Ciudad Juárez.- La victoria de la coalición de derecha en Chile además de ser un cambio en la administración, es un indicativo de un fenómeno más amplio que está reconfigurando el panorama político en América Latina.
En un contexto donde la polarización y la desilusión social han crecido, el retorno de un discurso que evoca la figura de Augusto Pinochet plantea serios interrogantes sobre el rumbo de la izquierda en la región.
Este fenómeno debe ser analizado no solo desde el prisma chileno, sino también como un aviso preventivo para gobiernos auto llamados progresistas en Brasil, Colombia y México.
La derrota de la izquierda en Chile refleja un profundo malestar social que ha sido ignorado durante años. La incapacidad de conectar con las necesidades y aspiraciones de amplios sectores de la población ha permitido que la derecha capitalice el descontento.
¿Qué ha llevado a la izquierda a perder este espacio tan vital? La falta de respuestas a desafíos como la desigualdad, la violencia y la inseguridad ha creado un vacío que los líderes de la derecha han llenado con promesas simplistas y nostalgias peligrosas.
Los resultados en Chile deberían servir como un espejo para Lula da Silva en Brasil, Gustavo Petro en Colombia y Claudia Sheinbaum en México. Cada uno enfrenta el desafío de revitalizar el optimismo entre sus bases, sin caer en la trampa de la desconexión.
La historia reciente nos enseña que el sirena progresista no está garantizado; es un camino que exige adaptación y diálogo constante con la ciudadanía.
La lección de Chile es clara, porque la historia política es cíclica y puede revertirse. Si los gobiernos “progresistas”, de izquierda, no son capaces de reenfocar sus agendas y acercarse a las necesidades de la gente.
