Ahmedabad, India.- Antes del amanecer, en la soledad de su habitación en el segundo piso, Anil Ambalal Patel se preparaba para despedirse de la pareja que había devuelto el amor a su vida.
Tendido en su cama, miró los dos rostros en la pantalla de su teléfono: su hijo, Harshit, y su nuera, Pooja. Los miró mucho tiempo y luego les dio un beso en la frente.
Ya se habían ido, y la poca alegría que finalmente había encontrado tras años de dificultades también se había esfumado. Ese día, estaría con ellos una vez más mientras esparcía sus cenizas en el río Narmada.
Doce días antes, Patel, un viudo de 60 años que trabaja para una empresa de seguridad en Ahmedabad, India, había deseado a Harshit y Pooja un buen viaje después de que pasaron dos semanas con él en una visita sorpresa desde Gran Bretaña, a donde se habían mudado en busca de una vida mejor. Entonces repentinamente se los arrebataron, al morir junto con otras 239 personas cuando el vuelo 171 de Air India se estrelló poco después de despegar el 12 de junio en una bola de fuego.
"Eran mi todo", dijo sobre la pareja. "Eran mi apoyo".
Gracias a su vasta extensión y su profunda desigualdad, India puede sentirse como un pozo que se traga a personas como los Patel -los pobres, los que aspiran a algo.
Enfrentan enormes retos mientras intentan ascender de la pobreza a la clase media, y su búsqueda suele ser solitaria, ya que sus familiares viajan en busca de trabajo. Para Patel, la muerte de Harshit y Pooja apagó instantáneamente el sueño de movilidad económica y comunidad familiar.
Nacido pobre en un País aún dividido por castas y clases, Patel nunca recibió una educación más allá de la alfabetización básica. Se las arregló trabajando duro, mudándose de pueblo en pueblo en busca de trabajos esporádicos. En 1990, se casó con Uma, una mujer de mirada lúcida, una rutina meticulosa y más educación que él. Criaron dos hijos: una niña, Radhi, y Harshit.
La familia se estableció en Ahmedabad, la ciudad más grande del Estado de Gujarat, donde Patel trabajaba como conductor de auto-rickshaw. Tras un accidente que lo dejó incapacitado para conducir, encontró trabajo como guardia de seguridad y luego como supervisor de seguridad. Radhi se había casado y vivía con su esposo. Harshit consiguió trabajo, primero en un centro de atención telefónica y luego en una empresa de cerámica, para ayudar.Hace unos años, a Uma Patel le detectaron un cáncer de mama avanzado. La pareja se apresuró a conseguir miles de dólares prestados para su tratamiento, pero era demasiado tarde. El día que resultó ser su último, Uma Patel insistió en que se sentía mejor y que él volviera al trabajo."Quise mucho a Uma", dijo Patel. Murió a los 48 años.
Padre e hijo fueron pagando los préstamos poco a poco. Compartían un departamento.
Fue entonces cuando Pooja entró en la vida de Patel. Harshit la conoció en el trabajo. En Gujarat, Estado profundamente conservador, las citas y los matrimonios no arreglados son poco frecuentes, especialmente entre personas de diferentes castas, religiones y, en el caso de Harshit y Pooja, orígenes étnicos. Harshit era gujarati y Pooja maratí, del vecino Estado de Maharashtra.
Los padres de Pooja esperaban arreglar un matrimonio para ella, así que ella y Harshit tuvieron que mantener un romance secreto. Hace seis años, la pareja acudió a una oficina de registro civil y se casó. Luego volaron a la costa y se quedaron allí 12 días.
La casa de Patel dejó de ser solitaria tras la llegada de su nuera. "El día que Pooja llegó a casa, trajo paz", dijo.
Harshit era reservado, pero a Pooja le encantaba bailar y siempre era el alma de la fiesta.Pero Harshit y Pooja querían más. Al ver pocas oportunidades, pronto se mudaron de casa de Patel para irse lejos.Pooja, considerada una estudiante brillante, se convirtió en su pasaporte a una vida de clase media. Entró en un programa de maestría en la Universidad De Montfort, en Leicester, Inglaterra, y Harshit se unió a ella. Las familias reunieron préstamos para financiarlo.
La pareja animó a Patel a mudarse con los padres de Pooja, cuya casa en Ahmedabad tenía una habitación en la azotea que rentaban.En Leicester, Pooja pasaba los días estudiando mientras Harshit hacía trabajos de reparto. Después de graduarse, la pareja planeó quedarse en Gran Bretaña un par de años para trabajar.El mes pasado, hicieron un viaje sorpresa a India. Disfrutaron de cenas que se alargaban hasta altas horas de la noche, como en los viejos tiempos. Y consiguieron un pasaporte rápido para Patel padre, para que pudiera visitarlos ocasionalmente hasta que regresaran.
