Chihuahua, Chih.- La cosecha abarca 12 hectáreas de variedades adaptadas al clima de Santa Isabel: Cabernet Sauvignon, Merlot, Moscatel, Chenin Blanc y Alicante

A47 minutos de la ciudad de Chihuahua, unos 50.9 kilómetros rumbo a Santa Isabel, está El Molino Don Tomás, un viñedo que desde 2019 ha tejido un puente entre la tierra, los sabores y la tradición.

Allí, en el municipio de General Trías, está el espacio donde el vino, la buena comida y la naturaleza invitan a vivir una experiencia única.

Carlos Gándara, anfitrión del viñedo y encargado del área de ventas, informó que ofrecen varias experiencias en las que puede disfrutarse naturaleza, sabor, técnica, conversación, paisaje y comunidad.

Son recorridos y catas guiadas los sábados y domingos de

3:00 a 5:00 de la tarde, donde ofrecen maridaje por el enólogo Irwin Cadena.

El anfitrión detalló que la primera parada es La Pérgola, lugar abierto al cielo y al río, donde hablnan de los ecosistemas que rodean al viñedo, de la flora y fauna del entorno, del cuidado que exige cada planta, cada parra, el respeto al suelo, el agua y al silencio natural.

En la bodega sirven las Chabelitas, los vinos de la línea Santa Chabela, cuya receta han convertido en sello propio.

Allí muestran el proceso, desde la uva hasta la botella, ese trayecto que transforma lo simple en carácter, dulzura que no disimula.

Después llegan al Granero, espacio elegido para una cata guiada de Las Tres Fortunas, tres etiquetas que sirven junto a tapas gourmet pensadas para acentuar los matices de cada vino: fruta, madera, flores, sabores amplios y distintos, sin duda un festín sensorial.

Al atardecer, ofrecen las famosas paletas artesanales de Germania, de Santa Isabel, que acompañan con vino de la casa.

Sandía con rosado, limón con blanco, juegos de frío, dulzura y contraste, un postre helado que combina con una copa y desfía al paladar.

En El Molino Don Tomás cada visita trae sorpresas, cada combinación abre una nueva historia.

El viñedo abarca 12 hectáreas de variedades adaptadas al clima de Santa Isabel: Cabernet Sauvignon, Merlot, Moscatel, Chenin Blanc y Alicante. Cada variedad aporta algo distinto: los tintos tienen estructura; los blancos, frescura; las opciones dulces, ligereza.

Las noches bajan en temperatura lo suficiente como para conservar acidez; los días se alargan, los rayos del sol maduran y las brisas limpian el aire. Todo compone la partitura del vino.

El recorrido enoturístico va acompañado de detalles que importan: guía bilingüe, explicación de poda, riego, cosecha; observación de cepas alineadas, sentir la tierra, escuchar historias de quienes trabajan el viñedo. No es sólo ver parras: es conocer quienes siembran, cuidan, fermentan y embotellan. Degustan vino cultivado en esas mismas tierras, contemplan el atardecer y respirar.

Para quienes buscan alargar la estancia, El Molino Don Tomás ofrece cabañas rodeadas de naturaleza. Restaurantes que sirven menús basados en ingredientes locales, diseño de platos que dialogan con cada botella. Las cabañas permiten amanecer entre viñas, caer la tarde bajo pérgolas, escuchar el silencio del campo, ver las estrellas limpias.

También es espacio para eventos: bodas, aniversarios, conciertos íntimos bajo la parra, celebraciones privadas, reuniones temáticas. El paisaje se vuelve escenario, la atmósfera se construye con luz dorada, con música, con vino, con todos los elementos que hacen memorable cada momento.

La oferta incluye vinos de casa, sangrías refrescantes, cerveza artesanal; las marcas “Tres Fortunas” y “Tres Gracias” reflejan identidad local, cuidado en el proceso, respeto al terruño, a la viticultura que exige y premia.

Las mejores temporadas son primavera y otoño, ideales para disfrutar de días templados, noches que invitan a copa al aire libre; viñas con color, aroma, textura. Cada estación deja matices distintos, cada visita se siente diferente.

El Molino Don Tomás no es sólo destino para quienes aman el vino. Es lugar para quienes buscan pausa, conversación, paisaje, quienes quieren reconectarse con la naturaleza, descubrir sabores, volver al origen, saborear sin prisa.

Quienes llegan se llevan recuerdos de la luz, del sabor, del aire, de la tierra.

Se lleva algo que no cabe en botella, el sentimiento de haber vivido algo propio, algo que vale la pena repetir. (Rolando Nájera