En esta ocasión, de nueva cuenta intercalaré un artículo para compartir algo personal, tal como lo hago de vez en cuando en este espacio de opinión; para dejar de lado los temas políticos, por esta vez.

Quiero platicar acerca de la Princesa más hermosa del reino: Grecia.

Tengo la magnífica fortuna de ser madre de una linda bebé; esa bebé que ahora está cumpliendo 24 años de edad. Ya toda una mujercita. Con motivo de su cumpleaños, es que me permito hacer algunas reflexiones de lo que significa para mí, tener una muñeca linda que ilumina mis días.

Grecia, aunque no lo crean, fue diseñada bajo un manual. Al momento en que decidí embarazarme, comencé a escribir en un álbum (que aún conservo), acerca de lo que deseaba. Por eso digo que hice todo un manual.

Acerca del nombre, han de saber que fueron alrededor de 20 o más consideraciones, para que se llamara así. Entre ellas: debía ser un nombre no muy largo, no muy corto, que combinara con sus apellidos; en ese tiempo yo era maestra de Derecho Romano, cuyo origen se da en Grecia, en tanto que su papá era maestro de historia, estudioso de los filósofos griegos; pero sobre todo, tenía que ser un nombre que sonara fuerte, previendo que su personalidad fuera así: fuerte y decidida.

Utilizaré una palabra altisonante. Habrán de disculparme mis amables lectores. En el plan estaba, que fuera mujer, para que fuera muy “cabrona” (cuidado con lo deseas). Se me cumplió a cabalidad.

Grecia, ya era Grecia antes de nacer. Ya había una definición de lo que sería en la vida.

Hoy puedo ver el anhelo cumplido. Es una mujer de carácter; sabe lo que quiere y lucha por lograrlo. Actualmente, estudia una maestría en finanzas. Se independizó desde que cumplió 18; pues al concluir el bachillerato se fue a estudiar y vivir a Texas, aunque la pandemia la devolvió a su casa materna, al poco tiempo se fue a hacer su carrera y quedarse a vivir en la Ciudad de México.

Es alumna de excelencia, desde el jardín de niños; lo importante no es que obtenga buenas calificaciones, sino que aprenda, en la escuela y en la vida. Eso hace que sus conocimientos, sean superiores a cualquier otro joven de su edad. Su coeficiente intelectual muy superior a la media nacional. Sus habilidades y destrezas sobresalientes, en todos los sentidos.

Debo confesar que es un tanto complicado “lidiar”, con una niña tan inteligente. Es un constante estira y afloja. Es tan independiente, que sinceramente, toma sus propias decisiones, desde que tenía dos años de edad.

Grecia, habla en cuatro idiomas (cinco, si contamos el “chilango ñero”, que también viene manejando).

Es muy simpática; bueno, eso digo yo. Es el alma de la fiesta. Absorbe toda la plática en las reuniones familiares. Cuenta chistes desde los cuatro años, que se sabía un repertorio de al menos unos 50 chistes blancos, con mucha gracia. Imita a personas. Pronuncia acentos de diferentes países. Inventa historietas. Es ingeniosa y divertida.

Por otra parte, es muy buena en los deportes. Practicaba gimnasia artística; lo que le permitió ir a 8 competencias nacionales. Colecciona medallas de gimnasia, atletismo, voleibol y natación. Actualmente, juega en varios equipos de soccer en la CDMX.

Como pueden apreciar, al dedicar este artículo de hoy a mi princesa, es por el gran orgullo que siento por ella y que lo hago patente públicamente.

Es mi mejor creación. Podré presumir de algunos logros profesionales; sin embargo, nada podrá compararse con el hecho de ser mamá y no solo eso, sino: “mamá de Grecia”. Lo cual implica un reto mayor.

Mi obligación es velar por ella, protegerla, cuidarla. Y eso es lo que hago.

Tenemos una comunicación y una complicidad, que nos mantiene unidas (a pesar de la distancia física).

Mi consejo para ella y en general, para cualquier joven de su edad, es que disfrute la vida. Que conozca. Viaje. Se divierta. Diga sí cuando de aventura o aprendizaje se trate. Pero a la vez, sepa decir no y sea tajante, en aquello que no sea bueno. Que aprenda a distinguir lo bueno y lo malo. Lo correcto y lo incorrecto. Que siga su propio camino.

Decía Grecia, que cuando fuera grande quería ser como yo; según ella, se casaría a los 22. Qué bueno que no lo hizo. El punto es que yo no quiero -de ninguna forma-, que sea como yo. Sino que sea, como ella. Que sea Grecia. Así de sencillo.

Ya es momento…