El día de su vuelo de regreso, hicieron una videollamada a Patel desde la puerta de embarque. Harshit, quien sostenía la cámara, dijo, "Adiós". Pooja saludó con la mano y le envió un beso.
Entonces regresó la tristeza. Patel, al enterarse del accidente, bajó de su habitación para ver las llamas por televisión.
En cuestión de horas, las esperanzas se desvanecieron. Sólo hubo un sobreviviente, en el asiento 11A. Los demás fueron declarados muertos.
Durante los cinco días siguientes, Patel esperó aturdido en el Hospital Civil de Ahmedabad mientras las autoridades realizaban pruebas de ADN para identificar los cuerpos. Él y el padre de Pooja, Ashok Vamanrao Mate, dieron muestras de sangre para las pruebas de ADN.
Al tercer día, Patel recibió una llamada telefónica informándole que el cuerpo de Harshit había sido identificado. El de Pooja seguía sin identificarse. Decidió quedarse hasta que pudiera llevarlos a ambos a casa. Mientras esperaba bajo el calor y la lluvia, Patel a menudo se hundía en sí mismo, encorvado y perdido. Repetía a desconocidos que su esposa había muerto de cáncer de mama y que no le quedaba nadie."Todos los cercanos a mí, Dios se los ha llevado", dijo Patel un día, entre lágrimas. "Uma era muy cercana a mí. Dios me la arrebató. Radhi era muy cercana. Se casó y se fue. Harshit y Pooja eran muy cercanos. Ahora también se han ido".
Al quinto día, identificaron el cuerpo de Pooja. Su padre regresó; él y su esposa habían estado postrados en cama. Radhi, la hija de Patel, vino con su esposo.
El grupo tuvo que detenerse en varios mostradores para recibir el informe post mortem y aceptar el certificado de defunción. Finalmente, se les permitió entrar a la sala donde se guardaban los restos. Patel había traído fotografías de Pooja y Harshit, que fueron pegadas en los ataúdes cerrados. Patel besó los ataúdes con lágrimas en los ojos.
Una camioneta policial abrió el camino a las dos ambulancias que llevaron los cuerpos a casa. Unas 100 personas se reunieron cerca de la casa para verlos antes de ser incinerados. Chanda, la madre de Pooja, se desmayó al ver el ataúd de su hija.Más tarde, en el crematorio, sacaron las cenizas y se las entregaron a Patel: primero las de Harshit, luego las de Pooja.Señalando los recipientes, Patel dijo, "Solo me han dejado esto".
Los últimos ritos hindúes se celebrarían a orillas del río Narmada, donde también se habían esparcido las cenizas de la esposa, la madre y el padre de Patel. Durante el viaje en taxi de tres horas hasta el río, Patel, que se había afeitado la cabeza como parte de un ritual funerario anterior, mantuvo la bolsa de cenizas cerca de su pecho.
Llovió a cántaros toda la mañana. El cielo estaba gris oscuro, el agua turbia.
Un sacerdote recitó una oración, y el yerno de Patel vertió las cenizas de su urna de arcilla en el río. Patel, con la cabeza inclinada, se llevó las manos juntas al rostro para una suave oración antes de regresar.
Durante una ceremonia de cinco horas en un templo, el sacerdote pidió nombres -el nombre de la madre de Harshit, el nombre de la madre de ella, etc. "Lo están enviando a tres generaciones de nuestros antepasados", dijo Rohit, hermano de Patel y director de escuela jubilado.Se rezaron las últimas oraciones. Los montones de arroz y los arreglos de caléndulas, elementos tradicionales de los funerales hindúes, fueron desmantelados. Patel sollozó suavemente en un rincón.
En los días transcurridos desde la pérdida, la rutina de Patel no ha cambiado. Pero su soledad se siente más permanente.Casi todas las noches, llega a casa del trabajo a las 20:00 horas y cena con los padres de Pooja. Termina la noche viendo una película en su teléfono, un hábito que adquirió tras la muerte de su esposa. "Me duermo viéndola", dijo.Air India ha dado unos 30 mil dólares a cada familia afectada por el accidente y ha prometido otros 120 mil. Patel aún está pensando qué hará con su parte del dinero. Quizás comprar un pequeño departamento cerca de su hija.
De una cosa está seguro: creará un fondo educativo para la sobrina de 6 años de Pooja, que nació el año en que Harshit y Pooja se casaron."Para que pueda estudiar", dijo Patel. "Y cuando crezca, pueda tener una vida plena".