El Río Bravo está lejos de las condiciones que existían cuando se firmó el Tratado Internacional de Aguas en 1944, por lo que es necesario replantear el acuerdo y emprender acciones que permitan recuperar un cauce que hoy se encuentra sobreexplotado y sostiene a más de 16 millones de personas en ambos países, advirtió el director ejecutivo de la Junta Central de Agua y Saneamiento (JCAS), Mario Mata Carrasco.
Durante su participación en el Río Grande / Río Bravo Binational River Symposium, celebrado el 7 de noviembre en McAllen, Texas, el funcionario presentó la ponencia “Condiciones actuales del Río Bravo”, donde expuso los principales retos que enfrenta la cuenca binacional, entre ellos el crecimiento poblacional, la sequía, el cambio climático y la falta de gobernanza en el uso del agua.
“El río está muy sobreexplotado, sobreconcesionado. La cantidad de agua que circula por él ya es mínima, y las ciudades de ambos lados de la frontera dependen cada vez más de este recurso”, explicó Mata Carrasco en entrevista. Señaló que las condiciones hidrológicas actuales son distintas a las que dieron origen al tratado, por lo que consideró indispensable revisarlo a fondo.
El encuentro binacional reunió a representantes de los Consejos de Cuenca del Bravo en México —con presencia de Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Durango y Nuevo León— y de los estados de Texas, Colorado y Nuevo México en Estados Unidos, quienes analizaron la situación de los afluentes y las alternativas para regenerar la cuenca.
Mata expuso que, además de la presión demográfica, el cambio climático amenaza con agravar la crisis hídrica: hacia mediados de siglo, las precipitaciones podrían reducirse hasta en un 13 por ciento en la Sierra Tarahumara y 3 por ciento en el Desierto de Chihuahua, mientras que las temperaturas aumentarían entre 1.2 y 1.4 grados.
En su ponencia, el titular de la JCAS destacó que el 63 por ciento de los acuíferos de Chihuahua se encuentra actualmente sobreexplotado, lo que refleja la urgencia de fortalecer la planeación hídrica y establecer mecanismos de medición y control en todas las fuentes de extracción. “Toda explotación debe tener su medición y autorización; la suma de las extracciones debe ser igual o menor a la recuperación de los acuíferos”, puntualizó.
Entre las propuestas discutidas en el foro se planteó la necesidad de fomentar la gobernanza del agua en ambos países, reutilizar aguas tratadas en la agricultura y sustituir gradualmente el uso de agua de primer uso por agua regenerada con sistemas tecnificados de riego presurizado y controlado. El Banco de Desarrollo de América del Norte (NADBank) manifestó su disposición para financiar proyectos en esa línea.
“El Río Bravo no solo representa una frontera natural, sino una arteria ambiental, cultural y económica que une a más de 22 naciones indígenas y sostiene al desierto de Chihuahua, uno de los tres con mayor biodiversidad del mundo”, subrayó Mata Carrasco.
El funcionario concluyó que la salud del río es también la salud diplomática entre México y Estados Unidos, y reiteró el compromiso del Gobierno del Estado con la sostenibilidad hídrica y la cooperación binacional para garantizar el futuro del Bravo y de las comunidades que dependen de él.
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