En una tranquila mañana de mayo, Brianna Beaulieu, estudiante de maestría en biología marina de la Universidad de Australia Occidental, y varios investigadores de todo el mundo abordaron dos barcos de investigación con destino al arrecife de Ningaloo, en la costa oeste de Australia.

Los científicos habían invertido meses de planificación para pasar tan solo unos minutos en el agua recopilando datos sobre uno de los animales más misteriosos del océano.

Los tiburones ballena no son ballenas. Son peces, los más grandes del mar, y pueden alcanzar los 18 metros de largo. Sin embargo, se sabe sorprendentemente poco sobre su ciclo de vida. Los investigadores aún desconocen dónde se aparean, con qué frecuencia se reproducen ni adónde van a dar a luz.

La Sra. Beaulieu y sus colegas esperan obtener al menos algunos conocimientos sobre estos gigantes.

Un tiburón ballena se puede avistar fácilmente desde el aire, flotando justo debajo de la superficie de las cristalinas aguas del océano Índico. En mayo, los tiburones ballena se reúnen en el arrecife en cantidades tan grandes que, para la media docena de aviones de observación que sobrevuelan, encontrarlos es sencillo.

Durante los últimos 20 años, un equipo de la Universidad de Australia Occidental ha realizado trabajo de campo anual en el arrecife de Ningaloo. Ningaloo es uno de los arrecifes costeros más largos del mundo, formado inusualmente cerca de la costa, y está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Las aguas turquesas y poco profundas del arrecife albergan una extraordinaria variedad de vida marina. Los tiburones ballena que migran allí cada año ofrecen una oportunidad excepcional para el estudio científico.

Mark Meekan ha supervisado la investigación desde 2004. Su trabajo se centra en la biología y la ecología de los tiburones ballena: cómo crecen, cómo viven y qué se puede hacer para protegerlos.

En el arrecife, los científicos miden la longitud y las dimensiones de los animales y recolectan muestras de tejido para análisis químicos. También utilizan drones para evaluar el estado físico de los tiburones ballena: ¿Están engordando? ¿Adelgazando? «Los tiburones ballena pueden vivir más de 100 años y crecer muy lentamente», explicó el Dr. Meekan. «Para rastrear ese crecimiento, se necesita un monitoreo a largo plazo».

Algo que el equipo ha aprendido en las últimas dos décadas es que los tiburones ballena son muy susceptibles al impacto de las actividades humanas en los océanos.

"Al monitorearlos, no solo aprendemos sobre los tiburones, sino también sobre la salud de los océanos en general", afirmó el Dr. Meekan.

"Estos animales recorren miles de kilómetros, por lo que cada uno actúa como un centinela o una unidad de muestreo autónoma que recorre el océano Índico y regresa a Ningaloo cada año para contar su historia".

Gran parte de la investigación de la Sra. Beaulieu se centra en la medición de la salud general de los tiburones ballena y el impacto de las amenazas antropogénicas, como las colisiones con embarcaciones y los "químicos permanentes" en el agua.

Los tiburones ballena se reúnen en el arrecife de Ningaloo para alimentarse del plancton que aparece cada año durante el desove de los corales. Mientras la Sra. Beaulieu se sumerge, lleva una cámara subacuática compacta para documentar la apariencia de un tiburón ballena.

Su colega Sophie Jones suele acompañarla en el agua, sujetando una vara de referencia de un metro de largo. Esta vara proporciona una escala crucial para ayudar a los investigadores a determinar con precisión el tamaño del animal, mientras un dron captura la escena desde arriba.

El tiburón ballena suele permanecer relativamente tranquilo mientras la Sra. Beaulieu nada debajo de él y sostiene un pequeño dispositivo de ultrasonido sobre la superficie de su piel, justo detrás de la aleta dorsal.

Los datos, que miden la profundidad de la piel y el estado de los músculos del animal, se envían a un veterinario para evaluar la salud interna y el estado reproductivo del tiburón ballena.

El encuentro dura solo unos minutos, antes de que el tiburón ballena desaparezca de nuevo en las profundidades marinas. La Sra. Beaulieu y los demás investigadores nadan entonces hacia la superficie y hacen una señal para que los recojan.

Luego lo repiten todo. El equipo repitió la secuencia 11 veces ese día: avistamiento, buceo, documentación y recopilación de datos. Estos pocos minutos con los tiburones ballena son la culminación de un año de planificación, un esfuerzo logístico descomunal para observar a un gigante.

En los 12 días de trabajo de campo, los investigadores documentaron 101 encuentros con tiburones ballena: un año excepcional. En 2023, tras la avería de su embarcación, solo tuvieron cuatro.

Los investigadores han desarrollado herramientas que permiten al público contribuir a la ciencia del tiburón ballena. Plataformas como Shark Guardian y Wildbook for Whale Sharks invitan a buceadores, operadores turísticos y turistas marinos a subir sus fotografías de tiburones ballena, idealmente con una vista clara del área justo detrás de las branquias, donde los patrones de manchas son más fiables.

Sofisticados algoritmos de coincidencia de patrones comparan estas imágenes con una base de datos internacional de más de 8000 ejemplares de tiburones ballena, lo que mejora la capacidad de los científicos para monitorear sus movimientos, residencia, crecimiento y salud.

“Todos los días de la temporada, los guías están en el agua grabando a los tiburones, y esos videos nos proporcionan imágenes de identificación”, dijo el Dr. Meekan. “Eso nos permite rastrear qué tiburones son residentes y cuáles solo están de paso”.

Estas contribuciones públicas ofrecen un conjunto de datos enorme y valioso, afirmó el Dr. Meekan.

El trabajo de campo organizado está sujeto a recortes de financiación, retrasos por mal tiempo y obstáculos para viajar. Por lo tanto, los datos públicos permiten seguir el rastro de estos misteriosos gigantes mucho después de que los buques de investigación regresen a la costa.