Desde Alaska hasta la Patagonia, las libertades y derechos cívicos, políticos y electorales, no corresponden todavía como se requiere, a la puesta en práctica de mecanismos y/o procedimientos capaces de asegurar no sólo la democracia representativa, sino la auténtica DEMOCRACIA PARTICIPATIVA.

De ahí, que al quicio de la segunda década del siglo XXI, el investigador, historiador y escritor mexicano José Volpi, en su obra “El Insomnio de BOLÍVAR”, asentara:

“Pese a la instalación de órganos electorales autónomos, en muchos países las elecciones permanecen bajo el control del gobierno; la Iglesia católica; los conglomerados mediáticos y los grandes grupos económicos conservan una influencia desmedida; los partidos se han convertido en negocios y sus vidas internas carecen  de transparencia; presidentes, gobernadores y alcaldes se comportan conforme a criterios arbitrarios o personalistas; congresos y asambleas locales mantienen mínimos niveles básicos de discusión, mientras que sus miembros se desentienden de sus votantes en cuanto son elegidos; el corporativismo y el pago de favores son prácticas cotidianas; la rendición de cuentas se encuentra en pañales [¿o se elude?]; los funcionarios abusivos son sancionados a cuentagotas; y, como he dicho, la CORRUPCIÓN ENFANGA todos los órdenes de la vida pública”.

Mejor caracterización no puede hacerse aplicada a México  desde los años cuarenta del siglo veinte en que gobernó el PRI y el PAN (2000-2012). Larga época en que imperaron los arreglos políticos entre facciones, intereses e instituciones públicas y privadas que nunca han tenido como meta primordial las grandes necesidades del pueblo; sino, acaso, mantener la estabilidad y legitimidad de arreglos que beneficien a unos cuantos,  más que  a la inmensa mayoría de los mexicanos, hasta julio del 2018, en que la izquierda del MORENA encabezada por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), asume la Presidencia de la República y logra hacerse de más de 20 gubernaturas estatales, así como de la  mayoría en el Congreso de la Unión (Cámara de Senadores y Cámara de Diputados).

En ese orden de ideas, y en vista de que el próximo DOMINGO 2 DE JUNIO se abrirán las casillas para emitir el voto y elegir a la primera presidenta de la República, a senadores y diputados federales, diputados locales, presidencias municipales, sindicaturas y regidurías; es menester retrotraer sucintamente algunos ejemplos de varios hechos y “grandes obras públicas que realizaron algunos patriotas, incorruptibles y heroicos defensores de la SOBERANÍA NACIONAL,  mexicanísimos” mandatarios de los EUM, postulados por el PRI y por el PAN; para tenerlo presente a la hora de cruzar las boletas comiciales.

De inicio, es conveniente recordar que el partido oficial y/o de Estado, el tricolor: impuso un régimen político real arrogándose los postulados de la Revolución Mexicana (1910-1924),  usando la Constitución de 1917 como pantalla para ocultar sus verdaderas intenciones, su real naturaleza: LA AUTORITARIA, y lo hizo bastante bien, cuasi llegando a la “dictadura perfecta” (Mario Vargas Llosa).

Paralelamente, perfeccionó sus operaciones: Dado que a partir de l935, la figura central y centralizadora del poder fue también la  del SEÑOR PRESIDENTE, aunque acotado por la NO REELECCIÓN, se constituyó un eficiente y gran partido oficial o de Estado, teniendo como base de sustento masiva y organizada a las organizaciones popular, obrero-campesinas: CNC, CTM, CNOP, etcétera.

La ausencia de poderes Legislativo y Judicial AUTÓNOMOS, de organizaciones  de la sociedad civil independientes, de partidos de oposición fuertes y de medios de comunicación e información libres; llevó, a que en la práctica, la corrupción y la impunidad de funcionarios y sus compinches –entre otros, los poderes fácticos- fuera la regla.

Por décadas, la población toda era consciente de desenvolverse en un entorno no democrático, aun cuando el régimen priísta prometía “justicia social” a los trabajadores del medio urbano y rural, que abría oportunidades y movilidad social a las clases medias; y a los grandes empresarios, les ofrecía un mercado interno protegido. Soslayando ¿o, despreciando? la tan urgente democratización político-electoral.

Como una muestra lastimosa y ‘tristemente célebre’ de la naturaleza no democrática, del presidencialismo férreamente autoritario, fue la matanza de decenas (¿o cientos?) de jóvenes desarmados reunidos la tarde del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en la otrora ciudad de México, ordenada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz (viejo militante del PRI); reafirmándose esa orden con la segunda matanza: la del Jueves de Corpus en junio de 1971 (Ciudad de México), siendo presidente del país, Luis Echeverría Álvarez, priísta de toda la vida.

Aterrizando un tanto en el tema, continuaremos anotando ciertos aspectos del régimen presidencial de Miguel De la Madrid Hurtado, adelantando que los pilares de la nueva economía tuvieron su base en el sufrimiento de los mexicanos porque las políticas impuestas por los organismos internacionales generaron una recesión y pérdida de bienestar a causa de la caída del gasto público, la inversión y el consumo, aunque la imposición del NEOLIBERALISMO mexicano no tomó forma evidente sino hasta 1985 y  los siguientes sexenios se encargarían de consolidarlo,  expandirlo y usufructuarlo: Carlos SALINAS, Ernesto ZEDIDLLO, Vicente FOX, Felipe CALDERÓN y Enrique PEÑA NIETO.

Por supuesto que De la Madrid no hizo nada diferente al ‘estilo de gobernar’ que dejaron sus antecesores: López Mateos, Díaz Ordaz y López Portillo. A cual más convirtieron la paz social en una falacia; siguiendo, además, las políticas del presidente  Miguel Alemán Valdés (1946-1952), replicando la violencia gubernamental. Todos combatieron y violaron la libertad sindical y el derecho de libre asociación.

En el sexenio de De la Madrid se contabilizó una veintena de desapariciones políticas o desapariciones forzadas.  

Una vez apoltronado en Los Pinos, sin la sombra execrable de López Portillo, De la Madrid engrosó la crisis que heredaba y lo dejaba sin reservas internacionales, mientras la fuga de capitales superaba los 30 mil millones de dólares. Y de esa magnitud sembró el miedo, elaboró su programa de reordenamiento estructural económico y de resistencia. Así, los pobres se harían todavía más pobres, y los millonarios, multimillonarios. 

La desigualdad entre pobres y ricos fue abismal y brutal, junto a la violación sistemática de los derechos humanos.

Una vez insertado en el sistema NEOLIBERAL fundamentado económicamente en el LIBRE MERCADO, De la Madrid vendió la mayoría de las empresas que controlaba el gobierno; allanando el camino para que la libertad económica estuviera siempre sobre la democracia.

El país no lograba reponerse de los desastres que dejó López Portillo, y De la Madrid devaluó el peso, limitó el aumento a los ya de por sí castigados salarios mínimos, autorizó alzas desproporcionadas al costo de bienes, tarifas y… Proseguiremos con la memoria política mexicana, en la próxima colaboración.

Mientras tanto, apreciable lector, le adelanto la cordial invitación a la PRESENTACIÓN DEL LIBRO: “La democracia que no quisimos: realidades que contradicen a la retórica” de BENITO ABRAHAM OROZCO ANDRADE (mi querido hijo), el próximo 9 de mayo de 2024, 6:00 pm en el Mezanine del H. Congreso del Estado de Chihuahua.