceso biológico van concluyendo el camino en esta vida terrenal y dentro de poco ya no quedarán vestigios de lo que fue antes de internet ni de la tecnología digital.
En época de redadas, no nos percatamos que esta generación ya fue víctima de redadas de las redes o cautivas y esclavizadas sin tener más enfrente en la celda a la que aceptamos entrar de manera voluntaria. Las redadas tecnológicas han cumplido su papel y ya estamos enredados.
La pregunta que sigue es: ¿quién nos asegura que la inteligencia artificial contiene la verdad? ¿Cederemos la capacidad de la inteligencia humana de conocer la verdad a la inteligencia artificial que es una máquina programada por el hombre?
Nos quedamos con una reflexión de Mo Gawdat, exdirector ejecutivo de Google[ii], quien dijo que “a los seres humanos les encantan las trampas. Adoramos los atajos que nos facilitan las cosas, algo que atraviese el espacio y nos lleve de donde estamos ahora a donde soñamos estar con el mínimo esfuerzo. Soñamos con ganar la lotería, con un portal que atraviese la necesidad de esforzarse y emplearse a fondo, un boleto inmediato a la felicidad. Gastamos el dinero que no tenemos en comprar cosas que no necesitamos: un portal para conseguir el auto de nuestros sueños y vivir como si hubiéramos hecho algo grande en la vida cuando, en realidad, los pagos mensuales superan nuestra capacidad realista de sostenerlos. Escuchamos programas sobre cómo hacerse rico rápidamente en internet” y cierra el círculo con estas interrogantes: ¿recuerdas la promesa de que las redes sociales nos unirían más a nuestros allegados, siempre y cuando navegáramos y diéramos al “me gusta”? ¿Qué ocurrió con esa promesa cuando el mundo artificial de falsedad nos hizo sentir incluso más solos que antes?”
Con la inteligencia artificial estamos pasando la página de la verdad y sólo nos quedamos asombrados de los resultados de un robot y algoritmos que nos sugieren qué pensar, que creemos que hacen nuestro trabajo y que disfrutamos alimentando la pereza mental y la inactividad intelectual.
Entonces es válido preguntarnos: ¿si hay inteligencia artificial, también habrá verdad artificial o una vida artificial?
Corremos el riesgo de ser incapaces de distinguir entre lo artificial y lo natural, entre lo justo e injusto, entre lo verdadero y lo falso, entre la realidad y la apariencia. Si ya existe la inteligencia artificial ahora siguen las virtudes artificiales para suplantar a las virtudes originales.
Sin embargo, no debemos caer en el pesimismo. La incorporación de la inteligencia artificial es uno de los grandes pasos de la inteligencia humana, porque no hay que olvidar el origen, pero sin olvidarnos que la posverdad nos llevará al nivel de poshumanos, o sea, humanos artificiales y falsos.
[i]
[i] SAN AGUSTIN, (2024) Tratados sobre la mentira (De mendacio), editorial grupo Éxodo, México
[ii]
[ii] GAWDAT, Mo (2024) La inteligencia que asusta, editorial Diana, México